¿UNIDAD MORENISTA?
Más parecen reuniones protocolarias de afirmaciones de dientes para afuera, que la muestra de voluntad política para unir al partido mayoritario o en el gobierno, dígase Morena. Por lo menos esa impresión me da la reunión de su grupo parlamentario en el Senado, el pasado fin de semana, que contó con la participación del secretario de Gobernación, que en el poco tiempo que tiene en el cargo, se ha convertido en un activo operador político real para López Obrador y su administración.
Al parecer prevaleció el espíritu unitario, que efectivamente hace falta para contrarrestar a la oposición, que sigue intensificando sus acciones y campañas en contra de todo lo que huela a progresismo, pero más concluyo que es una unidad de apariencia que real, en gran medida, gracias a una actitud no plenamente mostrada con voluntad política, por parte de Ricardo Monreal, que por sobre todo y todos, sigue en su pretensión de ser el relevo presidencial, cueste lo que cueste, aunque ello implique la fractura.
En ese esquema ha abierto flancos a su favor en varios Estados de la República; también con el anodino líder del grupo parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados, un poblano tan gris, que ni siquiera me acuerdo de su nombre (y no quise buscarlo) o la fracasada comisión parlamentaria sobre Veracruz, dirigida directamente contra su correligionario Cuitláhuac García, asonada que fue muy bien vista por la oposición.
Se les olvida lo fundamental, lo que está en el centro del actual espectro político mexicano. Y por lo menos en lo que falta del primer semestre del año, están pendientes tres actividades fundamentales en el escenario político nacional, que requieren cerrar filas, dar la lucha ideológica y política, involucrar a la gente, además de movilizarla. Me refiero al proceso de revocación de mandato, la reforma eléctrica y las elecciones en seis estados de la República, donde se renovarán las gubernaturas.
López Obrador ha demostrado su enorme habilidad para negociar y llegar a acuerdos con quien se deje. Su sentido pragmático le ha permitido llegar a la mitad del camino sin escollos significativos, aún teniendo algunos miembros de su gabinete que dejan mucho que desear. Prácticamente lo hace solo todo y eso está mal, pues el equipo es fundamental y garantía pata tener una continuidad tersa.
Pero aún la consideración antes citada, desde mi punto de vista, su principal obstáculo hasta ahora es el partido que formó y por el cual llegó a la Presidencia de la República, del cual se esperaba un acompañamiento popular a las acciones de gobierno.
Hasta ahora se ha convertido en una rémora. No acaba de entender su valor histórico. Aunque siga sin cuajar en su estructura e inserción social, está bien que se siga manteniendo como un partido-movimiento. Lo que está mal es que se concentren en su programa, que dibuja lo que AMLO quiere y explica como Cuarta Transformación, de corte centro-izquierda, pero sin una definición ideológica clara, que por lo mismo, acepta en su seno a una diversa cantidad de especímenes políticos, que es lo que en el Senado se viene expresando en su lucha interna.
La actual dirección nacional de Morena, encabezada por Mario Delgado, no sirve a la base morenista, menos aún a los millones de mexicanos que han votado por esa opción, sino a los intereses de un grupo, que tiene su gallo para 2024 y está trabajando para lograr cumplir con ese objetivo, aun se fracture el partido (lo mismo que por su lado hace Monreal). Coincide con AMLO en el pragmatismo, como si fuera esto una razón de ser. Esto lo evidenció en las elecciones federales pasadas y ahora, en las que están en puerta.
Así, Morena empieza a perder la calidad de opción y atractivo para muchos electores y no me refiero para las clases medias, dúctiles para ser ganadas por la derecha y el conservadurismo. También eso sucede porque crece su divorcio con el movimiento social y de masas, de tal manera que las demandas y reivindicaciones de éste, muchas veces no tiene eco del partido guinda.
De tal manera que, la posibilidad de que se mantenga la continuidad del actual gobierno puede darse más por el prestigio que ha ido manteniendo López Obrador, que lo que aportaría su partido e integrantes de su equipo. Esto es lo que no acaban de entender algunos sedicentes morenistas.
Viven y actúan con soberbia, la cual no les permite valorar las cosas con objetividad, pierden piso, lo que no les ayuda a que tracen una política de alianzas congruente con la realidad y necesidades. Nunca les cayó el veinte de los fracasos en algunas alcaldías de la Ciudad de México. Actualmente, en algunos estados desdeñaron a los aliados formales, como son el PT y el PVEM.
Morena ningunea a la izquierda socialista. Algunos dicen que la considera como el hermano menor o el pariente lejano incómodo y pobre. No comparto este punto de vista, aunque lo que si es real es que minusvalora los aportes programáticos y de inserción en algunos monumentos que ellos no tienen, Todo lo ven a partir de ellos y quisieran que simplemente se sumaran, no que sumaran.
Lo que flotó de la reunión del grupo parlamentario de Morena en el Senado, no huele bien, deja entrever una tregua en una lucha fratricida que aún no ha concluido y cuyos principales actores pudiesen alentar el regreso al pasado. Eso es lo que no debemos permitir.
Es cuanto más necesario es crear un contrapeso, aún al interior de los partidarios de la 4T o por aquellos que defendiendo la postura de una acompañamiento crítico, vemos como salida el rebase por la izquierda.