La forma y el método que busco en mis diálogos

La forma y el método que busco en mis diálogos

[bctt tweet=»En las redes la inmensa mayoría sólo busca el halago, los pleitos, las descalificaciones, difícilmente el objetivo es construir un diálogo» username=»crisolhoy»]

Verónica Volkow

 

Es fundamental entender las formas para dialogar

 

Últimamente he intercambiado diálogos con pensadores, tintas que desde luego tienen mi más amplia admiración, precisamente una de las condiciones para un auténtico diálogo, es el respeto como condición mínima entre las partes. Desde luego la acepción de la palabra respeto, no es de ninguna manera la sumisión al punto de vista del otro. Saramago, el escritor que se definía a si mismo como un comunista, desde luego no uno que apoyara las atrocidades del Gulag, si no un comunista se pensamiento, de las ideas, que busca la auténtica posibilidad de un abatimiento de la inmensa miseria del hundido tercer mundo, este pensador comunista decía que todo intento de convencimiento es un intento de colonización del otro, claro, por esto es indispensable que el respeto exista, para tener un auténtico diálogo y no una reyerta vulgar, para pensar y no para buscar tener adeptos convencidos, por esto, los diálogos difícilmente se dan, pero cuando se producen, son asombrosos, como en aquellos tiempos de la sabiduría Platónica.

En las redes la inmensa mayoría sólo busca el halago, los pleitos, las descalificaciones, difícilmente el objetivo es construir un diálogo. Esto implicaría que no necesariamente alguien tiene que ganar porque es un diálogo que construye, esto implica el respeto por el que dialoga aunque no se esté de acuerdo con su forma de pensar, implica el no buscar aplastar para ser popular, o para ser reconocido a través de la competencia, implica la noción antigua de valor y amistad. Sólo los amigos tienen diálogos, los políticos tienen ideología, buscan militancia, univocidad equivoca, alienación, enajenación, les alteran los cuestionamientos y los disidentes, por esto la política está tan alejada del diálogo auténtico con los gobernados, por esto es tan fácil esparcir rencores de clase en lugar de propuestas, en nombre del poder se fractura al diálogo, en nombre de la ideología también.

La falta del diálogo es lo que nos tiene hundidos en el univocismo equívoco, es decir, vamos por la vida creyendo encontrar verdades únicas y vociferando las conclusiones de las mismas a los cuatro vientos sin siquiera contradecirnos, ni permitir mucho menos que nadie nos contradiga.

Verónica Volkow escribe: 《 “Habita el hombre poéticamente sobre la tierra”, nos dice Heidegger, implicando que a través de la poesía y de los símbolos, el hombre intenta integrar todas las dimensiones que lo constituyen a la realidad del mundo.[1]

Para dialogar es indispensable asumir que no lo sé todo, que mis puntos de vista cambian, son falibles, no son rígidos como el acero, exactos como el método, las ideas a veces construyen juicios , los juicios argumentos, y los argumentos no son mármol imperecedero, aunque la lógica formal exista como una voz Aristotélica que parece eterna.

Desde Kant sabemos que la razón humana jamás habla por la realidad, sólo se aproxima. Las mismas ciencias exactas tienen métodos, interpretaciones, cambios, la ciencia es lo que más se aproxima a la realidad sin alcanzarla. En el mismo artículo se nos previene sobre la necesidad del símbolo que tenemos:

A través del símbolo puede el hombre vivir plenamente dentro de este cosmos al que pertenece porque es su análogo; puede vivir como hombre plenamente, y no exclusivamente como ese animal poseedor de un poco de razón, tecnología y habilidades de supervivencia física, en el que la sociedad tecnocrática quiere convertirnos actualmente.[2]

Como insoportable lector crítico, dialogante y conciliador perpetuo, discrepo de la última cita en el concepto de plenitud. El hombre no creo pueda vivir plenamente, pero esta aclaración me llevaría a la vulgaridad de la extensión. La distinción entre el ánima: vegetal, animal, humana ya la hacía Hegel, pero un lector suyo como Alexandre Kojeve, fue el que situó al deseo como constituyente de la conciencia, es decir, antes de lo que le decimos yo, hay deseo, falta. Schelling amigo de Hegel afirmó: “El sujeto es la falta en ser infinita.”

Poco de razón, tecnología y habilidades para sobrevivir, son la herencia de este siglo, es lo que concuerdo con la cita, sociedades que asumen que la técnica científica es la única verdad del hombre. La técnica, el método, la cuantificación como las insignias de lo que supuestamente es objetivo y real, sólo así se habla de verdad, usando métodos o matemáticas, la desconfianza en el resto del lenguaje es absoluta. Ni se diga en los poetas.

Una de las virtudes de la hermenéutica analógica es que nos permite un conocimiento humano que integra tanto el acercamiento unívoco —tradicional delas ciencias humanasen el siglo XX—como el equívoco que tendió a imperar en la “así llamada” posmodernidad. Las metodologías epistemológicas de las ciencias humanas en el siglo XX tuvieron un corte, marcadamente univocista, heredado de una voluntad de imitación de las ciencias naturales, las “ciencias fuertes”. A finales del siglo pasado, con la posmodernidad, se da un movimiento contrario y aun más peligroso: el imperativo de la relatividad, donde se llega al naufragio de toda referencia rectora y donde prácticamente cualquier cosa se puede decir de cualquier cosa.

Un verdadero conocimiento de los fenómenos humanos tiene que integrar univocidad y equivocidad, sujetándose a una noción de jerarquía causal, nos dirá Beuchot. Esta propuesta tiene la enorme bondad de ampliar el campo de lo que podemos referir como verdadero dentro de las ciencias humanas.[3]

Y es que se desprecia a los que no hacen ciencia, a los que no estudiaron matemáticas ,en lugar de tener la humildad de explicarnos de otro modo. Esto pasa inclusive en una disciplina tan equivoca como el psicoanálisis, tan crítica de la ciencia, del poder por un lado, pero tan dogmática alrededor de sus grandes representantes por el otro. El hecho de ser alumno directo del gran gurú para muchos era símbolo de autoridad, olvidando el ejercicio de dialogar con las posturas contrarias o disidentes, es decir, el diálogo desde Platón es indispensable al conocimiento humano.

El día que encontré mi primer acercamiento al método de la hermenéutica analógica, lo que parecía impensable resultó que no lo era tanto, el diálogo entre lo subjetivo y lo objetivo, entre lo unívoco y lo equivocó, no la exclusión tradicionalista de ambos discursos.

《 Sin esta ampliación de lo que cabalmente se puede decir de una creación humana, bajo parámetros de rigor, quedarían las humanidades sujetas a un raquitismo de devastadora superficialidad, a un mutismo que es mutilación esencial de esa “tradición humanista” que contextualiza cualquier producción de sentido. Esta necesidad de recuperación de la “tradición humanista”, tan fundamental para Gadamer, Beuchot nos la rescata a través de su integración de lo unívoco y lo equívoco.

¡Recuperación de una amplitud de lo inteligible, para el saber académico, que no puede ser más que alentadora, vivificante y bienvenida.[4]

Es fundamental entender las formas para dialogar, acercarse al sentido del humor y a la humildad, alejarse de esa actitud aristocrático monárquica despótica de superioridad. Los semblantes que adoptan los protagonistas del diálogo en las redes sociales por ejemplo, en este excelente ensayo que estoy referenciando, se nos describe una actitud masiva adoptada por los sujetos, en las palabras de este insigne ensayo sobre el pensamiento analógico:

《Estos símbolos pueden ser iconos cuando se limitan a ser humildemente transparentes, gnoseológicamente mediadores, sin atraer la atención hacia sí mismos, sino proyectándola hacia el referente. Sin embargo, cuando los símbolos quieren atrapar la atención de manera narcisista y alienante, se vuelven ídolos: se vuelven objetos ellos mismos de idolatría; obturan con un esteticismo alienante nuestro verdadero vínculo con el otro y con el mundo. Los ídolos, al reificarse o cosificarse, excluyen a sus hermanos de analogías. Los ídolos finalmente fracasan en su capacidad para vincularnos. Si los iconos son diáfanos, los ídolos opacos. Si los iconos son incluyentes y nos vinculan con el todo y con los otros, los ídolos son excluyentes y nos encierran en el narcisismo y en un estéril aislamiento. Finalmente los iconos privilegian la verdadera experiencia espiritual, que es un regalo común a todos los hombres, cualquiera que sea su tiempo, raza, cultura o religión.

Esta dinámica del icono y el ídolo que Beuchot explora en relación con los símbolos del macrocosmos, nuestro filósofo tiene el acierto de aplicarla a las relaciones humanas. En mi relación con el otro —en cualquiera de mis roles sociales— puedo funcionar o bien como un icono o bien como ídolo. Soy icono cuando puedo ser lo suficientemente humilde para que el otro —a través de nuestro vínculo— pueda reencontrar su propia dimensión de libertad. Soy icono cuando no impongo mis propios parámetros y expectativas sobre el otro, sino que respeto su naturaleza esencial.[5]

Y es que el odio a pensadores, el desprecio descontextualizado, como también el escudarse en palabras de otro, son fenómenos ante los cuales uno debe dialogar. Hablando de iconos como Marx, que después fue tergiversado por ídolos como Stalin, en el mismo ensayo citado, existe un verso dedicado a un Marxista que nos describió lo que significa un: “aparato ideológico del Estado.”

Estas nociones de icono e ídolo, que Beuchot lleva a un plano espiritual, muy general, retoman el eco de lo que fuera para el marxismo la antinomia de la falsa ideología versus el conocimiento científico, que nos plantea Althusser; o de la pseudo concreción versus la praxis concreta en el pensamiento de Karel Kozik. El marxismo buscaba la integración de una humanidad sin clases enemigas, una humanidad universal, lo mismo que propondría implícitamente la búsqueda del icono en Beuchot.[6]

Siendo un lector de la historia, filosofía, poesía, me considero un defensor de la libertad, me opongo a cualquier dictadura, inclusive a la del proletariado, la falla catastrófica del comunismo fue producir ídolos en lugar de iconos: Stalin, Mao, ídolos incuestionables, al oponerse a su opinión, uno se oponía al poder, al partido, a la verdad.

Sin caer en el común error de descartar el pensamiento de Marx por asociarlo a dictaduras atroces, conviene recordar que no es lo mismo un escritor que un gobernante, ni un icono que un ídolo. Demonizar a Marx como pensador derivado del hundimiento de regímenes comunistas (que dejaron de existir por ídolos opresivos), es universalizar, es como afirmar que la Biblia entera es atroz por que existió la Inquisición.

El intercambio de ideas es la forma , la explicación del método lo prudente, no asumir que sabemos más por emplear la estadística descriptiva, quien no sabe explicar lo que cree saber de otras formas, seguramente no entendió mucho de lo que asume que sabe, el método que yo elijo es la hermenéutica analógica, y como buen seguidor de este método, busco el dialogo hasta entre lo aparentemente opuesto e irreconciliable, entre los liberales y los comunistas, entre Hegel y Marx.

Para mi es fundamental leer para dialogar sobre la crisis actual del capitalismo, entender conceptos Hegelianos y después Marxistas como: amo, siervo, dinero, la demagogia, la ideología, la mercancía, el valor de las cosas. Y así como busco que extremos aparentemente irreconciliables dialoguen, el asombro adviene cuando uno entiende que el mismo Engels pertenecía a una familia de empresarios , y Marx se casó con una aristócrata. Hasta en sus biografías, resalta mi inquietud sobre si ellos habrían aceptado de buen modo la: “dictadura del proletariado» impuesta años después por un régimen que resultó una dictadura: paranoide, terrible, siniestra.

El diálogo consiste no en demonizar sólo a los Soviéticos tampoco, la gloriosa Inglaterra liberal exterminó poblaciones enteras cuando se hizo un imperio, siguen diciéndole a esa parte de la historia: “civilización de los salvajes», Alemania tuvo campos de concentración cuando busco dominar el mundo, Rusia tuvo su Archipiélago del Gulag.

  1. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.
  2. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.
  3. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.
  4. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.
  5. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.
  6. El símbolo en nuestro siglo. Verónica Volkow.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

Alejandro Marengo

Mendigo de sueños, distópico, surrealista.   La enajeción desiderativa a la mercancía dinero, se paga siempre con libertad.

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