¿GIRO EN LA POLÍTICA EXTERIOR MEXICANA?
En la transmisión del programa de radio que tengo los martes en la radio poblana, entrevisté al internacionalista Irán Moreno Santos, sobre el desarrollo histórico del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde obviamente salió a colación la reciente visita y participación que hiciera al organismo de parte del Presidente de la República.
Nuestro entrevistado resaltó algo que me hizo detenerme en dicha apreciación y analizar sus repercusiones. Irán manifestó que el reiterado dicho presidencial de que, “la mejor política exterior era la interior”, al parecer estaba cambiando y que la participación de López Obrador en la sesión del Consejo de Seguridad es una muestra de ello.
Hasta hace poco, la afirmación dicha por el presidente sería congruente con su disposición para que quien asistiera a la reunión del G-20 fuera el secretario de Relaciones Exteriores, ya antes lo había hecho en la asamblea general de las Naciones Unidas. Tampoco López Obrador asistió a la reunión sobre el cambio climático en Escocia. Pero ahora si lo hizo, viajando a Nueva York e incluso semana una vez más, para asistir a la Cumbre México-EU-Canadá.
Le doy la razón a Irán Moreno, por todo lo que ha representado el discurso de López Obrador en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta es la quinta vez que México participa como miembro no permanente del organismo. Las otras cuatro ocasiones corresponden a 1946, 80-81, 2001 y 2009. Todavía recordamos la valiente labor de Aguilar Zinser ante el conflicto en medio oriente, donde se contrapunteó con el mismo gobierno de Washington y con el propio canciller mexicano, Jorge Castañeda.
Pero en ninguna ocasión anterior (y lo pudieron haber hecho), algún presidente mexicano había acudido al organismo y dado un discurso como el que dio, que si bien es cierto, no siguió los cánones para algunos observadores convencionales, puso el dedo en la llaga no sólo del Consejo de Seguridad sino de la misma Organización de las Naciones Unidas.
No solamente señaló la abulia del organismo o la poco democrática capacidad de veto de las cinco representaciones de las superpotencias del mundo, sino subrayó la necesidad de cambiar y asumir la responsabilidad del desarrollo de decenas de países que viven en condiciones inadecuadas, a las cuales había que apoyar sin condiciones al estilo impuesto por los organismos financieros internacionales, aunque también proponga que los apoyos debieran darse a través de las mismas instancias.
También planteó los necesarios apoyos económicos de los hombres más ricos del mundo, para el mismo fin, aunque en México hasta el momento no haya querido tocar a los que más tienen grabando al gran capital, lo cual está claro que es contradictorio.
Sólo por los dichos y planteado en la instancia referida, el presidente de la República adquiere un papel protagónico en espectro mundial, a la altura de los grandes protagonistas de nuestra política exterior, dígase Jesús Terán Peredo en el siglo XIX, y en el XX, Genaro Estrada, Gilberto Bosques, Alfonso García Robles e incluiría a Adolfo Aguilar Zínser.
De esta manera, López Obrador empieza a abrir el camino de mayor dinamismo protagónico en la esfera internacional, a partir de aprovechar los espacios de la diplomacia en una postura contraria a la que originalmente manejó, pues en hechos acepta que más allá de lo que se haga internamente en el país, se requiere otro tratamiento en lo internacional.
Tampoco podemos desvincular todo lo antes mencionado, con la facilidad del gobierno mexicano para que se celebre en el país, las pláticas de paz entre el gobierno venezolano y la oposición de dicho país, con la intermediación de Noruega. También se puede señalar que papel jugado por México en la Celac y la disposición para avanzar en la transformación de la OEA en un organismo realmente imparcial y no intervencionista o ser sustituido por otro.
Supongo que el cambio se ha dado después de la experiencia vivida con la pandemia, pero sobre todo por la respuesta sobre todo retórica de las grandes potencias y firmas farmacéuticas, para maniobrar conforme a sus intereses con las vacunas y medicamentos para atender el Covid-19. El llamamiento mexicano hecho en la ONU sobre el mecanismo Covax, que concitó la aprobación de prácticamente todos los países del mundo, quedó en eso, pues en los hechos poco se ha hecho por apoyar a las naciones pobres.
Algo más se tiene que hacer aparte de los declarativo, y esto es lo que empieza a presentarse con una mayor participación del Presidente mexicano en el espectro nacional, lo cual evidentemente hay que saludar, lo que no quiere decir alentar invertir el cono, sino balancearlo, bajo el principio de que, asegurar que los demás estén bien, asegurará que también nosotros lo estemos.
Y esto porque efectivamente la ONU debe cambiar, no basta la Carta de 1948 ni la sucesión de Resoluciones de distinto orden, sino que se transforma democráticamente, desapareciendo la facultad de veto que tienen cinco países, para definir la presunta estabilidad mundial.