Raros Estilos los de Andrés Manuel López Obrador
[bctt tweet=»Hasta ahora no ha sido así y ello empieza a desesperar a la gente, no ven nada claro.» username=»crisolhoy»]
No acaba de satisfacerme López Obrador en su estilo de conducirse de manera cotidiana. Lo que dice cada mañana en la conferencia de prensa no sólo dicta tema para la agenda política nacional, también abre muchas veces, flancos que la derecha empieza a aprovechar en su convencida acción de zapa. Esto se va uniendo a los rezagos, como aquellos planteados y comentados en mi colaboración pasada.
Se empieza a convertir en forma habitual de conducirse sus alusiones moralinas o más bien cristianas, de cómo deben comportarse los demás. Su reiteración del perdón empieza a chocar con la aspiración de millones de mexicanos para que se aplicara la justicia a aquellos que defraudaron la confianza de los mexicanos y se enriquecieron a costa de los demás.
Tampoco me gusta que presumiblemente hable claro, pero que él no sea quien se preocupe de fomentar la aplicación de la ley para aquellos que fueron responsables de la debacle y se la endilgue a otros. Pongo un ejemplo, hasta el momento no ha caído uno solo de los grandes capos y/o políticos responsables de la corrupción e impunidad que caracterizó al viejo régimen.
Y no es porque los mexicanos tengan fe de venganza, aspiran a que haya justicia, que se aplique la ley, caiga quien caiga y si es un pez gordo y grande, mejor. Hasta ahora no ha sido así y ello empieza a desesperar a la gente, no ven nada claro. Estuvo muy bien la lucha contra el huachicol, los resultados han sido muy buenos (se demuestran en las cifras publicadas), pero salvo los de abajo, la infantería, no ha sido procesado ningún responsable de altos vuelos, de cuello blanco.
El discurso y la actitud mesurada está bien para la función diplomática o incluso para salvaguardar la investidura y más cuando afirma correctamente que gobierna para todos, sin distingos políticos y partidarios y eso está bien, reitero. Pero la firmeza y la decisión deben quedar permanentemente en su gestión, en su estilo de gobernar, no teniendo clemencia con quienes han esquilmado al país y siguen haciéndolo.
No es suficiente que se diferencie del pasado, que diga todos los días, como cantaleta, que no son iguales y que los tiempos pasados ya se fueron. Más allá de los dichos, la gente discrimina con los hechos concretos , pero sobre todo con los resultados. Entiendo que en algunos casos las cosas tienen que ir a un ritmo lento, no con la dinámica que pudiésemos desear, pero donde la perspectiva a corto plazo nos muestra que va habiendo realmente cambios, eso todavía no lo vemos.
Una gran oportunidad inmediata para poder hacer un alto en el camino y practicar una valoración autocrítica, es la presentación de su programa de gobierno, que hasta donde sé, está programado para fines de abril. Implicaría valorar lo hecho en el primer medio año de gobierno y ajustar lo que corresponda, incluso sustituir funcionarios que no están dando el ancho.
Pero en cuanto a los estilos manifiestos, estoy hablando de formas no de fondo. Sobre lo último doy todavía tiempo para ver resultados efectivos, sobre todo los que tienen que ver con una real diferenciación del neoliberalismo. Pongo un caso, la libre competencia y el mercado son hechura del capitalismo en su fase neoliberal, lo encontramos en el Decálogo de Washington. Sin embargo, esta semana López Obrador ha reiterado en más de una ocasión que la libre competencia regulará el precio de la gasolina, lo cual no es enteramente cierto y si permitiría, maniobrar al que mayor recurso y aguante tenga y la Shell (que fue reportada como la que más cara da la gasolina) no es una entidad menor.
Y con esto no quiero decir que no se esté haciendo nada contra el neoliberalismo más allá de lo declarativo, incluso en la ejemplificada situación en torno a las gasolinas, ya vimos la reacción empresarial ante las medidas del gobierno y la presunta “regresión” del mismo hacia una postura estatista, que en lo personal saludo, que al contrario, requiere reforzarse más. Pero que lo logre, López Obrador debe dejar su programa de centro para radicalizarse e irse hacia la izquierda.
Por cierto, un dato: más allá de estudiar y opinar detenidamente la recién aprobada reforma laboral, ha sido una concesión a la derecha no tocar la figura del outsourcing, que rompe todo el espíritu del Constituyente del 17 y particularmente del artículo 123. Este sería un rasgo más cuestionable, que puede ser sumado a los que señalábamos la semana pasada.
Sería muy difícil plantear que López Obrador cambie su forma de ser y su estilo moralino, pero también pudiese moderar esta parte, a sabiendas que el país es más plural y diverso de los millones de creyentes que pudiesen coincidir en formas que nada tienen que ver con el espíritu liberal y juarista que también reivindica.