«El referéndum que no fue»
De entre las múltiples y diversas lecturas que dejó el ejercicio del pasado domingo 1 de agosto en el que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador llamó a un referéndum para juzgar a los ex-presidentes, retomó lo anotado por el historiador y sociólogo Massimo Modonesi, «(México: el referéndum que no fue»), donde señala que la escasa afluencia electoral evidenció que la consulta popular solo fue acompañada por el núcleo duro que acompaña al presidente, por lo que se perdió, así, la oportunidad para la realización de un verdadero desagravio colectivo.
«(México: el referéndum que no fue»), donde señala que la escasa afluencia electoral evidenció que la consulta popular solo fue acompañada por el núcleo duro que acompaña al presidente, por lo que se perdió, así, la oportunidad para la realización de un verdadero desagravio colectivo.
Modonesi, profesor titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escribe en una reciente colaboración para Nueva Sociedad (www.nuso.org), acerca de la consulta impulsada por el gobierno de López Obrador para enjuiciar a los ex-presidentes del país, y en donde solo un poco más de 7 millones de ciudadanos, menos de 8% del electorado, fueron a votar. Quienes concurrieron a las urnas se expresaron casi unánimemente a favor del juicio a los ex-mandatarios del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN) que gobernaron durante las últimas tres décadas: Carlos Salinas (1988-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000), Vicente Fox (2000-2006), Felipe Calderón (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018).
La votación, dice el también director de la revista Memoria del Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista, al encontrarse muy por debajo del 40% necesario para que la consulta popular tenga carácter vinculante, explica la razón por la que ha sido leída como una derrota del obradorismo, aun cuando los obradoristas la consideran un éxito. Pero si bien los millones que acudieron a las urnas mostraron que existe una sensibilidad respecto de la impunidad y la justicia y una disposición a la participación, está lejos de que se pueda considerar como un triunfo del gobierno. La baja asistencia electoral y las interferencias que viciaron el proceso de ejercicio democrático así lo indican.
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De cualquiera manera, hecho significativo en la vida democrática del país, la consulta fue, a fin de cuentas, otra oportunidad fallida de Morena de lograr un protagonismo y no figurar como una simple emanación del carisma presidencial o una agencia de distribución de cuadros y funcionarios en los distintos ámbitos de representación o de la administración pública. López Obrador por su parte no quiso meterse en la contienda para resguardar su figura institucional; «y además, la arremetida de la prensa opositora y del ejército de opinólogos y «comentócratas» que son las voces -y hacen las veces- de una oposición partidaria desacreditada, sin proyecto, liderazgos ni bases organizadas, hizo lo propio descalificando el proceso y llamando a la abstención», dice Massimo.
Ríos de tinta se han escrito sobre la Consulta, y seguro dará para mucho más, por ahora habrá que coincidir en que en tales condiciones adversas, la gran mayoría de la población no fue a votar por desidia o desinterés, por ser opositores a la Cuarta Transformación o por estar decepcionados por tres años de malabarismos progresistas-conservadores.
Pienso, como lo dice Mondadori, que la consulta popular sobre el juicio a los ex-presidentes quería y podía ser el acto de apertura de un proceso de desagravio.
Pienso, como lo dice Mondadori, que la consulta popular sobre el juicio a los ex-presidentes quería y podía ser el acto de apertura de un proceso de desagravio. En efecto, la memoria colectiva registra tres décadas de historia nacional marcadas por un serie interminable de agravios que un connotado intelectual obradorista, Pedro Miguel, trató de enlistar en un artículo en “La Jornada”: Todo aquellos que fueron (fuimos) parte de esta historia de abusos de poder y de despojo de lo público, y de las resistencias y las luchas que le correspondieron, se sintieron interpelados por una consulta que pretendía revertir la impunidad de los responsables y sufrieron las interferencias que finalmente la hicieron descarrillar.
En un país presidencialista en el que la concentración real y simbólica del poder en una figura unipersonal sexenal es parte del ritual constitutivo del poder estatal, el odio hacia los ex-presidentes es parte de sentimientos políticos difusos y persistentes. Esto no deja de distorsionar lsin embargo a percepción de la real conformación del poder político hoy, el andamiaje tecnocrático y partidario, el entramado con los poderes fácticos.
Se debe señalar además que la retórica obradorista actual, parece confundir la idea general de democracia participativa con el simple instrumento de la consulta popular, sin considerar otras prácticas como, por ejemplo, el presupuesto participativo (reducido actualmente a microprácticas hiperburocratizadas en la Ciudad de México), la democratización de los espacios laborales y educativos, la participación asamblearia comunitaria o territorial y el reconocimiento de dinámicas autónomas de organización como formas de participación y democracia directa.
*Publicado en “Hidrocálido”. 04/08/2021