AGUASCALIENTES, CUNA DE LOS NACIONALISTAS
Este viernes, en punto de las 21 horas, 9 de la noche, Canal 26 de Radio y Televisión de Aguascalientes transmitirá el primer capítulo de la serie de televisión Aguascalientes, Cuna de los Nacionalistas, una producción del Instituto Cultural de Aguascalientes, que de esta forma incursiona en un ámbito de las artes que hasta ahora le era desconocido, con un filme realizado a partir del abundante talento que existe en Aguascalientes, tanto frente a la cámara como detrás de ella. Quienes participaron en el cumplimiento de las diversas funciones lo hicieron con un gran entusiasmo, con la certeza de participar en algo inédito en la historia artística de Aguascalientes. Los otros dos capítulos de la serie serán proyectados en el mismo medio y a la misma hora los viernes 18 y 25 de marzo.
El título alude a los tres personajes que tradicionalmente se ha considerado que fungieron como pilares del nacionalismo artístico mexicano posrevolucionario. Me refiero al pintor Saturnino Herrán, el poeta Ramón López Velarde y el compositor Manuel María Ponce. Este primer capítulo se concentra en “el más mexicano de los pintores”, pero en conjunto la serie se nutre del hecho de que los tres personajes sostuvieron una relación muy cercana con Aguascalientes.
Ahora bien, esto último es una coincidencia que nada tiene que ver con una idea un tanto socorrida entre nosotros, según la cual los tres personajes planearon de manera conjunta el desarrollo de una obra que reivindicara el México que la revolución había descubierto, y en alguna medida creado, como si México tuviera algo del ser aguascalentense, e incluso que se reunían en el jardín de San Marcos para planear las formas de alcanzar semejante objetivo.
En rigor no hay tal, por lo menos no documentado. En la ignorancia que me acompaña desde que vi la luz primera, desconozco si alguien armado con las herramientas metodológicas de la investigación histórica ha incursionado en el estudio del Aguascalientes de principios del siglo anterior, ese cuya atmósfera respiraron los tres personajes, para ver si el aire que respiraron nuestros ancestros tenía alguna especie de afrodisiaco, o polvito vacilador o lo que fuera, que influyó en la percepción de la realidad de estos artistas, y que luego se expresó en la obra que los tres desarrollaron. Hasta donde tengo noticia no hay evidencia de que los tres se hayan conocido y tratado en Aguascalientes, aunque es probable que Herrán y López Velarde hayan coincidido en el Instituto de Ciencias. Pero independientemente de esto, indudablemente esta coincidencia constituye un motivo de orgullo para muchos; algo que nos gusta creer y que luego se transmitió al conjunto del país. De hecho quizá fuera este el origen de la idea de que Aguascalientes es “La Atenas de México”, una idea que más de alguno se ha creído –no yo, conste-.
Herrán nació en esta ciudad el 9 de julio de 1887. En 1904 se trasladó a la ciudad de México, en donde realizó el grueso de su obra pictórica hasta su muerte, ocurrida en octubre de 1918. Por su parte Ramón López Velarde vio la luz primera en Jerez, Zacatecas, el 15 de junio de 1888, casi un año después que Herrán, y radicó en Aguascalientes entre 1898 y 1900 y de 1902 a 1908, fecha en que se trasladó a San Luis Potosí, en donde estudió Derecho. Residió en la ciudad de México a partir de 1914. Ahí ejerció la profesión y escribió hasta su muerte, acaecida el 19 de junio de 1921.
Manuel M. Ponce nació en 1882 en Fresnillo, Zacatecas, y al año siguiente su familia se instaló en Aguascalientes, pero el compositor viajó con mucha frecuencia, incluso a Europa, a realizar estudios, y se estableció de manera definitiva en la capital del país en 1917, aunque mantuvo viva su relación con Aguascalientes hasta su muerte, en 1948.
De las relaciones que mantuvieron los tres personajes dio cuenta López Velarde en algunos de sus textos. A Herrán lo unió una amistad íntima, que se puso de manifiesto en pasajes luminosos como Las santas mujeres y Oración fúnebre, nacidos de la conmoción por el amigo muerto y el cariño que le profesaba, aparte de algún escrito de crítica estética. A Ponce se refirió en su famoso texto Melodía criolla, en el que señaló la pretensión nacionalista de aceptar este café con leche que somos, ni indios ni españoles, reconocerlo y apurarlo con toda determinación y orgullo. Justamente esto es lo que desarrolla Aguascalientes, cuna de los nacionalistas.
Si me atrevo a afirmar que este producto es un hecho histórico es porque en Aguascalientes existe más bien una tradición documentalista, gracias a los trabajos de Arturo Esquivel de Santos, Dulce María Agredano, Ana Leticia Ornelas López, Juan Carlos Escalera Jorge Humberto Varela Ruiz, Enrique Martínez, José Reyes, Rubén Ruvalcaba, Hugo Castañeda, Mario de Ávila Amador, y otros, que incluso han trascendido el ámbito local para exhibirse en canales de televisión nacionales y obtenido diversos reconocimientos. En cambio Aguascalientes, cuna de los nacionalistas es una obra de ficción que se ubica en Aguascalientes y México de las primeras décadas del siglo XX. Es cierto, no es la primera película que se hace en Aguascalientes, de El último atardecer a Miss bala, etc., pero quizá no me equivoque si afirmo que esta es una producción realizada en esta ciudad de principio a fin.
Finalmente, es importante señalar que la serie se grabó de manera integral en Aguascalientes, y para ello se echó mano de edificios históricos como el Centro Cultural Los Arquitos, el Teatro Morelos y otros, aparte de que también se trabajó muy intensamente en la Caja Negra de la Universidad de las Artes, en Ficotrece, un espacio idóneo para la creación de la magia escénica. (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).