El movimiento ecologista: a fondo, en la defensa de la Naturaleza y el Medio Ambiente
Tercera parte: Las organizaciones sociales en la defensa de Medio Ambiente
Como lo señala Dominique Simonnet1, el mejor relator cronista e intérprete del movimiento ecologista francés, en su libro El Ecologismo: “La irrupción del movimiento ecologista en la escena política francesa en 1977 ha producido un efecto de moda que ha ocultado su pensamiento profundo, para dejar entrever únicamente sus planteamientos superficiales”. Algo parecido a lo que sucedió en 1977, en Francia, sucede todavía hoy en México. Y dice Simonnet: “Defensa de la naturaleza, calidad de vida, protección del medio ambiente; estos conceptos no forman sino el envoltorio de la realidad ecologista. Esta presenta múltiples facetas que hay que interpretar a la vez bajo una misma luz para comprender su coherencia. Una disciplina científica, una teoría crítica de la economía, un análisis de la sociedad industrial, esbozos de propuestas políticas, una sensibilidad moral, un movimiento social, cierta alegría de vivir y también, el placer de contemplar una flor hermosa y un pajarito… así es el rompecabezas ecologista”.
Nacido hacia 1972, durante la primera cumbre de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente(Estocolmo), el movimiento ecologista francés se convierte en pocos años en un movimiento de gran diversidad de expresiones y propuestas, y gran reconocimiento internacional, con las aportaciones de los grandes pensadores de varios países que entre los años 30 y los años 60 del siglo pasado anticiparon sus ideas y su movilización, tales como: Lewis Mumford, Bernard Charbonneau, Aldous Huxley Albert Einstein, Rachel Carson, Murray Bookchin, Jacques Ellul, Eugene Odum, Barry Commoner Rene Dumont, Iván Illich, Nicholas Georgescu -Roegen, Paul Ehrlich, Leopold Kohr, entre otros autores.
Los movimientos ecologistas de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Italia, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, España y Francia corren en paralelo y se retroalimentan en esos años; en algunos casos anticipan en algunos aspectos al movimiento francés y en otros aspectos lo secundan. El movimiento ecologista nace en los países con la más antigua o más grande industrialización, con el apoyo del espíritu emancipador del mayo del 68 francés.
Como lo señala el catalán Santiago Vilanova en el prólogo del libro El Ecologismo: “El informe sobre los Limites de crecimiento presentado en 1972 en el Club de Roma por el profesor Meadows del MIT, junto con el manifiesto de 1970 de la revista inglesa The Ecologist titulado “A Blueprint for survival” aportaron elementos de crítica científica suficientemente relevantes para que los grupos ambientalistas iniciaran la definitiva politización de sus campañas…. El libro de EF Schumacher, Small is Beautiful (Lo Pequeño es Hermoso) de 1971 es traducido a todas las lenguas y consigue récords de venta en todos los países industrializados…Conservadores, liberales, socialistas y comunistas, aposentados en el confort del mito del crecimiento, empiezan a no hallar justificaciones económicas para resolver el paro, la inflación y la crisis energética…. La ecología política se va estableciendo día a día como un puzzle integrado por una disciplina científica basada en la economía y una moral crítica frente a la civilización industrial”.
En el magnífico libro de Simonnet, se describen los temas o preocupaciones más importantes en la formación del complejo ideario del movimiento ecologista, tales como: De la ciencia a la conciencia. La naturaleza global: el legado del darwinismo, la organización de la naturaleza y la mirada sistemática. La crisis ecológica: la naturaleza enferma, los desequilibrios mundiales y la conciencia planetaria. La crítica a la sociedad industrial: la crisis de la economía de crecimiento: la producción- destrucción, la energía voraz, las desigualdades del crecimiento, el trabajo alienado y el productivismo, en su Primera y Segunda Parte.
Además, se analizan: Los reversos del progreso: la ciencia planificada, la tiranía de las herramientas. El Estado pulpo: El Estado total, el Estado central. El hombre desnaturalizado: el hombre desgarrado, el hombre despersonalizado, el hombre drogado, el hombre desarraigado, y el hombre desencantado2.
En la introducción del libro, Simonnet escribe: “Nada predisponía que esta nueva disciplina- la ecología-, a un futuro social ¿Quién hubiera imaginado por ejemplo que hubiera un movimiento biologista o militantes psicológicos? La ideología fue sin embargo la suerte de la ecología. La ciencia no ha sido desnaturalizada en la misma medida, hubiera sido el colmo, para la ciencia de la Naturaleza. Pero ha contribuido a la formación de una corriente de pensamiento y de un movimiento sociopolítico…”
“La ecología ha recordado la evidencia: el hombre no puede actuar ilimitadamente sobre su medio sin sufrir las consecuencias en un plazo más o menos largo. En mayor o menor medida la especie humana forma parte de la Naturaleza, no puede sustraerse a ella. Y a los ojos de los naturalistas está aserrando la rama sobre la cual está sentado”.
“De este modo, más allá de la biología nació la noción de la protección de la naturaleza. Como efecto de un refinamiento de esta conciencia ecológica, las ciencias biologías apelaron a las ciencias humanas: la etnología denuncio la “descivilización” perpetrada por los occidentales contra las etnias y las culturas minoritarias; la demografía se enfrentó al crecimiento mundial galopante y a las superpoblaciones; la sociología se mezcló juzgando a la sociedad “contra natura” y al hombre occidental “ domesticado”; las palabras naturaleza, ciencia, técnicas iluminaron a la filosofía que enriqueció sus viejos debates con esta nuevas categorías”.
“Esta eclosión cultural invadió la economía y la política, dos dominios clave de la sociedad industrial, donde se buscaron las causas de la crisis ecológica. Una ecología política interpeló a la economía política; y paralelamente, en el tejido social una nueva corriente de pensamiento y acción apoyada en estos análisis vio la luz en los años 70: los ecologistas. El nombre es ambiguo puesto que no designa esta vez a científicos, sino a militantes que no dudan en intervenir en el campo político”.
Por otra parte, en Inglaterra, Edward Goldsmith, integrante de una familia muy desatacada de ese país funda en 1970 la revista The Ecologist que da cuenta de noticias, investigaciones y artículos de opinión, con una visión centrada en el ecologismo de habla inglesa, inspirada por el libro Silent Spring (La Primavera Silenciosa) de Rachel Carson (1962), y realiza una fuerte crítica a la sociedad industrial y al desarrollo y por otra parte muestra una gran admiración y empatía por los pueblos originarios. Por su manifiesto Por la Sobrevivencia, inspira la creación del Partido del Pueblo que luego se convierte en el Partido de la Ecología y más tarde en Partido Verde de Inglaterra.
En Estados Unidos, el genial obrero y profesor anarcosindicalista Murray Bookchin, pionero del movimiento ecologista; escribe en 1962 el libro Our Syntetic Environment (Nuestro ambiente sintético) donde claramente empieza a dar forma a lo mejor del pensamiento ecologista de ese país. Con otros ecologistas, funda en 1974 el Instituto para la Ecología Social que adquiere relevancia internacional; publica en 1982 su libro más ambicioso The Ecology of Freedom (La Ecología de la Libertad) que lo convierte en uno de los mayores pensadores ecologistas del mundo. El anarquismo socialista (Bakunin, Kropotkin) da un gran apoyo a las ideas ecologistas de Bookchin.
En la antigua Alemania del Este, Rudolf Bahro del Partido Comunista de ese país publica en 1972 el libro La Alternativa en torno al daño que hace la industria global a la ecología de los territorios; esta publicación conduce primero a su encarcelamiento y en 1979 a su expulsión a la Alemania Occidental debido a una demanda internacional de su liberación suscrita por decenas de personalidades de fama mundial. Bahro se convierte inmediatamente (1980) en uno de los principales fundadores del Partido Die Grunen (Los Verdes), partido al que años después renuncia ante la gran falta de radicalidad de ese partido. Con gran visión, confirma la muy pobre contribución que pueden hacer estos partidos verdes a la defensa del equilibrio ecológico o del Medio Ambiente de los países.
Bahro regresa con honores a la Alemania Oriental donde publica en 1987 su libro Logik der Reitung (Avoiding Social & Ecological Disaster/ Evitando el Desastre Social y Ecológico) que tiene el subtítulo The Politics of World Transformation, An Inquiry into the Foundations of Spiritual and Ecological Politics (La Política de la Transformación del Mundo. Una investigación sobre los fundamentos de la Política Espiritual y Ecológica) Tempranamente, da cuenta del desastre social y ecológico global generado por la Megamáquina (industrial) descrita por Lewis Mumford. Bahro es posiblemente el mayor representante del ecologismo alemán.
Y dice Simonnet en la introducción de El Ecologismo: “No nos engañemos, el movimiento ecologista no nació de una transposición del análisis biológico al discurso político. Es cierto que ha madurado sobre comprobaciones y enseñanzas de la ciencia ecológica, pero, sus raíces son más profundas y más extensas: es el punto de confluencia de diferentes corrientes sociales que han descubierto aspiraciones comunes y han bebido en la fuente de múltiples teóricos. Su discurso no duda en insinuarse en dominios económicos, políticos y filosóficos”.
“En el debate ecológico, los ecologistas han aparecido con el doble aspecto de un elemento político autónomo y de un movimiento social que intenta desglosar la sociedad en otras realidades: las actividades humanas ya no se reducen solo a las relaciones de producción; la ecología política saca al homo econimicus de su marco restringido de trabajador-consumidor para considerarlo como un ser único dotado de deseos y cultura. La noción de estar mejor se opone a la de tener más, el progreso social al crecimiento económico. Los ecologistas no se interrogan únicamente sobre la propiedad de los medios de producción sino también sobre su naturaleza y desarrollo”.
Por su parte, Santiago Vilanova, en el prólogo de El Ecologismo nos dice: “A medida que se impone la nueva colonización a través del complejo industrial-militar se incrementa la conciencia de vivir en un mundo apocalíptico que camina hacia la autodestrucción. Las clases obreras se hallan sometidas por el poder de las multinacionales y las estrategias industriales de los organismos financieros. El aumento de nivel de vida exige la explotación de los recursos naturales de los países “pobres” ¿Cómo detener esa máquina infernal?”
“La conciencia ecológica, como señala Edgar Morin, nos plantea un problema de una profundidad y amplitud extraordinarias. Nos obliga a poner en cuestión la orientación misma de la civilización industrial que ha “triunfado” en base a tres principios organizadores, y que son ahora a causa de la rebeldía: la separación cartesiana del hombre-sujeto en un universo de objetos manipulables: la ciencia concebida como conocimiento objetivo que no se preocupa de su propio sentido ni de su fin y que , por esa misma razón , se convierte en instrumento de todo tipo de poderes y potencias; finalmente, la idea burguesa, y luego marxista, del hombre conquistador de la Naturaleza…”
“El significado del movimiento ecologista, señala el economista Orio Giradini3, es distinto y mucho más profundo que el de los movimientos de protesta que surgieron a lo largo de la sociedad industrial. No se trata de erigirse contra los desequilibrios transitorios de una evolución en curso que el hombre ha querido, como el caso de los movimientos lúdicos. Se trata de abrir camino hacia la sociedad postindustrial con creatividad, imaginación y capacidad. Por primera vez se trata de contribuir no a una visión universal del mundo occidental, sino a una toma de conciencia planetaria de la apropiación justa y eficaz de los recursos naturales.”
En su Tercera parte, en El Ecologismo, se tratan temas tales como: Hacia las sociedades ecologistas: La ecología política y la economía política. El inventario de los recursos. Las energías renovables. El trabajo aliviado. Otro desarrollo. Las Herramientas Convivenciales. La ciencia desempotrada. Las tecnologías blandas. De la ecología política al ecologismo. La Sociedad Utópica. La tentación del biologicismo. La autogestión. El boscaje económico. La sociedad orgánica. La práctica de la utopía. El Hombre Reencantado. El territorio. La comunidad. El ser.
En su Cuarta parte, se tratan temas tales como: El Movimiento Ecologista. Las raíces sociales. El impulso contestatario. La fertilización intelectual. La defensa de la naturaleza. La defensa del medio ambiente. La defensa de lo natural. El detonador nuclear. La explosión ecológica. La Acción Ecologista: Un movimiento diluido. La intervención política. La intervención social. Las divergencias estratégicas
En la introducción de este libro, Simonnet nos dice: “El tercer carácter del movimiento ecologista queda a menudo oscurecido por los dos precedentes; es sin embargo el más profundo y el más sólido: una ideología ecologista ética y comportamiento al mismo tiempo, interviene en el doble campo filosófico del conocimiento y la acción. Pone profundamente en tela de juicio el determinismo científico y técnico que condiciona el desarrollo de las sociedades modernas, preguntándose sobre la influencia del pensamiento científico y sobre la de la tecnología en las elecciones de sociedad y modo de vida”.
“El movimiento ecologista plantea ante todo el tema de la relación entre la naturaleza y la sociedad en un siglo en que el hombre “desnaturalizado”, encerrado en su función social, es la victima principal de este antagonismo. Medita sobre las nociones de felicidad y libertad, disociando la primera de la abundancia y asociando la otra a la autonomía y formula al mismo tiempo una moral del comportamiento cotidiano considerando la sociedad desde el punto de vista de la naturaleza y el individuo”.
“¿Todo ello forma una nueva ideología o no es más que la transformación moderna de una vieja sensibilidad resurgida ante las dificultades contemporáneas? ….. Para calificarla parece más apropiado el término “ecologismo” que el de “ecología”, que conviene reservar a la única designación de la ciencia. Del mismo modo la palabra “ecologista” será utilizada a la vez como sustantivo para designar a los militantes del ecologismo y como adjetivo para calificar lo relativo al ecologismo”.
El ecologismo como nueva ideología.
En los años 80 el movimiento ecologista entra en una nueva etapa debido a la creación de los partidos “Verdes” o “Ecologistas”. En 1989 el investigador inglés, Andrew Dobson, publica la primera versión de su libro Green Polítical Thought4; en 1990 tiene ya su primera traducción al español5 y en 1995 la segunda, como Pensamiento Político Verde. Es posiblemente el primer manual introductorio sobre pensamiento político ecológico. Como lo señala en el prefacio de la segunda edición inglesa: “mi principal intención fue primordialmente asegurar al ecologismo un lugar en la lista de las ideologías políticas modernas. – el enfoque de la segunda edición, voy a intentar … enclavar más firmemente mi visión del ecologismo, tanto en la teoría de la ideología política, como en el campo de populares visiones de conjunto. Este enfoque me ha permitido también afinar aún más la distinción entre medioambientalismo y ecologismo, distinción que actualmente es parte esencial y necesaria del debate político medio ambiental”.
En la introducción de Pensamiento Político Verde, Dobson nos dice: “Creía (y sigo creyendo) que medioambientalismo y ecologismo son suficientemente diferentes como para convertir su confusión en un serio error intelectual, tanto en el contexto de una consideración del ecologismo como ideología política como en el marco de una cuidadosa presentación del radical desafío verde al consenso político, económico y social que domina al final del siglo XX. En lo sucesivo, se puede tomar como una distinción tosca, pero eficaz, entre medioambientalismo y ecologismo: el medio ambientalismo aboga por una aproximación administrativa a los problemas ambientales, convencido de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos de producción y consumo, mientras el ecologismo mantiene que una existencia sustentable y satisfactoria presupone cambios radicales en nuestra relación con el mundo natural no humano y en nuestra forma de vida social y política”.
“Me propongo sostener que hay que mantener separados medioambientalismo y ecologismo, y voy a defender tal opinión, no solo porque ambos difieren en grado, sino también en especie. En otras palabras, hay que mantenerlos separados por las mismas razones que se deben mantener aparte liberalismo y socialismo o conservadurismo y nacionalismo. Esto puede parecer controvertido porque la opinión habitual es que medioambientalismo y ecologismo pertenecen a la misma familia, siendo el primero simplemente una manifestación de la preocupación por el medio ambiente menos radical que el segundo. Es menos radical, por supuesto, y eso no carece de importancia, pero deseo dejar bien sentado que la naturaleza de la diferencia nos lleva más allá de la cuestión del radicalismo, a un territorio de tipo más fundamental: la clase de territorio, en efecto, que nos obliga a distinguir liberalismo y socialismo como familias, y no sólo o simplemente, como vástagos de los mismos padres”.
“En primer lugar, el medioambientalismo no es en absoluto una ideología”.
Poco se sabe en México de las ideas y la historia del ecologismo a pesar de que, cuando surgió este movimiento hace unos 50 años, uno de los principales fertilizadores de este movimiento, Iván Illich, animaba el Centro Intercultural de Documentación, CIDOC (1969-1976) en Cuernavaca, Morelos y escribía los libros que le dieron fama mundial en los años 70, tales como: La Convivencialidad, Energía y Equidad, Alternativas, La Sociedad Desescolarizada, Némesis Médica6.
El pensamiento crítico global del sistema productivista, economista dominante, como el de Iván Illich y del movimiento ecologista, ha molestado mucho a los partidos políticos progresistas y no progresistas de México y a nuestras grandes universidades y centros de altos estudios. No han querido reconocer el desastre social y ecológico global creado por la sociedad industrial de crecimiento económico sin límites. Prefieren el ambientalismo con la visión más estrecha posible, para simular que les importa la devastación de la riqueza natural del país y el Medio Ambiente.
1 El Ecologismo, Dominique Simonnet; en francés: L’Ecologisme, Presses Unversitaires de France, 1979; en español GEDISA, Barcelona 1980, GEDISA- México, octubre de 1983.
2 Hasta principios del siglo XXI, antes de las grandes conquistas del feminismo, las ciencias utilizaron la palabra “hombre” como la representación del ser humano: homo sapiens, homo economicus, homo faber, homo ludens, etc.
3 Orio Giardini, Ecologie, economie et recherche u bien-etre, CADMOS, primavera de 1979, Ginebra.
4 Green Political Thought, Routledge, London New York, 1990-1995.
5 Pensamiento Político Verde, PAIDOS Barcelona, Buenos Aires-México, 1997.
6 Obras Reunidas de Iván Illich, Fondo de Cultura Económica, 2006.