De la desilusión a las expectativas Renovar las utopías

La manifestación –que no fantasma—de inconformidad y rebeldía recorre el mundo. Es la indignación por la degradación social, cultural, económica y ambiental.
No obstante, de una parte, está siendo manipulada –más que cooptada—por el resurgimiento de nuevas formas de fascismo y despotismo, que, montados sobre el descontento social, están pretendiendo (con éxito hasta hoy) estigmatizar a los desposeídos y los errantes para evadir las causas de la extrema concentración de la riqueza y el empobrecimiento de las clases subalternas. Corrupción in extremis, estafas y caos caracterizan su real naturaleza.
De otra parte, no es todavía un movimiento consolidado y sistemático. Sigue siendo más expectativa que acción eficaz. No ha construido de manera consistente su propio logos, ni ha clarificado objetivos y métodos distintos y hasta contrapuestos a la racionalidad dominante del poder financiero y mercantil, el cual, pese a su fachada de democracia liberal no representa la exasperada voluntad ciudadana, pero la fuerza del dinero y el aparato ideológico logran simular que su interés pecuniario se corresponde al bien común.
Una cuestión pendiente de resolver de la crisis del sistema capitalista global (cuya salida –que no solución— es la expansión militarista con sus fantasmas de guerras y muerte), es la insuficiencia de un esquema ideológico y organizativo que persuada y movilice a las clases dominadas y se constituyan en opción real ante la deshumanización que conlleva el regreso del capitalismo salvaje de los siglos 18 y 19 con las tecnologías de explotación y control del siglo 21.
Por ello, los panegíricos del capital esgrimen que la lucha social ya no puede concebirse como lucha de clases. Sin embargo, la lucha de clases sigue estando presente de diversas maneras, pese al desclasamiento de la ciudadanía, incluidos sindicatos y partidos políticos, ante el embate del discurso ideológico dominante. Basta con observar la enorme desigualdad en la distribución del ingreso, así como el debate –más allá de lo anecdótico y la frivolidad facciosa—de las leyes de ingreso y de presupuesto en México y las potencias. Las cargas fiscales y distribución del gasto ostentan con toda claridad el litigio de clases que se resuelve a favor de una camarilla empresarial, la fracción oligopólica.
La competencia electoral actúa como sustituto de la lucha social y de clases. Es una forma de encauzarla en el seno del Estado y sustraerla del seno de la sociedad, a fin de evitar la confrontación clasista, la revolución social tan temida, fantasma de las oligarquías. El discurso dominante de la derecha imputa a los poderes públicos el origen de la problemática socioeconómica y la incapacidad para resolverla. En realidad, el origen de todo conflicto social radica en el seno de la propia sociedad, en la contradicción entre la dialéctica generación social de riqueza-proceso privado de apropiación y concentración, que surgen de la entraña misma de un sistema que sujeta la sociedad a los intereses del poder económico del uno por ciento.
Todo ello se agrava cuando se traslapan vicios y complicidades de las cúpulas del poder público, se toleran injusticias, se solapan bandas criminales y se practica sin rubor alguno toda forma de corrupción y la palabrería taimada, demagogia libidinosa, sustituye el discurso racional.
Habermas (Más allá del Estado nacional, 1998) aseveró que la globalización neoliberal es el “fin de la sociedad del trabajo” [y, obviamente, conlleva la expansión de la sociedad del capital], como consecuencia de la sustitución del trabajo por la máquina [y desde ya por la “inteligencia artificial”, con la cual ocultan la inteligencia real de los propietarios de las máquinas y del capital]. Así, la perspectiva del futuro no está “cargado de esperanza revolucionaria” … [sino] de un futuro que se muestra tan cargado de problemas que incluso desarticula ya el presente provocando neuróticas reacciones de defensa sino también una despavorida huida hacia el pasado”. Con el contrasentido, advierto, que ostenta ese regreso al pasado como puerta hacia el futuro.
Un nuevo orden de relaciones entre naciones y seres humanos, si fuese posible, ha de ser totalizador, el cual solamente podrá realizarse al paso de la historia, conforme a cada circunstancia geopolítica y económica. Ha de empezar en la estructura de la economía, pero en la configuración y consenso de la política encuentra la teoría, las razones, la praxis y el camino de su realización.
La reivindicación social y humana es lesionada cuando en algún lugar del planeta se violan derechos, se conculca la libertad, se somete o se masacra a mujeres, niños, hombres, familias. Genocidios realizados por la impunidad del cinismo y la soberbia del poder financiero y militar. Ello exige acción concertada del sur global [versión siglo 21 de la convocatoria a la unidad proletaria del siglo 19], como respuesta intransigente a todo aquello que ataca soberanías, que implica intervencionismo bravucón y falsario, que viola derechos humanos, proscribe derechos sociales o practica formas simuladas de esclavitud y humillación.
Esta ética reordenadora ha debe ser coherente con la inteligencia de la paz, la justicia y la libertad, así como el derecho inalienable de autodeterminación de cada pueblo.
Nada en el mundo nos es ajeno, pero nos es particularmente sensible todo cuanto se refiere a la libertad, prosperidad y unidad de Latinoamérica toda. Las circunstancias actuales nos identifican. Aprendamos de la historia, de la nuestra, pródiga en luchas fratricidas, altas cuotas de sangre, mutilaciones, desengaños ante las traiciones de dentro y las invasiones e injerencismos de ambiciones imperiales. Las lecciones de la desunión y las agresiones externas, empero, han afirmado identidad y conciencia.
Al comprender la problemática del mundo y de nuestra propia república, hemos de asumir que todo avance revolucionario ha sido precedido por el afán de una utopía. Por ello, nada es posible sin la determinación de renovar en la teoría y en la lucha social la utopía de la sociedad justa y del ser humano libre.