LAMENTO POR LA MUERTE DE GUSTAVO ARTURO DE ALBA
Gustavo Arturo de Alba Mora, fallecido el pasado 30 de diciembre, fue un diletante (que se deleita) de los toros, el béisbol, la política y el cine… Estos cuatro mundos encontraron cauce para su flujo en la quinta de sus pasiones: el periodismo, con la que impulsó el surgimiento de Crisol, en octubre de 1990, que apareció comprometiéndose a ofrecer “una confiable y ágil alternativa en lo que se refiere a publicaciones de contenido y análisis, donde se den cita las diversas opiniones e ideas de la comunidad aguascalentense”, y así como para dejar en claro de qué iba la revista, en ese número de arranque se incluyó un artículo de Aniceto Gutiérrez, titulado “Del embute y sus asegunes”, en el que se refirió –algo sabría- a esta práctica que pervierte el periodismo (desde luego no ahora, y no aquí).
Por cierto que Gutiérrez, colaborador en los primeros números, era entonces lo suficientemente mayor como para haber sido él quien, en su calidad de jefe de redacción de El Sol del Centro, recibiera aquella noche de julio de 1953 la llamada del secretario general de gobierno, el abogado Joaquín Cruz Ramírez, solicitando al periódico un espacio para anunciar la muerte del gobernador Games Orozco. Otro de estos viejos colaboradores fue un personaje hoy injustamente olvidado, que escribía sobre temas históricos mucho antes de que otros lo hiciéramos. Me refiero a José María Mora Ruiz, con su obsesiva pasión por Jesús Terán y el liberalismo, aunque ciertamente en aquel primer número aparecieron también, y en los siguientes también, colaboraciones de Alfonso Reséndiz y Andrés Reyes Rodríguez.
[bctt tweet=»Gustavo se autodefinió como “miembro de la comunidad de analistas de café, similares y conexos”» username=»crisolhoy»]
Desde luego en cada edición publicaba su columna, o casi, que llevaba el sonoro título de Rehilete, en la que reflexionaba en voz alta sobre los asuntos políticos locales. Por cierto que en aquella primera entrega Gustavo se autodefinió como “miembro de la comunidad de analistas de café, similares y conexos”. Desde luego que tampoco faltarían en sus análisis cafeteros las imágenes taurinas y beisboleras… “Deberían recordar los madrugadores que para andar en la “polaka” hay que saber pisar los terrenos, medir la distancia y correr (templar) bien la mano, para poder hacer faena”, y luego, en relación a la sucesión del gobernador Barberena, y en lo que parece una clara referencia a Otto Granados Roldán: “en el juego de las sucesiones son muy escasos los pitcheres abridores que aguantan las nueve entradas, casi siempre es un bateador emergente el que conecta el jonrón y gana el juego.” Gustavo tuvo el carácter, el don de gentes y la amplitud de criterio como para ofrecer las páginas de su revista a personajes como Leticia López, José Luis Engel, Gilberto Calderón Romo, Miguel Ángel Torres, Sergio Flores Azco, su amigo Juan Castaingts… Unos se fueron y otros llegaron, pero en verdad fueron muchos los que echaron lápiz por primera vez en las páginas de Crisol Aquellos primeros fueron los antiguos, a los que siguieron otros, que 30 años después ya se volvieron antiguos. O más bien debo decir que ya nos volvimos, o viejos, en el peor de los casos, y a propósito de colaboradores, de la búsqueda de gente que escribiera, me acuerdo de una frase suya, entre seria y picaresca: “¿quiere usted que lo publiquen, o que lo lean?” Desde luego la conclusión era obvia: publicar en Crisol garantizaba la lectura.
[bctt tweet=»me acuerdo de una frase suya, entre seria y picaresca: “¿quiere usted que lo publiquen, o que lo lean?” Desde luego la conclusión era obvia: publicar en Crisol garantizaba la lectura.» username=»crisolhoy»]
Ahora lo recuerdo con el número más reciente de Crisol en brazos, el que acababa de salir de la imprenta, todavía con el aroma industrial de la tinta. Lo llevaba en brazos, orgulloso, como padre recién salido de la maternidad, presumiendo a su nuevo hijo, compartiéndolo con quien estuviera a la mano, y recomendando algún artículo, según las preferencias del posible lector.
Sus malquerientes lo acusaban de producir una revista priísta. De hecho se referían a la Prestigiada Revista, como gustaba él de llamarla, como Prisol. A lo mejor sí lo era, él; de hecho creo que en algún momento lo fue, e incluso presidente de seccional, pero, ¿y? Sobre esto podrían decirse un par de cosas. En primer lugar, que desde siempre Crisol fue un órgano plural: quien escribía en la revista podía decir lo que quisiera; lo que fuera, siempre y cuando cumpliera los requisitos mínimos de presentar textos medianamente bien escritos y que fueran mínimamente claros. Yo, que fui colaborador casi desde la primera hora jamás recibí línea en torno a lo que escribí. Se burlaría; criticaría, pero jamás me negó el espacio.
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Las páginas de la revista fueron llenadas por personajes procedentes de prácticamente todo el espectro ideológico y político del pueblo, e incluso recuerdo que de cuando en cuando se quejaba de no encontrar quien escribiera desde la derecha, digo, de aquella franca y abiertamente identificada con lo que generalmente se entiende como “derecha”, por más que buscara colaboradores hasta debajo de las piedras, a despecho de quienes escribían desde la izquierda. Ahora que me acuerdo, sí tenía una limitación: en una ocasión le escuché decir que no publicaría nada que pudiera interpretarse como un llamado a no votar en un proceso electoral. De ahí en más, chino libre… (Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a carlos.cronista.aguascalientes@gmail.com).