Heródoto, el fundador

Heródoto, el fundador

La primera imagen que me viene sobre Heródoto es la de Kapuściński en su bello libro Viajes con Heródoto (Anagrama, 2006), quien cargaba los libros de la Historia como una forma de asimilar la “historia vagabunda” que llevara a cabo nuestro clásico… Porque no sólo historia (historía en griego) significó literalmente para Heródoto investigar, sino también llevar a cabo una historia a partir de fuentes diversas y sobre todo lo más amplias posibles, al grado que es también el creador de una “historia global”, del mundo conocido y habitado (“ecúmene”) en ese momento. También se ha comentado que el sustantivo ístor, “el que ve”, enfatiza la importancia del ser testigo y sobre todo ofrecer testimonios y pruebas de lo que se decía. Por ello, Cicerón le otorgaría a Heródoto el título de “padre de la historia”, pero no de una historia sólo descriptiva sino de la que ofrecía explicaciones y argumentos.

Para algunos historiadores sobre todo decimonónicos, sería Tucídides el verdadero fundador de la historia, ya que veían a Heródoto todavía muy influenciado por las creencias, mitos y leyendas de sus contemporáneos, mientras que el primero podría satisfacer más los requerimientos de una historia más basada en fuentes escritas.

Sin embargo, Heródoto trató no sólo de describir a partir de las fuentes conocidas, sino también comprender y explicar las acciones humanas, en especial la guerra, para lo cual se apropió de otras metodologías que bien podrían considerarse interdisciplinarias. Así pues, Heródoto fue un geógrafo o “geohistoriador”, o quizá mejor un historiador del medio ambiente ya que uno de sus grandes temas será la relación de los hombres, y de los ejércitos, con la naturaleza, en particular con el agua. De hecho, conocemos uno de sus mapas en donde se pueden observar claramente los ríos, aunque los orígenes de éstos no fueran tan precisos ya que fueron conocidos posteriormente.

Mapa de Heródoto sobre el “ecúmene” o mundo habitado

Fuente: El blog de César MB, “La ecúmene o el mundo conocido”, consultado en: https://elblogdecesarmb.blogspot.com/2018/10/la-ecumene-o-el-mundo-conocido.html

Le importaba narrar por ejemplo cómo los hombres poderosos tanto de Persia como de Grecia concebían la relación con los ríos, generalmente obstáculos en la frontera para conquistar o dominar al enemigo, y cómo estas creencias señalaban el castigo de los dioses ante el atrevimiento de modificar la naturaleza. Es famosa la reacción de Jerjes, rey persa hijo de Darío, cuando la corriente destruyó el puente que impidió el paso de las fuerzas persas en el estrecho de los Dardanelos (para los griegos Helesponto), para lo cual le mandó propinar a dicha corriente de agua trescientos latigazos y que arrojaran un par de grilletes al decir las siguientes palabras: “¡Maldita corriente! Nuestro amo te inflige este castigo porque […] lo has agraviado. A fe que, tanto si quieres como si no, el rey Jerjes pasará sobre ti […]” (Heródoto, Historia, Ed. Gredos, VII 35, 1-2).

Además de señalar la relación de dominio incluso sobre la naturaleza, la anécdota contada por Heródoto también nos muestra el despotismo que caracterizó a los reyes persas, tema central también frente a la democracia ateniense, sino también la idea de la naturaleza viva ya que a final de cuentas la naturaleza a través del Helesponto se cobraba los malos tratos recibidos, pues los temporales acabaron con la armada persa y con el puente rehecho. Además, la relación con la naturaleza mostraba la dinámica del poder entre una cultura y otra, por lo cual también la comparación será una metodología practicada por Heródoto.

La comparación no ha sido una herramienta muy utilizada por los historiadores. Marc Bloch hace ya prácticamente un siglo, la refirió como una metodología poco aprovechada por los historiadores, que tiene sus complejidades pero que resulta fundamental para comprender los diferentes desarrollos de una cultura o sociedad. De hecho, sugirió tener una definición clara de las unidades de comparación para evitar comparar peras con manzanas, es decir llevar a cabo una comparación pertinente. Desde el siglo V antes de Cristo, Heródoto nos ofreció una excelente comparación entre las polis griegas y el mundo persa a partir de dos unidades centrales de comparación: la cuestión política (ciudadanía/libertad vs. esclavitud/servidumbre); y las cuestiones religiosas y culturales.

De acuerdo al historiador del mundo clásico Arnaldo Momigliano “lo que podríamos llamar el método comparativo de la etnografía, reivindica a Heródoto”, de tal forma que gracias a ello nuestro autor es también uno de los fundadores de la antropología y de la llamada historia cultural, e incluso de la historia de las emociones que se ha desarrollado últimamente, al considerar en sus descripciones de reyes características tales como la risa o mejor la ironía y sus augurios, la astucia y el engaño como parte importante de las prácticas de los poderosos, y la visibilidad de mujeres empoderadas que van a anticipar la historia de género. A partir del surgimiento de la historia como ciencia en el siglo XVIII, generalmente se opuso el método de Heródoto frente al de Tucídides, elogiando más a este último por tener un trabajo más riguroso. Sin embargo, con la renovación de la historia a partir de la llamada escuela francesa de los Annales y del desarrollo posterior de visiones críticas como la historia de género, Heródoto es más nuestro contemporáneo. Cuestiones sobre las que seguiremos reflexionando.

Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

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