Las razones detrás de un voto (el mío) (I)
No creo estar sorprendiendo a nadie si les digo que voy a votar por Andrés Manuel López Obrador este primero de Julio. Cualquiera que me conozca un poco (o que se de una vuelta por mis desvaríos en redes sociales) lo sabe o por lo menos lo intuye, así que de lo que se trata aquí es de tratar no de defender, sino de argumentar el voto, un ejercicio que creo que todos quienes estamos involucrados en la elección (o sea, todos los mexicanos), debemos practicar.
Porque si de algo hemos estado cargados en estas campañas es de falta de reflexión. Han abundado las bromas (inevitable y sano) las burlas, las amenazas, las noticias falsas y ha faltado mucho diálogo. Nos hemos dedicado a satanizar al oponente y acusarlo a su vez, de que nos sataniza a nosotros. Las pocas propuestas que han surgido, son barridas de un plumazo no por su estructura, ambición o practicidad, sino porque son del lado equivocado. Llevamos el adjetivo por delante (“chairo”, “cometortas”, “pejezombie”, “peñabot”) y dejamos lo sustantivo olvidado.
Me gustaría contribuir con algo más que memes a la discusión (no voy a dejar de compartir memes, tampoco, pero no quiero que la cosa quede ahí). Sobre todo quiero tratar de demostrar que es posible hablar de lo que nos mueve a votar por un candidato, sin que tenga que venir desde lo negativo. La condición del ejercicio, igual a la que puse en redes sociales, es que no voy a hablar mal de los adversarios, ni de Anaya y su alianza, ni de Meade y la suya. Voy a hablar de lo que considero valioso y digno de dar mi voto en la candidatura y propuesta de AMLO. A ver qué tal me sale.
Razón 1: para avanzar hacia la democracia
Confieso que no comparto el desbordado optimismo de los ilustres intelectuales liberales que nos dicen que México es una democracia desde el año 2000. Yo no me la creo la verdad, para creerlo necesitaría tener una definición muy reducida de lo que significa democracia. Que gane un partido distinto al de siempre me parece limitar en exceso el contenido de un concepto tan rico como la democracia. No creo que un sistema de partidos o una estructura electoral por sí mismas constituyan una democracia, tampoco creo que el mundo se divida maniqueamente en dictaduras (no partidos, no elecciones) y democracias (partidos y elecciones), creo que podemos encontrar muchos ejemplos de países que cuentan con partidos y elecciones y se encuentran muy lejos de tener un “gobierno del pueblo”, en modo inverso, creo que hay lugares en donde fue precisamente la inexistencia de partidos, lo que permitió la llegada de la democracia (ver Cherán). No digo aquí que una forma u la otra sea la mejor, digo que la alternancia en el poder no es un signo inequívoco de democracia.
O tal vez lo sería si por alternancia en el poder entendemos alternancia en quienes toman las decisiones y no solamente en quienes representan a los primeros. Y de eso es de lo que hablo, en México tuvimos alternancia de representantes, pero no alternancia de poder. Los mismos grupos que dominaron al país con Salinas, lo dominaron con Fox y Calderón y se siguieron con Peña Nieto. Creo que a estas alturas no se puede tachar esta afirmación como teoría de la conspiración, hay evidencias sobre quiénes son los ganadores de los últimos sexenios, los que llevan la agenda pública y los que hacen la presión para que los gobiernos no se salgan de la raya. La última andanada del Consejo Coordinador Empresarial es el último botón de muestra de la presión de estos grupos sobre quien gobierna o aspira gobernar.
¿Eso es malo? No necesariamente, como cualquier colectivo humano, los megaempresarios tienen intereses que quieren cubrir y proteger. El problema es que en el México actual, sólo ellos tienen la plataforma y los oídos prestos de los gobernantes, asociaciones civiles como Mexicanos Primero dictan la política educativa de toda una nación, a pesar de no haber sido elegidos por nadie y de no tener que rendir cuentas a nadie de sus acciones, mientras que asociaciones como Tlachinollan y los Hermanos del Camino sufren para que los atienda un funcionario menor. ¿Cuál es la diferencia? Que de un lado está el poder empresarial y del otro sólo gente, mexicanos.
Si esto se quedara solamente en mi percepción, no pasaría nada, se podría achacar a mi naturaleza pesimista e inconforme y listo, pero no estoy solo en esta idea de una democracia incipiente y capturada, cuando no inexistente. Basta con que le den una revisada a la última publicación del latinobarómetro o cualquier otro instrumento que mida cómo se percibe la democracia en México, para darnos cuenta de que es una idea compartida, en la última medición, sólo un 2% de los mexicanos encuestados aseguró vivir en una democracia plena. A la mayoría de los mexicanos no nos gusta lo que tenemos, si esto es la democracia –según nos dicen – entonces parece muy claro que no nos agrada. Me atrevo a decir que menos porque seamos antidemocráticos y más porque nuestro sistema no acaba de ser democrático.
Y me atrevo a pensar que no lo vivimos como democrático porque no sentimos que se cumpla la premisa esencial de este sistema de gobierno. La capacidad de que nosotros, los de a pie, bicicleta o camión urbano, podamos impactar en las políticas públicas. Sentimos y sabemos que las cosas nos llegan ya siempre construidas desde arriba y que nos toca únicamente callar y obedecer, así ocurrió con las famosas reformas, un pacto cupular fue la que las sacó adelante, a pesar de las múltiples voces que se alzaron contra varias de ellas. Los que hemos participado en los famosos “foros ciudadanos” sabemos cómo es la dinámica, se discuten ideas ya armadas, para aplaudir al final un documento que alguien más, alguien sabio en las alturas, ya había definido.
¿Y qué tiene que ver esto con AMLO? Creo que mucho. Si hay algo en lo que podemos estar de acuerdo todos es que la gente con mayor poder en México no tiene ganas de que López Obrador llegue a la presidencia, no han escatimado esfuerzos ni recursos para evitarlo. Me queda claro que desde su perspectiva están haciendo lo correcto, ven una amenaza real a su México (el de ellos) y actúan para prevenirla, como ya han hecho en alguna otra ocasión. Los grandes grupos empresariales han sido los verdaderos adversarios de AMLO en esta elección, no Anaya y mucho menos Meade, la reforma educativa, el aeropuerto, han mostrado en donde está el conflicto, y las maniobras para forzar declinaciones y hacerle frente al temido adversario, nos indican también la influencia y cercanía que tienen estos grupos con los partidos “alineados” a sus mismos intereses.
¿Esto cómo aporta a la democracia en México? Pues es bastante sencillo, en realidad, si llega a ganar López Obrador, ganaría en contra no solo del PAN, PRI, PRD y demás satélites, ganaría también contra los grandes intereses, contra la gente de más dinero, poder e influencia en México, ganaría contra de los grandes consorcios mediáticos que han puesto todas las piedras que pueden en su camino, y, lo más importante, ganaría por el voto de los mexicanos.
Esto es necesariamente una buena noticia para la democracia, más allá de que pueda ser o no una buena elección, sería una elección democrática. La verdadera prueba para un sistema social no está en cambiar de un color de partido por otro y mantener todo igual, eso es gatopardismo. Un sistema democrático que no soporte la llegada de alguien con un programa de gobierno orientado en dirección opuesta a la actual (que tampoco creo que sea por completo el caso, pero bueno), bueno, simplemente no es democrático. Eso es lo que tenemos hoy, un sistema en donde los que quedaron arriba tienen miedo de las decisiones democráticas, Carlos Marín famosamente lo expuso cuando López Obrador habló de hacer consultas, “el pueblo votó por Hitler” dijo. Se puede confiar en las sociedades civiles si tienen expertos que hablan nuestro idioma, como el IMCO, pero ¿confiar en la gente? ¿En el pueblo? Qué horror. Y es que la democracia está bien, siempre y cuando sea de lejecitos, una cosa es que seamos iguales y otra que seamos parecidos. Una cosa es que puedan decidir “los que saben” y otra cosa que decidan los “proles”.
Se entiende entonces que para mucha gente, la idea de un sistema en donde cualquiera tenga una voz, así sea diferente de nosotros, así tenga otra visión, otra educación y hasta otro color de piel, genere mucha desconfianza, se puede temer, acaso hasta con razón, que repitan errores o se cometan nuevos. Pero ese es el precio a pagar si queremos tener una democracia, si quieres que la población decida de la mejor forma posible, invierte más en educación y menos en comerciales para promocionar funcionarios, si deseas evitar que las masas furibundas y viscerales elijan a alguien a quien tú consideras es errado, no hagas cosas que las vuelvas furibundas o viscerales para empezar. Pero la elección tiene que ser de ellos, de todos, de la población de México, no nada más de tus amigos de traje italiano y coche del año.
Un triunfo de López Obrador no tendría por qué ser algo histórico. No tendría por qué tener al país e incluso a partes del mundo en vilo. Si fuéramos una democracia plena, sería algo que pasa y listo. Elegimos hoy a alguien, ¿no funcionó? Elegimos a alguien más, así de sencillo y así de complicado. Pero hoy es algo histórico, es una prueba, para el sistema que tenemos y para nosotros mismos como población. Las dos últimas pruebas han salido mal para el sistema, evitar esos errores pasados nos podría llevar a iniciar, ahora sí, un tránsito real a la democracia, a una en donde quepan todas las personas, no sólo los de arriba.
¿Es suficiente un triunfo de AMLO para poder tener democracia? No, en absoluto, pero es un paso en la dirección correcta, es la posibilidad de comenzar a recuperar el control sobre nuestro país. De poner al frente de la agenda las verdaderas necesidades de la mayoría, desde la perspectiva de muchos y no desde los intereses de una minoría, por sabia y preparada que sea. ¿Qué es lo que veo dentro de la propuesta de AMLO para pensar que se puede transitar de una oligarquía que se pretende aristocracia, a una democracia? No deje de sintonizar esta página para la razón número dos.