Entrevista al Dr. Alfonso Pérez Romo Aguascalientes, la ciudad que ya no es
Durante estos días de diciembre, se está celebrando el centenario del natalicio del Dr. Alfonso Pérez Romo (13 de diciembre de 1924, Parral Chihuahua), una persona importante en la vida pública de Aguascalientes y personalmente muy estimado. Fue cofundador y exrector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, además de haber desempeñado múltiples cargos en los sectores público, privado y social. A doctor Pérez Romo se le recordaba por estar en todas partes y ocupar, ciertamente, muchos cargos. Con un sentido de humor, que le caracterizó muchas veces, él mismo decía que sólo le faltaba ser reina de la feria de San Marcos. No lo fue, desde luego, pero sí recibió un reconocimiento póstumo de la Asociación de Reinas y Princesas de la Feria de San Marcos, el pasado viernes 13, el mismo día que se presentó el libro “90 años, 10 décadas: faenas y luces de Alfonso Pérez Romo”, relativo a su afición por la corrida de toros.
A sus 98 años, el doctor seguía asistiendo, de vez en vez, a un cubículo que le asignaron en la Infoteca de la UAA, que ahora lleva su nombre. Por extrañas coincidencias, durante los últimos meses de su vida, tuve la oportunidad de conversar con él. Sólo algunos pasos eran necesarios para encontrarnos en la universidad y ponernos a platicar. Temas había muchos. No de toros porque en eso teníamos diferencias, ni de política. En una ocasión, le propuse que me comentara sobre la ciudad de Aguascalientes y su gente, que el conoció cuando llegó a vivir en ella. De esta charla, que tuvimos el 27 de junio de 2022, comparto algunos de sus recuerdos, y lo hago con afecto y agradecimiento.
Salvador Camacho Sandoval (SCS): Vamos a conversar sobre la ciudad de Aguascalientes que usted conoció, sobre su evolución y sus problemas, pero también sobre momentos y espacios agradables, los espacios de convivencias: el lado amable junto al lado oscuro de la Luna. ¿Cómo recuerda su infancia y su juventud en esta ciudad? Yo sé que usted llegó de Chihuahua cuando tenía cinco años de edad.
Alfonso Pérez Romo (APR): Viví en un Aguascalientes muy diferente al actual. El estado y la ciudad tuvieron una vocación muy clara, ¿por qué? porque aquí se quedó la gente a vivir gracias al agua que se obtenía fácilmente, y también por la facilidad en el cruce de caminos. Entonces, se tenía una vocación caminera, vocación agrícola, hortícola y, luego, textil. Y ¿por qué textil? porque las mujeres que se quedaron eran buenas para tejer, para hacer cosas manualmente.
La ciudad que yo conocía era pequeña, debe haber tenido unos 60 mil habitantes, y había una clase media, con pocas divisiones sociales tan graves y abismales, diferente a otras zonas del país. Era un Aguascalientes muy uniforme, no había muy ricos ni había gente muy pobre, de eso sí tengo absoluta certeza. Las personas que tenían algo eran comerciantes, algunas eran inmigrantes: árabes, libaneses, españoles, ingleses… Luego, poco a poco, llegó la pequeña y mediana industria.
Sobresalían los ferrocarriles, porque era una industria sumamente importante, era el centro ferroviario del país. Y alrededor de eso, se creó la empresa textilera de San Ignacio; también me acuerdo de la Fundición, que estuvo una temporada aquí, y de “La Perla”. Todo esto no le quitó a Aguascalientes la fisonomía que tenía, de gente amigable y muy tranquila, cuya vida se centraba y movía principalmente al ritmo del cristianismo, es decir, de las fiestas religiosas, de la moral cristiana.
SCS: Usted sabe que me gusta y me interesa la historia de la educación. Dígame, ¿qué escuelas había entonces y cuál era y es su percepción sobre ellas?
APR: La ciudad era pequeña, pero bien abastecida en educación básica. Recuerdo que había buenas escuelas, tanto privadas como públicas: la escuela Alcalá, la escuela de don Servando, la Rincón Gallardo, la de las señoritas Ruiz de Chávez, la Escuela Federal Tipo, la Normal para señoritas…
SCS: ¿Y qué me cuenta del Instituto de Ciencias?
APR: Sí, allí se formaba bastante bien a los muchachos. Cuando yo fui a estudiar a México, a la UNAM, entré a la escuela de Medicina y en el primer año teníamos la clase de Anatomía, que era la barrera terrible que teníamos que pasar, con el doctor Fernando Quiroz, a quien le decíamos “El burro”. El primer día pasó lista y nos preguntaba que de dónde veníamos. Las respuestas eran: “yo de Saltillo”, “yo de Monterrey”, “yo de Yucatán”; luego, mencionó mi nombre: “y tú ¿de dónde vienes?”. “De Aguascalientes”, le respondí. Luego me dijo: “Ponte listo, porque de allá, de esa ciudad, han venido algunos de los mejores alumnos que he tenido”.
No era nada más la prepa, era todo lo que estaba debajo, es decir, era la formación muy sólida de los hogares de Aguascalientes. La vida familiar era muy firme, muy lógica, muy protegida por la vigencia de las costumbres, por las autoridades, por toda la gente de la ciudad. La misma moral que se respiraba ayudaba mucho a tener buena educación. Estamos hablando de los años treinta y cuarenta del siglo pasado.
SCS: Parte de su mundo fue la medicina y la preocupación de mejorar la salud de los aguascalentenses y de la gente en general.
APR: ¿Qué había en cuestión de salud? Nada. El viejo hospital Hidalgo nada más, con una cantidad enorme de limitaciones. La Cruz Roja, que hacía lo que podía, y un dispensario para pobres que había por ahí. Entonces, ¿en qué se basaba la salud en Aguascalientes? Había de 18 a 20 médicos, pero ellos levantaban la canasta. Si se comparan las cifras de salud, en general, de mortalidad, de pandemia de aquellos años con los actuales, no hay diferencias importantes, a pesar de los enormes avances en la tecnología médica, los cientos de médicos y las enormes instalaciones, algunas de las cuales son negocios gigantescos para unos cuantos.
SCS: ¿Recuerda algunos nombres de médicos, de esos que fueron buenos?
APR: Había algunos extranjeros y otros nacionales. Yo me acuerdo de Rafael Macías Peña, Jesús Medellín, Eduardo Durán, Diego Ramírez Valdez, Salvador Martínez Morones, Salvador Ramírez Martín del Campo… Eran médicos generales, pero eran buenos médicos generales.
SCS: Que también se vinculaban al Instituto de Ciencia.
APR: Sí, también eran maestros del Instituto de Ciencias… Ese era más o menos el ambiente de Aguascalientes. Había también una escuela de dibujo, que fue un antecedente de lo que fue después la Casa de la Cultura. Allí empezó Antonio Leal y Romero, como gestor cultural y maestro de teatro. Uno de sus alumnos, chiquillo entonces, fue Víctor Sandoval, que después siguió como poeta y creador de esta Casa de la Cultura.
En la ciudad había una sociedad bastante amable, todo quedaba cerca, no había grandes ambiciones. Yo recuerdo que las familias que vivían en Aguascalientes no eran gentes como hay ahora, multimillonarias, eran gentes sencillas que no les faltaba nada, pero no les sobraba nada. Los veíamos como gente pudiente, pero no había esa cosa tan escandalosa que ahora tenemos.
A partir de entonces, Aguascalientes empezó a tener un desarrollo sumamente violento, rápido, desconcertante. Lo que yo creo es que, con excepción de tres gobernantes, ninguno de los demás, de lo que yo recuerde, ha tenido visión de futuro, de ver qué va pasar y qué se va hacer. El primero que tuvo visión del futuro fue el que abrió la calle Madero y que enfrentó un montón de quejas, lágrimas, reacciones en contra, porque tuvo que tumbar casas. Él vio entonces lo que estamos viendo usted y yo ahora. Ese es el secreto del verdadero arte de gobernar. El que viene nomás a remendar lo que está pasando cada día no es gobernante.
Otro que es la excepción es Jesús María Rodríguez Flores (1944-1950), quien se enfrentó también a otra dificultad gigantesca, porque fue el primero que se dedicó a sacar todo el montón de mugreros de drenajes viejos que había en el Aguascalientes antiguo, y abrir tuberías nuevas. Pero, por andar abriendo las calles, casi le cuesta la gubernatura. Recuerdo que hubo un movimiento terrible contra él. Este gobernador se adelantó para que Aguascalientes pudiera crecer, y sin esa acción no hubiera podido mover ni las industrias del agua purificada, ni las lecheras, ni hubiéramos resuelto los grandes problemas de salud que tenía Aguascalientes.
SCS. ¿Quién fue, según usted, el tercer gobernador que destaca entre otros?
APR. El tercero fue Luis Ortega Douglas (1956 a 1962). Él anticipó y vio lo que nos está pasando ahorita con el tránsito y la comunicación, el transporte público de Aguascalientes. ¿Qué hizo? Marcó el primer anillo, y sólo lo planeó porque en ese tiempo el presupuesto de los gobiernos, comparados con los de ahora, estaba para morirse de risa. Él trazó el eje norte-sur o sur-norte, que hubiera convertido a la ciudad de Aguascalientes en otra cosa distinta de lo que es ahorita, porque era una avenida de doble carril. Mandó hacer el estudio, pero se paró porque, además, hubo un movimiento en contra, encabezado por algunas personas importantes que no querían que les afectaran sus propiedades.
SCS: Ya estaba planeado tirar casas y hacer esa avenida de norte-sur / sur-norte…
APR: Sí, claro ¿sabe lo que iba a tirar? ¿Se acuerda usted que detrás del templo de San José, lo que era el antiguo cuartel Z. Mena, y ahora hay una escuela grande ahí? ¿Se acuerda del callejón que está detrás, entre Hidalgo y Zaragoza? Había cuadras sin casas y era posible abrir una calle que facilitara el tránsito. Eso lo anticipó Luis Ortega, y no lo empezó porque los Reynoso, José de Jesús Reynoso, tenían Muebles Colonial ahí. Varios propietarios organizaron y alborotaron a un montón de gente, especialmente a quienes vivían en la calle Zaragoza; hacían reuniones en la noche y juntaban firmas para oponerse al proyecto. A ellos les faltó visión y ahora padecemos un problema de vialidad.
SCS: Antes de pasarnos al presente, me gustaría que compartiera el lado amable de su vida y de la ciudad, es decir, ¿la disfrutó? ¿Qué pudiera compartir de la relación entre usted y esta ciudad que, según usted, era pequeña y amigable?
APR: Yo lo que más disfruté fue la prepa, fíjese. Caminaba a pie todos los días para ir a la escuela porque me quedaba muy cerca.
SCS: ¿Por dónde vivía?
APR: En Álvaro Obregón, antes vivíamos en Primo Verdad, muy cerca del Parían… Tuve muchos amigos muy buenos. Las principales amistades de mi vida las hice en la prepa, amistades que me duraron para toda la vida y que me ayudaron a ser de otra manera.
SCS: ¿A qué otros lugares de la ciudad le gustaba ir?
APR: A San Marcos. Me acuerdo que esperábamos la feria con mucha ilusión y regocijo. Casi todo se centraba en la zona del jardín. No había antros, había tapancos donde uno se podía sentar a tomar una cerveza y bailar un ratito con las muchachas, había cosas populares. Venía gente a vender sus artesanías, comíamos cosas que traían de otros lados y que nos gustaba, la fruta de horno que traían en las ollas las mujeres, las gardenias que traía la gente de Veracruz… En fin, cosas muy sencillas, había cenadurías alrededor del jardín, loterías populares… Lo que era el atractivo principal de la feria era la jugada o la ruleta, los gallos, principalmente, las charreadas y los toros, que eran de dos o tres corridas, aunque entonces no eran tan importantes.
SCS: ¿Cómo disfrutaba usted los domingos familiares? ¿En dónde?
APR: Casi siempre en casa, pero, a veces salíamos a las orillas del río San Pedro. Gustaba mucho a las familias, principalmente en primavera y verano. Era un río, porque todo el tiempo traía agua. Usted iba y se podía bañar en agua limpia. Echábamos brincos de las ramas de los árboles a las pozas, era pozas muy bonitas en las que se podía nadar. Se hacían días de campo, y no faltaba una guitarra, las enchiladas…
SCS: Sí, he escuchado de mi familia y personas mayores estas experiencias en el río San Pedro, pero esto cambió. ¿Cómo percibe usted la ciudad de Aguascalientes de hoy? ¿Qué le gusta y qué no?
APR: Lo que no me gusta es que ha tenido un crecimiento muy desordenado, es decir, ha tenido un crecimiento muy importante, pero no ha sido planeado. Luego, pienso en la llegada de grupos distintos a la ciudad. También llegan nuevos medios de comunicación. Antes, si queríamos música, teníamos que hacer la música en la casa, no había radio. Luego llegó a nuestras casas y también vino el cine en grande, la televisión y otras cosas que comenzaron a disolver mucho de aquello que nos mantenía unidos, con ciertos consensos en la población de Aguascalientes.
La llegada de muchas familias de otras partes cambió mucho las costumbres, las formas de vivir, de entender la vida… Entonces, un Aguascalientes que era chiquito y que tenía una forma de identidad, si usted quiere, un poco provinciana, pero que era muy estable y firme, se perdió. También se perdió un sentido que nos hacía solidarios con ciertas bases y valores esenciales de la vida. Ahora hay mucho escepticismo, mucho individualismo, mucho libertinaje en muchas cosas, es decir, ahora cada quien puede hacer lo que quiere sin importar lo que le pase al otro. Mucho de lo positivo que teníamos se ha perdido, y eso no me gusta. Ya es muy difícil encontrar en Aguascalientes grupos importantes de solidaridad. La violencia ha llegado con todas sus ganas. Es decir, estamos llegando a un momento en que hay mucho movimiento, mucho vigor; pero, la consigna es: ¡sálvese quien pueda! No estamos unidos, estamos siendo llevados por una turbulencia.
SCS: ¿Cuál sería ese factor que nos lleva a esa turbulencia? o ¿hay varios factores?
APR: Creo que para todos se necesita un sustrato moral, una ética. Usted adquiere de momento cosas nuevas, tecnología nueva, hay conocimientos nuevos, hay materiales nuevos, pero usted necesita procesarlos para saber para qué los va a usar, si no está preparado, todo esto no tiene sentido. En vez de que usted los maneje, lo van a manejar a usted, a su manera de pensar… Eso es lo que nos está pasado, nos hemos descuidado. Además, en Aguascalientes, se ha lesionado muchísimo la vida familiar y hogareña, sobre todo en sectores muy grandes e importantes de la población, que han sido descuidados por el gobierno.
¿Cómo es posible que tengamos zonas precarias tan inmensamente grandes donde las familias están descuidadas? No hay escuelas suficientes, no hay policías suficientes, no hay centros de salud inicial suficientes para las cosas básicas, no hay buena transportación, no hay sitios de recreo ni hay posibilidad de que los muchachos pueden decir “bueno yo voy a pasar de donde estoy a otra cosa”. No hay horizonte para estas familias, y no son diez, son miles y miles y miles de personas. Yo digo, bueno y ¿dónde está el cerebro director de esta comunidad tan importante de Aguascalientes? ¿Dónde está el liderazgo? ¿Dónde está el pensamiento para dirigir, anticipar, para ver qué vamos a hacer? Francamente, no lo tenemos ahora.