Carlos Orellana, un secundario de primera
CARLOS ORELLANA: LOS OLVIDADOS DEL CINE MEXICANO
Siempre que se habla del cine mexicano, de la llamada época de oro, nos vienen a la mente muchos nombres consagrados: Los hermanos Soler: Domingo, Andrés, Mercedes, Fernando y Julián, Emilio “El indio” Fernández, Sara García, Prudencia Griffel, Joaquín Pardavé, Pedro Armendáriz, Gloria Marín, Abel Salazar, María Félix, Dolores del Río, María Elena Marqués, el mismo Agustín Lara, Jorge Negrete, Pedro Infante, Mimí Derba, Manolo Fábregas, Luis Aguilar, Blanca Estela Pavón, Mario Moreno “Cantinflas”, Germán Valdés “Tin Tán”, y otros cómicos con un nombre menos ‘dorado’, como Marco Antonio Espino “Clavillazo” o Adalberto Martínez “Resortes”; incluso podrían entrar, con un poco de buena voluntad, “Viruta y Capulina”.
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Pero es claro que ninguno de éstos logró la fama sin contar con un ejército de los llamados ‘actores de reparto’ quienes no pocas veces hicieron gala de un talento histriónico que rebasaba, a veces por mucho, a los protagonistas.
Así se hicieron infaltables en “el reparto” los nombres de Agustín Isunza, Arturo Castro, Fernando Soto, Miguel Manzano, José Elías Moreno, Armando Soto la Marina, Tito Junco, Fanny Kaufman “Vitola”, Carlos López Moctezuma, el villano más bueno, Ernesto Finance, Alejandro Ciangherotti, Francisco Jambrina, Miguel Inclán, Miguel Ángel Ferriz, Ángel Garasa, etc.
Entre estos actores ‘de reparto’ hubo uno que movía otros talentos en el cine, además de ser un enorme actor de carácter: Carlos Orellana, a quien lo mismo le creímos su personaje de chino en Café de chinos, de 1949; lo tomamos por cubano en Los paquetes de Paquita y su secuela Cupido pierde a Paquita, ambas de 1955; como nos convenció plenamente su personaje de árabe en Dos tipos de cuidado, de 1953.
Carlos Orellana Martínez, hizo inocentes a sus padres aquel 28 de diciembre de 1900, cuando nació en Santiago Tezontlae, Hidalgo. Empezó su carrera actoral, como muchos otros, en el teatro, pero ya en el cine, tiene un sitio especial en la historia por haber sido él quien interpretará al piano y con su voz, la canción Santa, en la película del mismo nombre en 1932, y que se tiene por la primera película sonora del cine mexicano.
Carlos Orellana, consciente de que el primer ingrediente para lograr el éxito de una película es un buen argumento y un guión bien estructurado, hizo la veces de guionista en muchas películas memorables como Los tres García, de 1947, Pepe el toro, de 1952, Dos tipos de cuidado, de 1953, Los paquetes de Paquita y Cupido pierde a Paquita, de 1955, Tizoc, de 1957, entre muchas, muchas más, incluyendo películas para Clavillazo y Resortes.
Incursionó también en la dirección de películas como: Como México no hay dos, de 1945, y de la que también hizo el argumento y el guión cinematográfico, Dos mexicanos en Sevilla, de 1942, La casa de la Troya, de 1948 (dirección, adaptación y guión), Flor de caña, de 1948, y otras, hasta un total de 16 filmes dirigidos por él. Su última película, Un trío de tres, reseñada como de 1960, pero debió filmarse antes, pues Carlos Orellana falleció en la ciudad de México el 24 de enero de 1960 a causa de una enfermedad pulmonar.
En 1937 protagoniza junto a Sara García No te engañes corazón, que sería el debut en cine del mimo de México, Cantinflas. Vuelve a trabajar con él en El signo de la muerte, de 1939, una de las tres películas que filmaron juntos Cantinflas y Manuel Medel. De esta película lo más rescatable es la música que para ella compuso Silvestre Revueltas.
De cualquier manera, quizá la película señera de Carlos Orellana sea Acá las tortas, de 1951, protagonizada junto a la compañera de muchas cintas: Sara García.
Carlos Orellana llevó dignamente su paso por el cine, ya como actor, como argumentista, guionista o director, y antes en teatro, pudo trabajar al lado de María Conesa, la gatita blanca, y de las hermanas Blanch, desde la zarzuela hasta la opereta, pasando desde luego por el teatro de revista.