La afición entrañable: Tauromaquia, poder e identidad en la Nueva España del siglo XVIII: De Benjamín Flores Hernandez

El libro La afición entrañable de Benjamín Flores Hernández, editado por la Universidad Autonoma de Aguaslcaientes 2015, examina la evolución de la tauromaquia en la Nueva España durante el siglo XVIII, en un contexto donde esta práctica se consolidaba como espectáculo público y expresión cultural significativa. En este análisis Flores Hernández se enfocará en aspectos históricos y socioculturales del desarrollo de la tauromaquia, su transformación de una práctica elitista a un espectáculo popular, así como las posturas enfrentadas entre sectores ilustrados y tradicionalistas.
Desarrollo histórico de la tauromaquia novohispana: La tauromaquia novohispana tiene sus orígenes en la tradición española, adaptándose al contexto colonial mediante la adopción de prácticas locales y el gusto por los eventos públicos. Originalmente vinculada con la nobleza y la milicia a través del toreo a caballo, este espectáculo se popularizó entre diversos sectores sociales conforme evolucionó hacia el toreo a pie. Según Flores Hernández, «La tauromaquia en la Nueva España fue un reflejo de las dinámicas sociales y políticas de la época, un espacio donde convergían diferentes sectores de la sociedad».
Aspectos socioculturales y debate ideológico: El desarrollo de la tauromaquia también fue motivo de disputa entre sectores ilustrados, que veían en estas prácticas una muestra de barbarie que debía ser erradicada, y sectores tradicionales que defendían su carácter popular y arraigado en la cultura novohispana. La confrontación entre ambos grupos refleja un conflicto más amplio sobre la cultura y las costumbres locales frente a la influencia de las ideas ilustradas provenientes de Europa. Flores Hernández señala que «los intentos por suprimir la tauromaquia se enfrentaron a una arraigada tradición popular que se resistía a desaparecer».
Amigos y enemigos: La polémica en torno a la tauromaquia
Durante el siglo XVIII, la tauromaquia se convirtió en un punto de discordia entre ilustrados y tradicionalistas. Los ilustrados criticaban las corridas de toros por considerarlas una muestra de barbarie, atraso cultural y peligro social. Argumentaban que estas prácticas no solo fomentaban la violencia y la irracionalidad, sino que también iban en contra del progreso y la civilización que promovían las reformas ilustradas.
Por otro lado, los sectores tradicionalistas defendían la tauromaquia como una manifestación cultural profundamente arraigada, vinculada con las costumbres locales y con un sentido de pertenencia e identidad. Este grupo consideraba que el espectáculo taurino era una tradición legítima y que prohibirlo implicaba un ataque a las expresiones populares y a la identidad hispana construida en el contexto novohispano. Flores Hernández sugiere que «la disputa entre ambos grupos iba más allá de la mera valoración estética o moral de la tauromaquia; era un conflicto sobre el poder cultural y la autoridad para definir lo aceptable y lo legítimo».
El público y la participación popular: El toreo se convirtió en un fenómeno de masas, con implicaciones simbólicas y sociales que trascendían lo meramente lúdico. La participación popular en las corridas y la apropiación de estos eventos por diversos sectores sociales ilustran la adaptación y resignificación cultural que caracterizó a la Nueva España. En palabras de Flores Hernández, «La tauromaquia novohispana se convirtió en un espacio donde se negociaban identidades sociales y se establecían relaciones de poder».
La construcción de la identidad española a través de la fiesta brava: La fiesta brava, desde sus inicios, no solo constituyó un espectáculo popular, sino también un símbolo identitario que se vinculaba estrechamente con la idea de hispanidad. En el contexto novohispano, la tauromaquia actuó como un elemento de apropiación cultural que, aunque originado en la península ibérica, fue resignificado por la población criolla y mestiza en la Nueva España. Flores Hernández explica que «la adaptación del toreo a pie se convirtió en un proceso de democratización del espectáculo, que contribuyó a la conformación de identidades locales y al reforzamiento de ciertos valores asociados con la hispanidad».
El discurso identitario de la tauromaquia también se construía en oposición a las críticas de ciertos sectores ilustrados, quienes consideraban la fiesta brava como una práctica bárbara e impropia de un territorio que debía aspirar a la civilización y el progreso. Así, el acto de defender o practicar la tauromaquia se volvía un gesto de reafirmación cultural frente a esas críticas.
El poder y los toros: La tauromaquia no solo fue un espectáculo popular y un vehículo de construcción identitaria, sino también un medio para exhibir y legitimar el poder. Las corridas de toros, organizadas con frecuencia como parte de celebraciones oficiales y religiosas, reflejaban la jerarquía social y la estructura política de la Nueva España. Flores Hernández destaca cómo «el patrocinio de estos eventos por parte de las autoridades y la élite local servía para reafirmar su estatus y proyectar una imagen de autoridad y control sobre el espacio público».
Además, la práctica de la tauromaquia se convirtió en un campo simbólico donde se dirimían luchas de poder cultural. Mientras que las élites buscaban mantener su influencia mediante la regulación y patrocinio de estas festividades, sectores populares adaptaban y resignificaban la fiesta brava de acuerdo con sus propios valores e intereses.
La religión y los toros: La religión también desempeñó un papel crucial en la consolidación de la tauromaquia como práctica socialmente aceptada. Las festividades religiosas frecuentemente incluían corridas de toros como parte de sus celebraciones, fusionando lo sagrado con lo profano. Flores Hernández menciona que «la inclusión de espectáculos taurinos en festividades religiosas no solo reflejaba la devoción popular, sino también un mecanismo para legitimar dichas prácticas ante sectores más conservadores de la sociedad». Esta alianza entre lo religioso y lo cultural consolidó aún más la tauromaquia como un fenómeno profundamente arraigado en la vida cotidiana novohispana.
El análisis de La afición entrañable de Benjamín Flores Hernández permite comprender cómo la tauromaquia novohispana refleja tensiones sociales, ideológicas y culturales del siglo XVIII, así como su importancia en la construcción de identidades colectivas. La obra de Flores Hernández es un aporte significativo para el estudio de la cultura novohispana y su relación con las prácticas populares que aún perduran en la memoria colectiva, que el lector puede encontrar en: https://editorial.uaa.mx/docs/ve_aficion_entranable.pdf