México bárbaro
Aún recuerdo cuando en el librero de mi padre veía la portada de la obra «México Bárbaro», del periodista norteamericano Jonh Kenneth Turner. Aunque en aquel entonces no conocía el contenido del mismo, llamaba poderosamente mi atención esa contundente frase, que hoy me hace pensar en la violencia criminal que asola al país.
Efectivamente, México ha vivido en la barbarie desde hace muchas décadas. La construcción de instituciones (posterior a las guerras revolucionarias) versus el rezago social, ha sido un proceso complejo, aderezado por la cultura de la ilegalidad.
Pero hoy no solo el narco y los grupos de la delincuencia organizada tienen al país teñido de rojo. En el mismo comportamiento de las y los mexicanos aflora ese ADN de violencia, de barbarie. El más reciente escenario de brutalidad fue el bar Hope 52 en Tabasco, en donde un grupo de jóvenes pasó de los golpes a los balazos, en cuestión de segundos.
Negar esa violenta realidad sería un absurdo. Las cifras oficiales están ahí. Hoy se contabilizan más de 170 mil homicidios dolosos en lo que va de este sexenio. La estrategia de la actual administración no ha sido efectiva para detener la ola criminal y las muertes. No lo digo yo, lo dicen diferentes especialistas en la materia, que catalogan la «inacción» de la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas, como un fracaso.
Lo cierto es que, aquí y en Roma, la ley no se puede (ni se debe) negociar. El Estado de Derecho debe prevalecer si aspiramos a construir una verdadera cultura de la paz y la legalidad. Cierto es que, sin una sociedad con educación, oportunidades de crecimiento y con las garantías básicas como alimento, vivienda y trabajo; es imposible alcanzar la pacificación. Pero también es cierto que dejar a los criminales actuar a sus anchas es un grave error.
La experiencia internacional nos dice que, para poner un alto a la ilegalidad, la criminalidad y la violencia; se deben seguir varios pasos: atención del tejido social, combate frontal contra los delincuentes, pone alto a la impunidad, atacar con inteligencia las operaciones financieras de los grupos criminales, entre otros aspectos. Pero el paso más importante es reconocer la gravedad del problema.
Hoy en nuestro México, ese México bárbaro del que hablaba Turner para referirse al esclavismo en tiempos del porfiriato; las alarmas están encendidas porque la violencia y el narco acechan las elecciones. Lo mismo en Estados Unidos que aquí, existen diagnósticos claros y contundentes de la intervención de la criminalidad en los procesos electorales de nuestro país.
Desde hace años, el narco quita, pone o acomoda perfiles, a diestra y siniestra. Y a eso hay que sumar las terribles escenas de balaceras o ejecuciones a sangre fría, como la ocurrida en Salvatierra, Guanajuato, donde perdieron la vida catorce jóvenes. Y ni hablar, por cierto, de las regiones enteras de nuestro país en donde el cobro de piso, las extorsiones, los robos y los secuestros, son el pan de cada día.
Efectivamente nuestro México está sumergido, rebasado, copado por la violencia. En sus entrañas, las más profundas, yace una discordia social que sigue siendo azuzada con fines políticos, electorales e ideológicos. Y ese caldo de cultivo que sigue creciendo, vale la pena preguntarnos ¿cómo saldremos de este atolladero en el que seguimos contando muertes, como se cuentan los minutos de un reloj?