“LA PEOR PERSONA DEL MUNDO” (“VERDENS VERSTE MENNESKE”)
En el alba de sus treinta años, una mujer llamada Julie (la excepcional Renate Reinsve) ve cómo la vida transita frente a ella sin que ella logre incorporarse. Presa de una indecisión característica de una mente posmoderna que la orilla a cursar carrera tras carrera que va desde medicina hasta fotografía siempre con el consentimiento y apoyo de su madre, la joven no logra despertar ante ésta modorra existencial hasta que conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un artista del cómic independiente cuya creación de un gato antropomorfo que desacraliza todo aspecto de la cultura occidental alcanza la cima del culto. Su relación marca el ritmo de la primera mitad de este maravilloso filme noruego al mesurar la cadencia de un vínculo interpersonal mostrándonos viñetas sobre su progreso en cuanto a ellos mismos, su vida sexual, su vida privada y la forma en que comunican sus propias inquietudes a través de sus constantes reuniones con amistades y familiares. Éste último elemento concreta un punto singular donde Julie, si bien es una mujer carismática, relativamente obediente de la voluntad de sus padres y capaz de entregarse con una pasión que dota de salud a su vida amorosa, le cuestiona si realmente es feliz, sobre todo cuando Aksel, un hombre de apariencia juvenil pero con 44 años de edad, coloca sobre la mesa la posibilidad de concebir un hijo. Esto que comienza un resquebrajamiento en Julie sana gracias a Eivind (Herbert Nordrum), un mesero a quien conoce en una fiesta y que la cautiva durante una noche donde juran no sobrepasar la línea que los ingrese a la infidelidad con sus respectivas parejas charlando, coqueteándose y manifestando una idea muy clara y audaz sobre cómo delimitar una aproximación al deseo sin caer en ello. Esta experiencia los marcará al punto de abandonar a sus compañeros sentimentales y emprender una vida juntos, pues son demasiados los puntos que los vinculan incluyendo el aceptar una vida sin hijos.
Julie se manifiesta como un personaje que expresa complejidad emocional pero enclavada en una narrativa que deja muy clara su necesidad por concretarse como un ser que no mostrará evolución alguna hasta el último momento, cuando una noticia de tinte fatalista llegue a su vida. Si bien los dos primeros actos construyen su discurso en una línea casi humorística sin caer en la humorada rescatando los aspectos más propositivos de una cita como “Annie Hall: Dos Extraños Amantes” de Woody Allen en cuanto a la contextura de la relación sentimental que ella entabla con éstos dos sujetos a través de diálogos jocosos investidos de inquietante honestidad, el tercero se desmarca a favor de una línea triste y melancólica que complementa magistralmente la idea que su director Joachim Trier espléndidamente plantea desde el inicio sobre el amor en los tiempos del Instagram, contando su historia de forma muy literaria en cuanto a diseño de situaciones y progreso cronológico y al punto de capitular con todo y su prólogo y epílogo esta historia que logra fascinar, conmover y arrancar una que otra carcajada. “La Peor Persona del Mundo” como título alude de forma irónica a la convulsa personalidad de su protagonista y la manera con que toma las decisiones que forman su ruta existencial a costa de lo que la moral y la cultura condena si afecta a terceros, pero ello no sólo la convierte en una figura retórica sobre la condición humana, sino también sobre cómo todos somos pues las peores personas del mundo en nuestra incansable afán por ser felices, tal cual lo hace y logra ella siendo, en esencia, una gran persona por ser precisamente ella misma. Esta es, sin lugar a dudas, una de las mejores cintas estrenadas este año en nuestra ciudad.
