El individuo sin escencia

El individuo sin escencia

[bctt tweet=»El ser humano no tenía esencia la imitaba, necesita creer antes que reproducirse; necesita imitar, imaginar que su lenguaje es divino, que su destino es la feliz eternidad alejada del martirio de la necesidad» username=»crisolhoy»]

 

La esencia estaba en el olor de una rosa

 

No podía coleccionar esencias de otros humanos en mis palabras porque pocos tenían una que mostrarme; por esto, a casi todos mis personajes yo les inventaba un diálogo y les copiaba un rostro.

El alma de tantos estaba en otra parte; y así los religiosos siempre se referían a escrituras que no habían inventado ellos, y los científicos hablaban de métodos que no habían descubierto ellos; y los literatos hablaban  de libros de autores inalcanzables que habían definido su alma y su escritura pero que no eran ellos.

¿Quién busca un significado dentro de sí mismo que no fuera dicho por alguien más?  El significado estaba en otra parte, en otro libro, en otra observación, en otro Dios, el significado de nuestra vida es asignado no creado.

Los sujetos con alma, los sujetos diferentes;  los que no van a repetir solo lo que escuchan fuera de sí mismos como loros  son las personas sabias, los que buscan contraste; los que buscan algo diferente a la vulgar mayoría,  los que no se contentan por ser como los que supuestamente son diferentes a los demás, los que saben de la ridícula broma que resulta la existencia. Aquellos que buscan más información que la que brindan los medios masivos; es una mentira vulgar que la sabiduría está en cualquier parte, en cualquier persona, en cualquier mercado, en cualquier televisor, en cualquier empresario, en cualquier curso, en cualquier universidad, en cualquier título, en cualquier prestigio. La sabiduría seguía estando en las bibliotecas olvidadas, en los vivos que se apartaban del rebaño.

La diferencia más evidente  entre dos bípedos es su condición social, sin embargo las clases sociales son  un accidente para definir lo substancial del ser; el humano muere rico o pobre de la misma forma. La substancia que  los individuos decían tener en su mayoría; era para mí solo palabra, algo vacío, una impostura, un desfile de máscaras, de siniestros antifaces imitando la tendencia en turno para adaptarse y ser, para no reconocer la inmensa vanidad a la que ha llegado la especie junto a sus individuos supuestamente diferentes unos de otros.

¿Y dónde estaba la diferencia de millones de mortales cuyo único fin era consumir lo más que pudieran antes de morirse?

Y las personas que juraban eran dulces terminaban siendo amargas, y las personas que decían ser tranquilas resultaban ser  beligerantes, y las personas que decían ser sencillas en el fondo solo sabían ser burgueses de cepa. El ser humano difícilmente cuestiona sus creencias; necesita creer en lo que sea inclusive antes que reproducirse.

El ser humano no tenía esencia la imitaba, necesita creer antes que reproducirse; necesita imitar, imaginar que su lenguaje es divino, que su destino es la feliz eternidad alejada del martirio de la necesidad. Pocos afirman vivir en el infierno, quizás los más sabios por esto; les resultan los que más se quejan y los cuestionan, quizás por esto los más sabios suelen ser atrozmente tristes con contadas y loables excepciones.

La esencia estaba en el olor de una rosa, en un perfume intenso, en la miseria de la mayoría de los seres humanos, en el sinsentido de buscar  el placer por el placer, en el hambre, en el cuerpo, en lo no dicho, la esencia estaba divorciada de la identidad. Los humanos iban por allí mintiendo como rutina, mostrando todos los días lo que suponen es lo mejor de ellos.

No saben de la negatividad, no la soportan, no soportan que alguien diga soy profundamente infeliz y pase meses llorando y encerrado, lo consideran el peor acto de egoísmo, afirman que trabajar toda la vida sin cuestionar para que es  un privilegio. Llaman depresión a toda intuición contra la que saben no existe remedio como la muerte suya y de sus antiguas creencias, pretenden calmar su angustia con pastillas que receta quien afirma saber, para no decirse a sí mismos: drogadictos. La ciencia es su nuevo Dios que no les otorga tranquilidad ni eternidad a cambio.

Los individuos de mi tiempo no pueden observar, necesitan hacer algo, todo los aburre, nada les entretiene, solo consumir los calma. Hasta que un mal día se consumen a sí mismos con drogas de diseño y  de la forma más nihilista; no hacen eco de la eternidad, no les importa este concepto, todo es ahora y hoy; mueren junto a su pantalla de sesenta pulgadas, junto a la consola de realidades alternas, junto al  ordenador que era el instrumento para socializar, mueren en su club privado pero solitario e infame, mueren sin poder tocar a una mujer porque nunca estuvieron más de 5 años con una, mueren pidiendo comida a domicilio, mueren con toda la comodidad y con total ausencia del sentido de sus vidas; ¿para que viví tantos años para vivir tan cómodo y vacío? Y después morimos.

Y aquí sigo sin poder coleccionar esencias como me había enseñado mi maestro Rimbaud; escuchando melodías de Ritcher, abismado por mi voz y mi tiempo, por el reflejo de mi pensamiento. No encuentro el sujeto que escribió estos predicados, me da tanto pánico reconocer que eso que llamo individualidad son lugares comunes.

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Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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