El plan C: A la víbora de la mar…
Es característico de Andrés Manuel López Obrador dirigirse a sus correligionarios a través de mensajes para los que no ocupa explicaciones, situaciones, escenarios, condiciones.
Después de esos mensajes el flujo adquiere una velocidad que las benditas redes son capaces de instrumentar, como fue la consigna que derivo después de que el Ministro Alan Javier Laynez, inhabilitó de las reformas electorales propuestas en el Plan B, lo cual se tradujo, en este caso, en la frase voto masivo para Morena.
Los morenistas y el movimiento, así, tuvieron tareas para la semana con un cierto ajuste después de que el INE pidió retirar el mensaje de la mañanera y el autor intelectual desafiante aplicó la variante ni un voto para los corruptos.
La arenga realizada por el Presidente desde la más alta tribuna tiene un propósito propagandístico que ha inhabilitado la participación e iniciativas ciudadanas y del propio partido con limitaciones sensibles como los cómo, cuándo, con qué y el objetivo que se persigue más allá de la coyuntura.
El economicismo político imperante tiene otra limitante sensible ya que en la medida en que no concientiza, tampoco organiza y ni permite enriquecer el diálogo con el proceso de ascenso de los dos puntales claves de la nueva formación política emergente, que son despegue del bloque político y social en el país.
En el resolutivo de nuestra reciente V Asamblea Nacional sostenemos:
“La izquierda no marxista, en particular la progresista, instalada en el gobierno federal y en 22 estados, con mayoría parlamentaria y presencia en otros espacios, pese a su éxito en el ámbito electoral ha demostrado su incapacidad para convertirse en motor de la organización social; la ilusión de avanzar hacia una transformación profunda de la vida pública se ha difuminado y sus alcances reformistas son, cada vez, más limitados.
Luego de desfondar a los partidos opositores, atrayendo a los cuadros de la derecha a sus filas, con sus vicios y compromisos y de poner en práctica los viejos métodos del régimen para reestructurar sus órganos, se encuentra impedida política y moralmente para construir un contrapeso a la oligarquía y el imperialismo con base en la organización de las y los trabajadores del campo, la ciudad y el movimiento popular.
Aunque es claro que el enemigo político no es este gobierno ni su partido, con todas sus deficiencias autoritarias, antidemocracia interna y desdén por el movimiento social, es más evidente la ausencia de una fuerza política ubicada a la izquierda de esa amalgama pluriclasista surgida tras del fracaso social del neoliberalismo en torno a un proyecto fundamentalmente electoral.
Sin embargo, es precisamente gracias a las nuevas condiciones políticas, a cuya creación hemos colaborado durante décadas, que debemos de responder activamente como aparato de organización social, no sólo como tribuna de opinión, sino como instrumento para la acción en todos los frentes.
Entre las tareas inmediatas del nuevo Partido están la elaboración de la línea política y caracterización de la revolución socialista en México, de imaginar y plasmar las vías para su realización y la forma como habrá de estructurarse la sociedad y la política; de forma simultánea al Partido habrá de organizarse como instrumento de agitación, educación política y organización de las masas populares, de las y los trabajadores y como una herramienta insustituible y necesaria para materializar la acción transformadora en la coyuntura actual”
Esta es la cuestión fundamental ya que está lejos el recurso del método ocupado por el Presidente de la República para marcar una línea de acción y menos observar las condiciones políticas imperantes y la necesidad de plantear un puente conceptual entre el gobierno que termina y el que asumirá el poder en diciembre de 2024.
En el mismo documento citado señalamos:
“no basta con el ejercicio declarativo ni la mera denuncia; es necesario pasar a la acción organizada y establecer los objetivos de la lucha en el corto y largo plazos, armonizando la táctica de la resistencia con la estrategia de la revolución. Incluso, para enlazar la acción de las y los marxistas coincidente con algunas posiciones y tareas impulsadas por las fuerzas progresistas, es necesario contar con un instrumento partidista consolidado, para evitar pasar de largo con una mera opinión que se diluya entre las contradicciones internas de esa vertiente, sino participando directamente en la consolidación de equilibrios políticos favorables a la clase de las y los trabajadores y la mayoría. “
Por supuesto que estos asuntos le toca abordarlos al grupo y partido gobernante y en este sentido desprender un programa y línea política que establezca las fortalezas y debilidades del ejercicio gubernamental y las políticas que se deben apuntar como expresión del nuevo diseño del Estado que se planteó el gobierno Lópezobradorista.
Digo le toca porque un gobierno que se jacte de izquierda de actuar con apego a la verdad debe actuar con eficiencia y eficacia en la elaboración de una dirección política que apoye a su gobierno y tenga capacidad de revertir las presiones de los grupos de poder económico y político.
Como también tiene la responsabilidad de elaborar e implementar una agenda que contribuya a la democratización de otros espacios, considerando las condiciones objetivas y subjetivas que combatan los rasgos del viejo régimen que le aquejan.
Los recientes sucesos en el albergue del Instituto Nacional de Migración asoman que seguimos viviendo en el neoliberalismo y que el gobierno de Andrés Manuel no tuvo claridad sobre la necesidad de impulsar un nuevo rostro y modelo gubernamental lejos de la caricatura del papel de los superdelegados.
Aunado a lo anterior está lo que Jorge Zepeda Patterson plantea como un vector que apuntaló los problemas que hoy asoma la administración pública y que tiene relación con el hecho de que los funcionarios que fueron habilitados procedían de las esferas del priísmo y del panismo, por lo que el autor plantea que debe contar con sus propios profesionales si es que aspira a tener un carácter transexenal.
“El poder requiere además del apoyo popular el actor social capaz de instrumentarlo es decir los cuadros dirigentes con la capacidad operativa y la convicción social necesarias para instrumentar con éxito las políticas públicas que aterrizarían el cambio; la orientación ideológica es esencial desde luego pero las propuestas son absolutamente inviables si no van aparejadas de una lógica de operación eficiente y realista y para ser honestos el gobierno de la 4t exhibe enormes hoyos en esta materia en partes explicable toda administración de alternancia tiene carencias en materia de cuadros”, termina.