Por tierras yaquis
[bctt tweet=»Dice que la estructura actual de los yaquis es dual: los tradicionalistas a la cual él pertenece y los reconocidos por el gobierno y la iglesia» username=»crisolhoy»]
En lo personal no sabía mucho del pueblo yaqui
En los últimos meses que he platicado mucho con Carlos Sotelo, me ha trasmitido su gusto por la montaña o mejor dicho por el montañismo, así como por las comunidades y su problemática. Nos tocó viajar juntos a Ciudad Obregón para dar un impulso en la formación del Movimiento Comunista Mexicano en el estado de Sonora. Cumplimos con el objetivo para que pudiésemos aprovechar el viaje e ir a tierras yaquis a convervar con lugareños de ese pueblo originaario.
Al día siguiente domingo 31 de marzo nos levantamos temprano, el compañero Reynaldo Millán pasó por nosotros y tomamos camino, por el bello valle de Cajeme. Llegamos a un lugar preludiado por troncos con grandes iguanas labradas, como si quisiesen subir a la cumbre del árbol. Había un letrero que anunciaba que el lugar había sido fundado en 1609, aunque El Diablo me aclaró que la fecha correspondía a la llegada de los españoles no el del asentamiento indígena. Era Cocorit, fundada por los jesuitas en medio de pleno territorio yaqui.
En lo personal no sabía mucho del pueblo yaqui, malamente pero así es. Sólo lo conocía por su vocación de lucha, del gran orgullo por su cultura y tradiciones, por la leva de sus hombres llevados a la fuerza hasta el sureste del país y por la represión sufrida por ellos en 1900. Lo veía muy lejos de las tierras chichimecas y guachichiles en que nací.
Salimos de la carretera asfaltada para entrar a un camino de tierra. Pasamos por Tajimaroa, que según Reynaldo quiere decir “hacen lumbre”. Entramos después a una autopista que va a Hermosillo, pasamos una explanada donde hay una gran estatua de un danzante del venado y poco después, hacia la izquierda tomamos de nuevo un camino de terracería hasta llegar a Loma de Guamichil.
Ahí nos espera en su casa el profesor Jesús Moroyogui Ramírez, que en los noventas fue regidor electo por usos y costumbres de su pueblo, defensor de la cultura yaqui, amplio conocedor de su historia y orgulloso miembro de esa tribu, que según nos mencionó está diseminada en ocho comunidades.
La mañana es calurosa, nos reunimos bajo la sombra de un gran algodón convertido en frondoso árbol. La disertación es amena y altamente ilustrativa. Nuestro anfitrión sabe lo que dice, habla con conocimiento y convencimiento, es elocuente y claro.
Dice que la estructura actual de los yaquis es dual: los tradicionalistas a la cual él pertenece y los reconocidos por el gobierno y la iglesia. Menciona que hasta hace poco las cosas se dirimían a golpes, ahora ha iniciado un proceso de respeto mutuo, pero aún no de reconciliación.
Este tema nos lleva la postura de López Obrador con respecto a España y al Papa. Le damos la razón al presidente de México pero no dejamos de reconocer que también aquí se tiene un pendiente con los grupos originarios. Nuestro anfitrión menciona que ellos votaron por Morena, pero que no tiene plena confianza que las cosas se darán al amparo de lo que aspiran y necesitan los yaquis.
De aquí nos vamos a sus orígenes, lejanos en el tiempo, pero que ellos se trasmiten y perpetúan generación tras generación. Regresando a la Ciudad de México busco un texto sobre esto que me había parecido cuando lo leí muy bonito y por ello lo reproduzco:
“Cuentan que hace miles de años, los surem, humanos pequeñitos que habitaban el territorio yaqui, estaban en busca de agua, pues aún no existían los grandes ríos y un fuerte periodo de sequía golpeaba el territorio. Al pasar el tiempo y ante la desesperación, pidieron ayuda a distintas aves para que fueran al cielo a pedir agua al señor de la lluvia, pero éstas no lo lograron y entonces un sapito se ofreció para hablar con él a nombre de todos los seres vivientes. El sapito consiguió que lloviera tanto que con el agua se formó el gran río Yaqui y los surem, al ser bautizados con esta agua se hicieron grandes y fuertes, convirtiéndose entonces en yaquis”.
En lo personal después de la plática, las consideraciones de nuestro anfitrión, me llevan la conclusión del gran sincretismo entre las tradiciones originarias de los yaquis y su fe religiosa, concretamente la católica. Para mí fue de enorme simbolismo el que en cada casa haya una cruz de madera en cuyo lugar corresponde la recepción a cualquier visitante. Cruces similares nos encontramos en diversos lugares del informe atrio de la iglesia de Loma de Guamuchil.
También nos explicó la inconclusa lucha por el agua, particularmente alrededor de toda la obra que se ha realizado en la Presa El Novillo, tema del cual mencioné, ya habíamos tratado en el pasado en las páginas de Tribuna Comunista. Destacó además que aquí los yaquis tienen tres visiones distintas, dos de ellas relacionadas con las posturas de los gobiernos entrante y saliente, además de la defendida por el sector tradicional.
Corroboró lo que alguna vez ya había leído, en el sentido de que, “la cosmovisión yaqui es la que construye el discurso”, la comunicación oral, la narración, la reiteración de que tienen memoria y orgullo por lo que son y representan.
Como colofón compartimos el alimento, disfrutamos un riquísimo huacavaqui (como ellos le llaman), que corresponde a una especie de caldo de res, abundante, plagado de verduras y garbanzo, complementado con quelites guisados con no se qué, pero igualmente deliciosos.
Casi para retirarnos el profesor Jesús sentencia que los yaquis son de izquierda, lo cual me sorprende y no acabo de entender, por lo que le pregunto por qué. Pronto me responde que su pueblo es de lucha, siempre está en movimiento por lo que aspira, es inconforme y ve para adelante. Para mis adentros me digo que tiene razón.