El tiempo

[bctt tweet=»… nunca estuve de acuerdo en la vía armada como alternativa para transformar este país, pero siempre respeté y reconocí a quienes habían decidido ese camino.» username=»crisolhoy»]

Tarde nublada capitalina, en la Ciudad de México, donde le robo unos instantes a la jornada diaria para escuchar con cierta melancolía y por varias ocasiones sucesivas Diamonds and rust de Joan Báez, como queriendo decirme que llegado a la tercera edad, también he vivido entre diamantes y óxidos, no sólo en sentido amoroso, sino en todos los sentidos.

Me remontó a sus acciones pacifistas contra la guerra de Vietnam (de la neoyorkina Joan Báez, expareja de Bob Dylan), la digna postura de Casius Clay, desde entonces conocido como Mohamed Alí y la entreguista y probelicista actitud de Elvis Presley, a quien desde entonces ya no respeté ni quise escuchar más.

Recuerdo mis ayeres juveniles, cuando antes de caer en la red de la nueva canción latinoamericana, no sé por qué antes escucharía a la citada Joan Báez, Pete Seeger (cuya hija sería detenida en México durante el movimiento del 68) o años después a Dean Reed, cantando Venceremos o Si se calla el cantor. Eran tiempos que consideraba al igual que El Ché como un ícono para los jóvenes rebeldes mexicanos, a otros personajes como era Ángela Davis, con greñero afro retando al poder blanco norteamericano. Tiempos eran de lucha y de compañeros que jamás volvimos a ver, pues la guerrilla se los comió y el Estado represor los hizo desaparecer.

Fueron años de búsqueda por dónde militar y actuar políticamente, cuando apenas transcurría la adolescencia con carga de enormes ilusiones revolucionarias y de aspiraciones de cambio y transformación. Como a muchos jóvenes, la revolución cubana nos había marcado, como después lo hicieron el martiroloquio de Madera (ayer lunes cumplidos 54 años de dichos sucesos) o los acontecimientos del 68 y 71.

Nostalgia pero también coraje me causa las razones de hoy día de algunos, ante (por qué no) actitud valiente de muchos jóvenes, que ante la cerrazón que les dejó el estado mexicano, decidieron irse a la guerrilla y entregar sus vidas a un proyecto superior. En lo personal nunca estuve de acuerdo en la vía armada como alternativa para transformar este país, pero siempre respeté y reconocí a quienes habían decidido ese camino. No comparto la postura de arrepentidos como Hirales, pero tampoco la reacción linchadora que han adoptado con el historiador Pedro Salmerón.

Dos hechos le dan la razón al investigador histórico (reconocido ampliamente por López Obrador): el otorgamiento del Premio Carlos Montemayor a dos sobrevivientes del ataque al Cuartel Madera, realizado en todo el simbolismo que amerita, en Los Pinos, hoy convertido en centro cultural y la presentación de disculpas públicas por parte del estado mexicano, a una antigua integrante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, en voz de la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero.

Muchos de aquellos jóvenes, hombres y mujeres de distinto origen y procedencia, diría que miles, se perdieron en el tiempo, han engrosado el contingente de los anónimos, pero fueron protagonistas del cambio, de la historia pretérita que hoy es presente.

Por eso no acepto que ahora se les desdeñe, que se ponga en entredicho su valentía, otra cosa es si sus acciones fueron correctas o no, eso podremos discutirlo. Cuestiono más a quienes adoptaron años después posturas antípodas, incongruentes, contrarias a lo que en el pasado levantaron, en el fondo y en la superficie han traicionado a sus compañeros, a su generación y al México de hoy que es herencia de lo que aquellos sembraron.

En mucho lo que ahora vivimos, se lo debemos a ellos, ahora, para aquellos que permanecemos presentes, tenemos obligación de darle continuidad y que el México que queremos, empujemos para que ello se dé, para lo cual hay que trabajar. No hemos hecho lo suficiente ni mantenido la valentía que a aquellos caracterizó y que ahora se les pretende arrebatar.

Gris ha estado la ciudad desde que amaneció hoy (martes 23), mi ánimo no es la excepción, así me siento, se intensifica conforme aumenta también la lluvia, desde la azarosa noche de múltiples despertares, con la intranquilidad de quien no se siente satisfecho y que en el fondo está convencido que le faltan muchas cosas más, que ahora se cuestiona si fue correcto alejarse en los hechos de los suyos, de quienes quiere y le interesan, pero que no lo parece, pues en los hechos la puesto tierra de por medio.

Pero también si en lo político he hecho todo lo debido, acciones del tamaño de lo que la realidad impone como necesidades, si no he perdido el tiempo. Me veo como estoy ahora, dónde me encuentro y qué realizó y concluyo que no, no he perdido el tiempo, pero que hay que hacer más…