La amistad de Amador, lluvia fresca para todos/as
Salvador Camacho Sandoval y Arturo Silva Ibarra
“La suprema bondad procede como el agua. El agua llega a todas las cosas y las favorece… Viviendo encuentra la alegría de vivir. Sintiendo encuentra el sentimiento. Siendo amigos de todos encuentra la armonía”. Tao Te Ching
Un minuto de silencio en la sesión del H. Consejo Universitario de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA) ha sido el inicio de un homenaje que le debemos a un extraordinario universitario y a un hombre ejemplar. Amador Gutiérrez Gallo trabajó afanoso y apasionado por muchos años para hacer realidad la formación humanista en las y los estudiantes de la institución. El pasado jueves dejó este mundo. Familiares y amigos lo recordaremos siempre con gran cariño, agradecimiento y admiración.
Hace 13 años, en junio de 2010, un pequeño grupo de sus exalumnos y compañeros maestros nos reunimos para celebrar su jubilación. Dejaría de estar en la universidad, pero nunca lejos de una actividad de compro’miso y empatía con las personas que requerían de su ayuda. Era un hombre dispuesto a acompañar y servir al prójimo en el trabajo y en su vida cotidiana. Quienes lo conocieron saben a qué me refiero: siempre dispuesto a escuchar y a ofrecer una mano amiga, respetuoso y convencido de que todas las personas somos libres y capaces de ser mejores cada día.
Para aquella ocasión, este grupo se dio a la tarea de escribir un texto sobre su persona, su trayectoria profesional y de vida, y la relación que tuvieron con él quienes escribieron. Al final, se formó un pequeño libro que bien merece publicarse ahora y que coordinaron María Esthela Esquivel Reyna y Yolanda Padilla Rangel. Aquí comparto los nombres de los autores y los títulos de sus escritos: José Acevedo Acosta, “Compañero y amigo Amador”; María de los Ángeles Alba Olvera, “Si algo está por concluir es porque algo nuevo está a punto de iniciar”; Damina Barra Calorio, “Carta para Amador”; Salvador Camacho Sandoval, “Amador y el contagio por la pedagogía crítica”; Patricia Cervantes López, “Un maestro de vida”; Jesús de Anda Romo, “Amicitia (amistad) para Amador”; María Esthela Esquivel, “Amador ¡acompañante siempre!”; María Jiménez Gómez Loza, “Quién es Amador en mi vida”; Enrique Luján Salazar, “Un brindis por la amistad y por los devenires compartidos”; María Teresa Macías Díaz Infante, “¡Auxilio!”; Felipe Martínez Rizo, “Un amigo bueno y un buen amigo”; Irma Leticia Medina, “Gracias estimado maestro Amador”; Rebeca Padilla de la Torre, “Para Amador”; Yolanda Padilla Rangel, “Lotería para Amador”; María Eugenia Patiño y Luciano Ramírez, “A nuestro entrañable amigo Amador Gutiérrez Gallo”; Francisco Pizaña Morones, “Unas breves y sinceras palabras para Amador”; Dolores Ramírez Gordillo, “A un gran maestro y amigo”; Onésimo Ramírez, “Despidiendo a Amador”; Arturo Silva Ibarra, “De la palabra al recuerdo”; Sergio Armando Valdivia Flores, “Al maestro y amigo”; y Genaro Zalpa Ramírez, “Jubilarse y no”.
A raíz de su fallecimiento, Arturo Silva Ibarra, quien tuvo una relación cercana con Amador, escribió un breve y sentido texto, que aquí publicamos. Después yo, Salvador Camacho Sandoval, comparto el escrito que redacté hace 13 años. Lo hago con humildad y profundo agradecimiento.
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“Mientras no nos muéramos de a tiro”
Arturo Silva Ibarra
29 de noviembre, 2023
“Si nada te duele, preocúpate …”
“¿Qué le vamos a hacer? con estos bueyes tenemos que arar…”
“Diosito, ¿y hoy que me tienes reservado?”
(frases recurrentes de Amador)
Lo conocí como un hombre alto, fuerte, con una sonrisa fácil de encontrar. Era yo un joven, no hizo falta que pasara el tiempo para descubrir al hombre grande de corazón y generosidad.
Recto y alegre ante los malos vientos…
Y en los buenos, qué decir de sus inacabables anécdotas y buenos recuerdos.
Todo el que lo conoció tiene, por lo menos, una frase y un momento que lo traslada a un feliz recuerdo con él.
Amador no necesitaba ser presentado, siempre sabían de él, ya sea por su carácter alegre, sus chistes y, más aún, por sus sabios consejos.
Nos dice Carlos, su hijo, a propósito de la velación de su papá: «Únete a nosotros para celebrar su vida», y tiene razón, así será cada vez que lo recuerde, y así digo:
Celebro y doy gracias por haber tenido la suerte de recorrer caminos juntos.
Celebro haber conocido a un hombre de una profunda fe que enseñó con su vida.
Celebro nuestras diferencias que me hicieron crecer y luego abrazarnos.
/También celebro a esa persona que sabía reírse de sí mismo, no de los demás.
Celebro al amigo Amador, «el altísimo», como en broma alguna vez le decía una compañera, y sonreía contento ante el cariño de sus amigos.
Hoy Amador, abriste la puerta de tu casa, como siempre lo hiciste con toda persona, y más aún con tus amigos, con confianza y fe. Y así, hoy, también saliste de casa al encuentro de nuestro Padre.
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Amador y el contagio por la pedagogía crítica
Salvador Camacho Sandoval
19 de junio, 2010
En una ciudad pequeña de Argentina nos hemos reunido con un grupo de filósofos y educadores brasileños para analizar y discutir corrientes pedagógicas críticas, entre ellas la de Paulo Freire, adaptada ahora a los retos de una América Latina, con sus añejos rezagos y los nuevos desafíos de la globalización. Debo decir que hace aproximadamente 30 años leí dos pequeños grandes libros de este educador brasileño, estimulado por un pequeño grupo de profesores que desde la Universidad Autónoma de Aguascalientes se atrevía a proponer no sólo a que conociéramos sus propuestas pedagógicas y políticas, sino a que pusiéramos en práctica sus ideas en un trabajo de servicio social que realizábamos en una comunidad rural en el municipio de Jesús María. Uno de ellos fue Amador Gutiérrez Gallo, y a él me dirijo ahora:
Amador: desde aquellos años te sigo de cerca y te considero un profesor universitario ejemplar. Hace algún tiempo me enteré de que muchas veces los responsables del área de formación de profesores en la universidad te invitaban para que compartieras tu manera de enseñar y de relacionarte con los estudiantes. La decisión era acertada, pues eres una persona que reúne esas características que los manuales de didáctica sugieren a quienes desean entrar al complicado y difícil mundo de la docencia; pero el trabajo que haces es mucho más, porque enseñar no es una cuestión de estrategias y técnicas, sino de actitud y filosofía.
Te recuerdo como uno de mis mejores profesores de licenciatura, a pesar de que nunca impartiste un curso a los de la primera generación de la carrera de Ciencias y Técnicas de la Educación, Área Investigación. Y no te recuerdo tanto por tu erudición académica sino por tu capacidad de dialogar sobre asuntos realmente serios de nuestra profesión y de nuestra vida. Eres un educador en el sentido estricto del término. Para ti un universitario no sólo debe ser experto en su área sino también una persona que está obligada a tener una conciencia de su papel privilegiado en la sociedad y mantener una actitud crítica frente a su realidad, a la vez que, como dijera Paulo Freire, un compromiso práctico a favor de los desposeídos.
Cuando te conocí eran los tiempos en los que yo, idealista, arrojado e ignorante, simpatizaba con las ideas marxistas, mantenía solidaridad con las luchas de liberación latinoamericana e interpretaba canciones de Víctor Jara, Joan Manuel Serrat y Silvio Rodríguez. Por eso las conversaciones contigo y un grupo de amigos (la PIC) me resultaban muy interesantes y enriquecedoras. Me imagino ahora cómo debiste soportarme, con mi ortodoxia y mi arrogancia de estudiante progre. Te agradezco que me hayas sabido escuchar, sé que esto lo sabes hacer muy bien, como educador y como persona; por eso te has ganado el cariño de muchos, dentro y fuera de la institución.
Ahora que te jubilas, me parece que el tiempo pasó muy rápido y que nos has dejado la vara alta para medir nuestro desempeño como docentes. Has prometido que vendrás y estoy seguro que te veremos con tu bicicleta saludando a todo mundo, con la sonrisa que contagia o la frase atinada con la que luego se queda uno reflexionando. También te imagino como el sabio que seguirá explotando la sabiduría popular, el buen humor y el sentido común, ese que forma parte de la reivindicación que tienes de tu cultura alteña, a la que con orgullo perteneces. No te veo inactivo y solitario. Creo que te hace falta la gente, conversar, profundizar en la reflexión, dar la palmadita y sonreír, siempre sonreír.
En estos momentos en que la universidad se distrae a ratos de su función crítica y humanista, con eso de que debemos ser modernos y globales, y dar puntos a quien mejor trabaja y se porta bien, vienes a reivindicar la esencia de toda universidad pública y autónoma que se precia de serlo: mantener un compromiso con la generación y trasmisión de conocimientos al servicio de causas sociales justas, con una visión crítica y humanista de las profesiones y de la vida misma. Por eso tu insistencia y tu trabajo de muchos años para formar jóvenes despiertos, activos y conscientes de su realidad.
A pesar de algunos desencuentros entre universitarios, nunca perdiste el sentido democrático y justo de tus acciones al frente de cuanto cargo se te encomendó; te indignaste ante tropelías y mezquindades de colegas y autoridades, y tuviste que defender con valentía y prudencia tus convicciones. Te pusiste la camiseta de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y fuiste congruente con tus acciones, mucho más que autoridades y profesores que presumen con discursos un presunto amor a la institución, pero que sólo se les ha visto trabajar para su beneficio personal. Te jubilas sin ceremonia oficial, porque no la necesitas: eres de esos hombres que trascienden en silencio y que dejan huella. Pocos como tú. Te extrañaremos…
Regresé del encuentro de pedagogos y filósofos críticos de ese pueblo argentino. Allí tuve la oportunidad de conocer a un investigador y ex sacerdote que había hecho su tesis doctoral sobre la educación y el pensamiento de un teólogo de la liberación. El investigador era profesor de una universidad brasileña y me atrajo su visión crítica de la jerarquía católica; no era de esos hombres atufados y amargados, de los que se ven afectados por la desilusión de una iglesia que no cumple sus expectativas, sino todo lo contrarios: alegre y sociable. Inevitablemente me hizo recordarte, Amador, así como las discusiones que hace 30 años teníamos con el grupo de Paso Blanco.
Ya de regreso, en la universidad te vi en tu bicicleta y me enteré de que pronto te jubilarías, que ya no vendrías tan seguido, y me reproché no haberte buscado antes. Me pareció que nuestra “máxima casa de estudios” no podía dejar ir así a una persona tan valiosa como tú. Sé que tienes un proyecto para que los profesores jubilados sigan beneficiando a la institución. Ojalá que las nuevas autoridades sean sensibles a esta iniciativa.
Amador: formas parte de esa generación que dio vida a la institución y que ahora está en la edad de dejarla para que las generaciones que siguen hagan los cambios que tengan que hacerse y trabajen para conservar lo que haya que continuar. Con tristeza veo a muy pocos miembros de mi generación que sepan y puedan responder a este gran desafío. La estafeta está pasando y, de momento, no hay muchos que la agarren con la entereza, el compromiso y la sabiduría que nuestra universidad y Aguascalientes necesitan y merecen. Saber trabajar de esta manera es el reto que las nuevas generaciones tenemos enfrente.
Recordando a José Saramago, de quien dijo que el hombre más sabio que conoció no sabía leer y escribir, de esos que reivindicaban Paulo Freire y tú, me pongo a pensar que los universitarios debemos trascender el mundo académico y realmente asumir “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”, pues frente a la realidad aterradora que estamos viviendo en México y el mundo, debemos reivindicar la “pedagogía de la esperanza” y rescatar el coraje, la lucidez y los sueños colectivos. Siempre los sueños.
Nota sobre la trayectoria académica de Amador Gutiérrez Gallo.
Nació en Aguascalientes, Ags. en 1945. Realizó estudios de Licenciatura en Filosofía en la Universidad del Valle de Atemajac de Guadalajara y la Maestría en Investigación Educativa en UAA. Fue catedrático en esta institución, miembro del H. Consejo Universitario, Jefe de los Departamentos de Filosofía y de Apoyo a la Extensión y Servicio Social, Coordinador General del Programa de Formación Humanista y miembro de la Junta de Gobierno. También participó en diversas comisiones y fue asesor de los grupos de Servicio Social Comunitario en las comunidades de Paso Blanco y Los Arquitos del Municipio de Jesús María, así como asesor de los grupos de universitarios en los campamentos de trabajo en el Valle del Mezquital, Hgo., cooperando en la construcción de viviendas para las comunidades indígenas otomíes. Fue miembro del grupo de maestros voluntarios en el proyecto comunitario de Servicio Social en el Ejido Las Cumbres. Como escritor, publico textos sobre Filosofía, Metodología de las Ciencias, Democracia y Derechos Sociales y Económicos.