Reflexiones sobre el “Nacimiento viviente”.

En éstas fiestas decembrinas, una temporada marcada por el consumo masivo y las campañas comerciales donde elementos como Santa Claus, los árboles de Navidad, las luces y los villancicos son iconos universales gracias al marketing, es también tiempo de reflexionar sobre el año que termina.
Así que invito a los lectores a pensar sobre nuestro comportamiento sobre los animales. Fue éste pasado sábado cuando fui a constatar lo que escuché, que había un nacimiento viviente, y efectivamente ahí estaban unos borregos adheridos a la pared, aterrados por el exceso de ruido y gente que los quería tocar quien sabe para que, sin respetar el minúsculo espacio en donde las autoridades decidieron colocarlas, a pesar del maltrato animal que ejercen sobre ellas.
Y del otro lado del nacimiento con figuras de tamaño natural que incluyen borregos, bovino y borrico de yeso, alguien, carente de el más mínimo concepto de bienestar animal, decidió tener ahí a un borriquito parado en un cuadro donde apenas cabe parado y donde es obligado a soportar a la multitud que insiste en tocarlo quien sabe cuántas horas.
Cuando le pregunté a los trabajadores porque no tenían alimento ni agua, me dijeron que era imposible tenerlos comiendo todo el día, respuesta por cierto muy extraña pues desconocen que los animales se sacian igual que ellos. Cuando les cuestione si consideraban tenerlos ahí como maltrato animal, la respuesta también fue muy extraña, pues me contestaron que no era todos los días ni a todas horas, es decir que, si es sólo viernes, sábado y domingo por las tardes y noches, no es maltrato animal; también añadieron que ellos sólo estaban trabajando y ya no me contestarían nada porque no estaban autorizados y cuando pregunté quien era la autoridad, contestaron que “el municipio” como si éste fuera una persona a quien pedirle respuestas.
Con unas simples preguntas, se pusieron nerviosos, ¿Quién les habrá capacitado para dar esas respuestas? Para terminar, cuando les pregunté donde radicaban los animales, me contestaron que en el parque Hidalgo, ahí donde desde hace 52 años, tiene en una jaula infame a un pobre mono araña llamado Panchito, amén de otros muchos animales que viven ahí precisamente sólo para exhibirlos. Al calce, en el parque mencionado la persona de la puerta me indicó que el burrito no es del Hidalgo y que “seguramente” está en un lugar adecuado, como si el parque y sus infames jaulas e instalaciones, fuera un lugar adecuado para los animales. Cabe resaltar que los trabajadores me mintieron deliberadamente al ocultar la simple información de en donde tienen al burrito mientras no lo exhiben, ¿raro no?
A quienes atienden a estos pobres animales en cautiverio, así como a toda la población inconsciente que va a ver un nacimiento con animales “de verdad” como si estos fueran meros adornos sin sensibilidad ni necesidades, que por cierto ya está completo con las figuras de yeso, les parece muy normal que los animales vivan cautivos sólo para que la población “los vea”.
Así que creo es momento de hacer algunas reflexiones.
Supuestamente, vivimos en la era de la información y estamos todos conectados, y sin embargo, nos hemos desconectado de la comunidad multiespecie que conforma la biosfera, el mundo real al que pertenecemos y del que dependemos para tener una buena salud física, emocional y mental.
La civilización que hemos construido y en la que estamos atrapados, está intentando con muchas estrategias distintas y complementarias que olvidemos la naturaleza, así ahora, ya no entendemos a los animales, ni sus formas de vida, ni las funciones que realizan en los ecosistemas.
Los espectáculos con animales sirven precisamente para eso, para que olvidemos la naturaleza real y pasemos a vivir en la burbuja antropocéntrica: un mundo imaginario donde la naturaleza no es más que materia inerte y pasiva, mera plastilina que nosotros podemos manipular a nuestro antojo y transformar en fantasías caprichosas como es el caso de un “nacimiento viviente”.
Por si no lo han pensado, resulta que los animales obedecen, porque el humano les ha causado tanto dolor y terror durante tanto tiempo, que se acaban comportando como se les obliga. Con esa victoria, conseguida mediante la violencia, el humano logra que los animales hagan algo que jamás harían en la naturaleza.
En los espectáculos y parque de exhibición, los animales son reducidos a meras marionetas que el humano manipula a su antojo. Que los animales estén siendo expuestos al frío, a la multitud, al ruido, a la estrechez, al tocamiento forzoso disfrazado de caricia, no tiene ninguna utilidad, a excepción de simplemente demostrar que podemos dominarlos. Ese dominio se justifica, a la par que nos acostumbra, a la explotación que encontramos después en muchos negocios altamente lucrativos.
Así nos educan, en el carácter sagrado de que nuestros caprichos, valen mucho más que la vida de los animales. Sino explíquenme porque ponerle a un dromedario (cuyo habitat natural es el desierto) una bufanda.
Para acabarla, el nacimiento mencionado y los animales enjaulados en parques, están dirigidos especialmente a niños y niñas: para que aprendan desde la infancia el carácter sagrado de los caprichos humanos. Porque si ven lo divertido que es convertir a un burrito o una oveja en un ser de fantasía, no sólo olvidarán lo que es un burrito o una oveja, sino que también les parecerá bien que se explote a los burros y caballos para pasear turistas o cargar con leña, que a las ovejas se les trasquile para robarles su lana, a las vacas tomar su leche a pesar del becerro recién parido a quien verdaderamente le pertenece, a exigir a las aves a que pongan huevos para arrebatárselos, o a criar cerdos para tener “tacos de lechón”, las crías de los suinos a quienes explotamos robándoles la existencia. Estoy segura que nos aterraría ver un puesto de tacos de bebé humano si es que existiera, pero no existe, sólo los de lechón.





A los niños se les miente diciéndoles desde temprana edad que las vacas nos dan su leche, las ovejas su lana, las abejas su miel etc para ocultar la verdadera explotación que hacemos de ellos. Así se empieza a normalizar la violencia contra los animales. Si en la infancia se ha aprendido que los animales de granja existen sólo para satisfacer nuestras necesidades incluyendo la de adornar un nacimiento o que los animales salvajes pueden venderse en la línea de fuego como sucedió con un cocodrilo bebé, o que los animales salvajes viven en jaulas y sirven para divertirnos, ¿cómo se va a comprender la naturaleza en la que vivimos?.
Pronto les parecerá bien convertir a los pájaros enjaulados en ornamentos de nuestras casas, a los caballos en motores de calesas para disfrutar de un paseo como sucede en Guadalajara o Mérida, tampoco les causará conflicto alguno considerar a los perros o gatos en juguetes que se tiran cuando ya no son divertidos, o los visones, zorros o chinchillas en fábricas de pieles, o las aves en fábricas de plumón para almohadas y cojines, o los gansos en fábricas de foie gras, a los cocodrilos o avestruces en bolsos… seguro les parecerá bien convertir a los animales en todo aquello que nos apetezca.
Por eso los espectáculos con animales o exhibir animales enjaulados o en corraletas, no son una estrategia única de nuestra civilización, sino que se complementan con otras formas de maltrato animal, así como con innumerables cuentos y películas infantiles que fomentan esa misma visión antropocéntrica.
Pero cabe recordar y hacer hincapié en que lo que los animales sufren, sus vidas enteras son frustración, porque se les impide vivir en libertad, en su hábitat natural con los suyos, y se les encierra en un mundo artificial que no comprenden, donde están permanentemente enjaulados, donde se les impide tomar ninguna decisión sobre sus propias vidas, y seres de otra especie, vergonzosamente la nuestra, les obligan a realizar actos que para ellos no tienen ningún sentido. Su cuerpo, su tiempo, sus energías, su capacidad de reproducirse, se les roba. No pueden vivir para sí mismos, tienen que vivir para otros. Seguramente su memoria se llena de recuerdos dolorosos, tristes, deprimentes, frustrantes, que proyectan miedos hacia un futuro desesperanzador cayendo en absoluta depresión. A los animales se les roba su historia entera. Y si no me creen, les invito a ir al parque Hidalgo a ver directamente a los ojos del mono llamado Panchito con sus 52 años de cautiverio o al cocodrilo de la línea de fuego si es que aún no lo han vendido.
En serio que no necesitamos que se realicen todos nuestros caprichos, no necesitamos la supremacía humana, no necesitamos que los animales nos obedezcan, pero sí necesitamos la naturaleza, sí somos ecodependientes. Somos un animal más que habita este planeta, y tanto nuestra salud como nuestras posibilidades de tener una vida buena dependen de que sepamos cohabitar la Tierra con las otras especies.
Estamos destruyendo ecosistemas, produciendo un exterminio global de especies, agotando los recursos naturales, y contaminando de tal manera nuestros suelos, océanos y atmósfera que comenzamos a alterar peligrosamente el clima del planeta. Y sin embargo, la mayoría de la gente no reacciona, poquísimos políticos se lo toman en serio, la prensa apenas informa, el mundo de la cultura no está respondiendo y el sistema educativo se resiste a abordarlo.
La cuestión es que al sistema consumista enloquecido que prevalece en nuestra “civilización”, le conviene que no entendamos la naturaleza. Con ello consigue dos objetivos: por un lado, que no sintamos compasión hacia los animales, y por tanto no frenemos los negocios consistentes en explotarlos. Y por otro lado, nos puede engañar sobre la supuesta sostenibilidad de nuestra civilización. Así puede exterminar especies y destruir ecosistemas, puede contaminar ríos, mares, tierra y atmósfera: la mayoría de la gente ni siquiera se da cuenta de lo que todo eso implica.
La ilusión de que no hay límites que puedan frenar los deseos humanos, de que el progreso nos conducirá a un paraíso inagotable, se ha expandido como una creencia básica de nuestra sociedad al mismo tiempo que olvidamos los ciclos naturales y los nombres de los animales o las plantas que nos rodean.
La ignorancia ha permitido que nos manipulen destruyendo el único hogar que tenemos, lamentablemente la gente no reacciona porque ha olvidado que la tierra y la naturaleza es nuestro único hogar. Ana Romo jaulericavida1@outlook.es