UN PRIETITO EN EL ARROZ
A mi madre
Por lo mucho que aprendí de ella
Quizá sea la edad, ya no me cuezo al primer hervor, pero van varias entregas en este espacio, que parto de remembranzas personales, asociadas al tema que quiero tratar. Esta no es la excepción y me alejo a más de medio siglo de distancia, cuando cruzaba bachillerato en la Prepa de Petróleos.
Por entonces, a inicios de semana santa, cuando todavía no eran jueves y viernes santo, llegué como todos los días a la preparatoria y prácticamente de inmediato que la escuela estaba en actividad pero semivacía, no habíamos muchos alumnos ni en clases ni en los patios del plantel. Cuando pregunté a algunos compañeros la razón, me respondieron como si fuera algo obvio: los ausentes están en ejercicios de encierro.
Entonces caí en la cuenta que la mayoría de los alumnos eran católicos, presuntamente devotos y beatos. En lo personal, no obstante venir de una familia creyente, eran más liberales y abiertos, de tal manera que nunca me inculcaron la religión, al grado que desde hace años antes era ateo convencido y no gracias a Dios como algunos se burlaban, no concibiendo que hubiese personas que no pensasen como ellos.
Era una generación, la Ramón López Velarde, que siempre fue dirigida (hasta ahora y lo ha hecho bien) por Armando Romero, ligado desde entonces al PRI, que llegó a ser presidente municipal. Pero tanto los ubicados en el partido citado, como los identificados con posturas más conservadoras, eran mantenedores del statu quo, postura contraria a la mía.
Por entonces pocos compañeros coincidían conmigo, puedo contar entre ellos a Armando Alonso y a Jaime Arteaga. Poco después también me daría cuenta que había otro militante de izquierda socialista en la generación, que llegaría a ser incluso diputado federal y local (en el Estado de México) por el PT: Joaquín Vela González.
Éramos pocos los cuales el corazón nos latía a la izquierda. Nunca negué mi forma de pensar, como no lo he hecho ahora, pero mi militancia la he realizado fundamentalmente en la Ciudad de México, pero con altibajos, nunca me he desligado de mi generación, donde siguen abundando los que creen en la derecha, aunque he palpado que algunos compañeros han evolucionado hacia posturas más progresistas. Incluso hubo uno de ellos que alguna vez, cuando iba entrando a una de las tradicionales comidas anuales de la generación, me pidió encarecidamente no se me ocurriera hablar de mis raras creencias, lo cual nunca tuve intención de hacerlo. Curiosamente este compañero, años después (y no fue en 2018) me confesó que iba a votar por López Obrador.
Siempre he considerado a mi tierra como de derecha, lo que no quiere decir que no tenga una veta de izquierda. El antecedente más lejano está en el llamado “gobernador rojo”, Esteban Ávila en la segunda mitad del siglo XIX, como le llamó Gastón García Cantú en su libro El socialismo en México. Supongo que los paisanos derechosos no saben quién fue este personaje o que el fundador de la Liga Comunista 23 de Septiembre fue Ignacio Salas Obregón, un aguascalentense miembro de una de las familias más tradicionales de estas tierras.
Por ello no me asombró que Aguascalientes haya sido la única entidad donde ganara la señora X, sin que arrasara como mal lo cabeceó El Sol del Centro, cuando en el Distrito I y II avanzó el progresismo de Morena, aún la endeblez orgánica de este partido..
Tarde o temprano tendrán que venir los tiempos de la izquierda