Las razones de Carlos Urzúa
[bctt tweet=»Quizá aquí es donde Urzúa se refiere a que, “el principal problema del gobierno es el voluntarismo”.» username=»crisolhoy»]
Realmente no me cayó de sorpresa la renuncia de Carlos Urzúa Macías como titular de la Secretaría de Hacienda, quizá nada más, no la esperaba tan pronto después de iniciada la actual administración. Siempre lo consideré como un progresista pero no un hombre de izquierda. Él mismo lo ha corroborado en la entrevista que otorgó a la revista Proceso.
Al respecto se autocalifica como neoheynesiano, socialdemócrata en sentido nórdico. Dice que, “nunca he sido izquierdista de pies a cabeza y creo que en el fondo él tampoco. No creo que tome en serio el marxismo.” (Se refiere a López Obrador). Su caracterización coincide con la que yo tenía de este economista aguascalentense salido del Colegio Marista en su educación básica, pero también con la que él tiene del Presidente de la república.
Pero más allá de la autodescripción, los dichos que explican su renuncia también nos muestran las enormes dificultades del actual gobierno, en gran medida por la diversidad política e ideológica de sus componentes, que no necesariamente se han ceñido a las posturas del titular del Ejecutivo, ello independientemente que Urzúa considere a AMLO, como “el mejor político vivo que existe hoy en México”.
No sé si ahora es el momento de definir el proceso de manera más precisa, dando un paso mucho más allá de la afirmación de que se ha liquidado ya al neoliberalismo, cuando ya sabemos que la realidad no es expresión de lo que deseamos, sino de las condiciones concretas de una especificidad político y social. Quizá aquí es donde Urzúa se refiere a que, “el principal problema del gobierno es el voluntarismo”.
No dudo que dentro del gabinete no haya voluntaristas, pero aún la tozudez de López Obrador, no es particularidad de alguien que se ha encargado de estudiar el país y su situación, recorrerlo de pe a pa en el objetivo de corroborar directamente lo analizado, así como trazar un proyecto de Nación que no tiene nada de improvisado.
Lo que si es que aún cuando ambos sean keynesianos, no quiere decir que las diferencias sean inexistentes. Yo señalaría un aspecto que no toca Urzúa en su carta de renuncia ni en la entrevista a Proceso. Me refiero a una necesaria ruptura con el pasado y con todo lo que representan los regímenes anteriores. A esto no se refiere el exsecretario de Hacienda, incluso lo minimiza, en el fondo preconiza la continuidad y el relevo paulatino. Para él si existiría un gobierno de alternancia no de ruptura. Su visión sobre el proyecto del aeropuerto de Texcoco es eso, para decir lo menos, aunque también pudiésemos incluir en este apartado su postura con respecto a los casos llevados por el titular de la CFE Manuel Bartlett.
Sin embargo, no todo es negativo en los planteamientos presentados por Urzúa Macías. Primero, por la opinión que tiene del empresario Alfonso Romo, que aunque en mucho recaiga en meras lucubraciones sobre las reales pretensiones de éste, si es cierto que está más alejado de una opción socialdemócrata (al estilo nórdico), ya no digamos de izquierda, que no es particularidad del gobierno de AMLO.
El jefe del gabinete es un garante del conservadurismo para asegurar que la actual administración por lo menos se mantenga en el centro, si no es que se corra más a la derecha, que es lo que quisieran. Romo es quizá el más visible, pero definitivamente no es el único.
En su carta de renuncia habla de conflicto de intereses, explicados con el involucramiento decisorio de Alfonso Romo en el nombramiento de la titular del SAT, Margarita Ríos-Farjat y en Nafinsa y Bancomext con Eugenio Nájera, como lo especifica en la entrevista. No sólo se queda ahí, lo asocia al Opus Dei y a Legionarios de Cristo.
El otro punto tiene que ver con lo siguiente: en sentido estricto Carlos Urzúa no se opone al recién anunciado Plan de Negocios de Pemex, pero si plantea que en él no se debió incluir la construcción de la refinería de Dos Bocas, pues la inversión que tendría que hacerse en ella, mejor debía destinarse a la exploración y explotación de crudo, reconociendo la potencialidad del campo Ixachi en Veracruz. Hay algunos analistas que consideran que con la rehabilitación de las seis refinerías actualmente existentes en el país.
Carlos Urzúa pudo haber tenido razones válidas o explicables para renunciar, lo cuestionable para mi es lo que puso en el centro de la balanza para la toma de su decisión, sobre todo en un momento en que la derecha y la ultraizquierda le apuestan al fracaso de un proyecto que ha costado mucho, cuya transformación apenas empieza y camino con crecientes obstáculos que se le ponen todos los días, lamentablemente no sólo de fuera, también de dentro, como lo muestra con el deleznable resolutivo adoptado por el Congreso de Baja California, de lo que ahora se conoce como la Ley Bonilla.
Pero no se le puede pedir peras al olmo, Urzúa no es un hombre de izquierda, por lo mismo no antecede el interés colectivo del personal.