¿BUENAS CAMPAÑAS O BUENOS GOBIERNOS? Segunda Parte.
Habíamos dicho que en la medida en que se incrementa la competencia entre partidos, el encono y la competencia se traslada a los equipos que conforman la administración pública.
El candidato ganador opta por reemplazar a los cuadros administrativos que han sido capacitados y que están calificados para desempeñar las tareas burocráticas, por cuadros partidistas de su confianza. Poco a poco se ha perdido la voluntad política y la preocupación por generar una estructura burocrática y profesional que sea neutral en los procesos de alternancia.
Los equipos partidistas asumen que el ganar el gobierno les da derecho a incorporarse en los distintos puestos en la estructura del gobierno porque se ganaron ese derecho al obtener votos para el candidato o por el activismo electoral que desempeñó, o por la lealtad que le ha demostrado al candidato o al partido.
Esta concepción se impone desde que los partidos políticos obtienen una cantidad importante de recursos y la relación entre el partido y sus militantes más que en un sentido de pertenencia ideológica o de coincidencia política, se convierte más en una relación contractual. La posición de puesto, depende más de los méritos y la lealtad que muestren al candidato o al grupo al que pertenecen, que de la capacidad o el perfil con el que cuenten para desempeñar un cargo público.
Llegar a un cargo público de cualquier nivel lo asumen como mérito propio porque se lo ganaron “con su esfuerzo y lealtad” por lo tanto sus objetivos fundamentales es dar cuenta y quedar bien con el jefe o con el equipo que lo impulsó, y el compromiso con su desempeño al servicio, al logro de objetivos y cumplimiento de tareas que fortalezcan los procesos de eficiencia en el gobierno, es la preocupación menor que tiene el nuevo funcionario.
Además de lo anterior, esa sensación de “logro” de “ganar el poder” hace que muchos de ellos se comportan con ego desmedido de “nuevo rico” en donde en su posición de jefe, le da derecho a sentirse dueño y señor de todos los
bienes y servicios que administra. A este fenómeno en la administración pública se le denomina patrimonialismo. Se observa incluso en burocracia profesionalizadas, en perfiles partidista no profesionalizados la incidencia será aún mayor.
Esta visión por consecuencia conlleva a altos riesgos en procesos de corrupción, esta visión de poco compromiso y corresponsabilidad en el ejercicio de gobierno, hace que en algunos casos el funcionario asuma como una oportunidad para obtener ventajas del puesto que ocupa. No como un servidor público o resolvedor de problemas que da respuestas a los asuntos planteados por los ciudadanos.
Por lo tanto, para el gobernante con todo el caudal de asuntos y la cantidad de responsabilidades que tiene que enfrentar, poco puede medir quienes y en donde está ubicadas estas fallas.
Hacer factibles los proyectos, bajar con eficiencia las políticas públicas hacia la población, ejercer presupuestos con responsabilidad y eficiencia, llevar a buen puerto los objetivos y los planes de gobierno son metas y presiones para el gobernante. De no lograrse con la suficiente rapidez y eficiencia, tal vez la razón se tiene que buscar en las estructuras de su gobierno y esta es otra contradicción que tendrá que resolver. @normaglzz