Chuck Wepner (2016)
Me encontré en la plataforma de HBO Max “La leyenda. La historia del verdadero Rocky Balboa” (The Bleeder o Chuck The Bleeder, 2016, realizada por el canadiense Philip Falardeau), una Biopic reducida de Chuck Wepner, promovida como “la historia no contada de la inspiración para Rocky Balboa” y “Conocen a Rocky, ahora presentamos a CHUCK).
Wepner tuvo sus quince minutos de fama warholianos cuando se enfrentó a Muhamad Alí en marzo de 1975, lo derribó y le aguantó quince rounds, unos segundos le faltaron para completarlos, una hazaña especial ante el entonces campeón mundial de los pesos pesados y tal vez el mejor pugilista de la historia.
Es el episodio sustantivo de la película o alrededor del cual se compone el guion de Jeff Feuerzeig, Jerry Stahl, Michael Cristofer y el protagonista/productor Leiv Schreiber. Wepner era un boxeador muy resistente al castigo, uno de los escasos de raza blanca en los listados (rankings) de la categoría en los 1970. Conocido como “The Bayonne bleeder” (el sangrador de Bayonne): lo primero por la sangre que le brotaba y empapaba de su rostro, de sus cejas en cada pelea y lo de Bayonne por su pueblo natal en Nueva Jersey. Años antes había combatido, y perdido, con George Foreman y Sonny Liston, entre otros, aceptaba subirse al cuadrilatero con quien le pusieran, luchadores, kick boxing, hasta un oso; se divertía, la pasaba de buena gana.
Se denota el aprecio o admiración de Liev Schreiber por Wepner, el deseo de mostrar una parte de su vida y caracterizarlo, con el cúmulo de cicatrices, su saco de cuadros, su estilo medio bonachón, su sinceridad de saberse perdedor, de gozar sus días de celebridad, con sus amigos, en la cantina del barrio, y los líos de mujeriego tirando por la borda su matrimonio con Phyliss (Elisabeth Moss).
Película independiente, de bajo presupuesto (una parte rodada en Bulgaria, embonada flexible con lo filmado en Nueva Jersey), propone la suerte de Wepner tras más de un decenio de andar en los rings; de ser considerado un punchin’ bag para George Foreman a ganar 100 mil dólares por contender con Ali, quien pensaba le duraría 3 rounds a lo sumo. Don King lo contrató creyendo sería presa facil para el campeón, le serviría de bufón, en cambio hubo minutos donde fue un rival fiero, peligroso, tenaz.
El director Falardeau y Schreiber incursionan con apego al mundo boxístico, le aportan la exaltación de Chuck, narran con empeño y ojo congruente el combate y las secuelas de esa noche, y antes la convicción para entrenar, la conciencia de saber era una oportunidad única. Condensan la pelea, se plantan en el exterior de la arena en Cleveland, y por el montaje saltan a lo sustancial, la torpeza del grandulón blanco y los saltos y giros de Alí; el ambiente dentro, los parientes y cuates animados viendo la transmisión en tv.
La idea flotante, fiel a argumentos de estrellas en caída, es ver al batallador de Nueva Jersey viviendo de la notoriedad de esa velada, paseando su reputación donde fuere, sin dejar de lado el saco a cuadros, su bigote, su manera de ser; hasta disfrutar de saber que Sylvester Stallone escribió un guion y filmó una película basado en él. Vivir de la mentira de haber obtenido miles de dólares y ser su amigo. Emocionarse por los Oscar ganados como si fueran suyos, ir al cine de barrio a verla, aplaudir, aparentemente sin ir a demandas legales. Secuencias tragicómicas vienen con su encuentro con Stallone, con el sobreentendido de éste de no haberle avisado o saltado el permiso para copiar una parte de su existencia, presentándolo como el origen de Rocky; y cuando le regala un pequeño papel en Rocky 2, fallar en la prueba, olvidar sus líneas, aprender la dificultad de actuar.
El fluir de cine sobre deportistas perdedores cabecea en la ruta hacia abajo de Chuck por las drogas, de probar por curiosidad a la adicción, y los corolarios, en la familia, los desvaríos; con un personaje creciente, el amigo de la infancia, John (Jim Gaffigan), presente desde la voz en off de Wepner, antes de la fama y co partícipe en los derroches, las francachelas. Y, como en algo del cine clásico, la salvación despuntada al conocer a la encargada del bar, Linda (apropiadamente personificada por Naomi Watts, esposa de Schreiber), con reapariciones coreada hacia el punto convergente.
Una más de las contribuciones a cine de otros tiempos es la relación con Don, el hermano (un avejentado Michael Rapaport), el difraz de enemistad, las riñas lejanas, y luego la noticia de la cuñada del entusiasmo sempiterno por su carrera.
Philip Falardeau compensa a Wepner, le abona una representación justa de sus choques y trancos en su pueblo y encima del ring. Y Liev Schreiber con la máscara de las golpizas, de las huellas de sus andares por el pugilismo, sus contoneos exhuberantes.
(Wepner continúa vivo a sus ochenta y tantos años. En 2018 se produjo otra película sobre él y similar asunto, “The brawler, dirigida por Ken Kushner No la he visto.)