¿MÁS NUECES O MÁS RUIDO?

¿MÁS NUECES O MÁS RUIDO?

“Cuando los ricos se embarcan en una guerra, son los pobres los que mueren”.Jean Paul Sartre

Lo importante está más allá de los futurismos electorales, de quienes sean e incluso de los partidos. Lo de verdad trascendente sería ver madurar la conciencia ciudadana, vivir en democracia con responsabilidades más compartidas y sobre todo, haciendo camino al andar, profundizando en la transparencia, subir peldaños en la construcción de una sociedad exigente y crítica pero sobre todo plural y abierta al diálogo, abierta de verdad a la diferencia. Puesta y dispuesta para la construcción, para saber trasformarse ella misma. para avanzar con justicia y equidad. En lo demás, lo que se escucha es más ruido que nueces.

De entre lo urgente, antes que tener prospectos o nombres, lo valioso sería poder no solo conocer las políticas y programas, sino entender que al ir en ello nuestros destinos, seamos capaces de participar y hacernos escuchar.

Se requiere con urgencia reactivar la actividad económica pero no insistir en modelos que solo crean más pobreza y marginación, por el contrario, fortalecer todo aquello al alcance que frene la brecha de la desigualdad. Hacer de las instituciones brazos para edificar un nuevo presente para todos.

Parece a ratos ingenuo pedir solidaridad ciudadana, cuando la ciudad es en estos días un ir y venir de muchedumbres para quienes en su mayoría parece no existir la conciencia de que aún estamos en una emergencia de salud. Del día a la noche hacia todos los rumbos lo que priva es una movilidad irresponsable. Y lo importante no era salir desbocados a comprar y a celebrar, sino actuar con cordura y seguir con temple los protocolos. Cordura, responsabilidad, temple, parece mucho pedir en estos tiempos. Carecemos de una conciencia ciudadana, solidaria y generosa, ahí una de las tareas mayores, aunque ¿para cuándo?

Lo que es hoy, estamos construyendo ciudades cada vez más crueles e inhumanas, tan densas e ingratas como los muros, ya silenciosos ya sólidos y evidentes que se alzan por todos los rumbos. De un lado un mundo encantador, rico y dichoso, merecedor de todas las consideraciones y privilegios, y del otros lado, la azarosa realidad; pobreza, alienación, drama y marginalidad.

¿De verdad hemos aprendido?

Ojalá y en la época de jolgorio y recuerdo que ya hemos inaugurado, la navidad, recordemos que el mejor propósito para hoy y mañana sigue siendo el desarrollamos en nuestro interior como seres humanos; esa posibilidad de ser, de que nuestro hacer, lo que tengamos, lo que construyamos como colectivo sea algo que se fundamente en el bienestar, en el reconocimiento, en el respeto, en la justicia, en la aceptación en valores como la compasión y la solidaridad.

Es una buena ocasión para mostrar que lo aprendido con la pandemia no se ha dilapidado, sino que por el contrario, hemos aprendido a vivir y convivir en medio de esta larga temporada de crudeza no vista y duelo en numerosas familias. Duelo que debería ser socialmente también compartido. Ojalá le tomemos sentido a todo esto y la experiencia se refleje en adelante en forma y fondo en los quehaceres cotidianos donde construimos socialmente y, por supuesto, en la mejora de los mecanismos de la economía, la organización política, todas las formas de diversión; que todos los comportamientos sean coherentes con ese desarrollo humano. Sería el nuevo punto de partida.

Habrá que entenderlo a riesgo de padecer nuevos flagelos. Vivimos en una situación de emergencia planetaria. El sistema político y económico basado en la máxima producción, en el hiperconsumo de las sociedades «desarrolladas», la explotación ilimitada de recursos y el beneficio como único criterio de la buena marcha económica es insostenible. Un planeta limitado no puede suministrar indefinidamente los recursos que esta explotación exigiría. Por esto se ha impuesto la idea de que hay que ir a un desarrollo real, que permita la mejora de las condiciones de vida de toda la humanidad, pero compatible con una explotación racional del planeta, que cuide el ambiente, acabe con la injusta distribución de la riqueza, con la pobreza extrema. O hay desarrollo sostenible o mañana habrá poco menos que nada.

Queramos o no, estamos obligados a pasar a una transición radical, totalmente diferente. El mundo, la vida hoy para todos es de momentos excepcionales que la humanidad no ha transitado frecuentemente, aunque algunos apenas se den cuenta.

Vivimos una excepcional circunstancia y en esa nave vamos todos con desgarraduras, cicatrices y nuevas oportunidades.

Todo es que sepamos distinguir las nueces del mero ruido.

P.D.- Saramago lo dice; “hay que decidirse a entregarnos al tiempo, a ese tiempo que simultáneamente nos va construyendo y destruyendo para de nuevo construirnos y otra vez destruirnos”. Por lo pronto aquí seguimos.

    Publicado en “Hidrocálido” / 17.11.2021

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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