La esperanza no será nada si no es la razonada esperanza, pero además hay que merecerla.

La esperanza no será nada si no es la razonada esperanza, pero además hay que merecerla.

* A los trabajadores de la salud

Sin duda en los tiempos de crisis que atravesamos una de nuestras inqiuetudes y demandas más sentidas y recurrentes se refiere a que percibíamos que desde el timón del barco hasta acá, en la zona peatonal de la historia, no estaban llegando claramente los mensajes de por dónde, hacia dónde y cómo, de si virar o seguir de frente mientras arreciaba la tormenta que ahora está sobre nosotros, y de la cuál ya sabemos por lo menos que se puede capotear, y que los muchos más podrán salir adelante. Aunque la próxima, dicen los que dicen saber, lo más probable es que acabe por diezmarnos.

[bctt tweet=»Por una vez, seamos una sociedad de verdad, poderosa, organizada, inteligente, comunitaria» username=»crisolhoy»]

 

De cualqier manera y a pesar de que hoy tenemos ya un conocimiento más cercano al rostro de la pandemia, todos saldremos perdiendo algo, ya perdimos algo, y mucho, solo hay que ver las escenas en las ciudades de China o en el norte italiano o en Madrid. Desde el corazón de España, la enfermedad, las agonías y la muerte, extendiéndose entre hombres y mujeres flagelados y heridos hoy por esta otra guerra, igual dispareja y despiadada, o mejor  aún, en palabras de Cesar Vallejo, esa muerte; “¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos!   / Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos  / y de llave las tumbas en tu pecho,   / tu frontal elevándose a primera potencia de martirio”. 

Para librarla con bien, o con el menor de los daños, – en adelante ya no habrá daños menores en este planeta desgarrado-  será necesario que enfrentamos la oleada del Covid-19 cumpliendo punto a punto lo que por fin parece ser del conocimiento general. Lo que a cada quien le toque para si y para con los demás,  rescatando esa serenidad que hoy por hoy necesitamos para enfrenar el peligro. Y pedir de la autoridad el cese de las ambiguedades y las vacilaciones, a la vez que demandamos de nosotros mismos toda la responsabilidad, porque habrá soledad, yerros y bajas, y solo después de todo eso, otra vez la oportunidad de empezar de nuevo.

Es ahora por ello cuando las estrategias que conduzcan a  salir lo menos dañados del contagio y la enfermedad deben quedar lo más claras posibles, aunque ya salimos dañados, todos y cada uno. Es hoy también cuando como sociedad debemos entendernos y actuar por una vez justo como una sociedad, por una vez, madura y resposable, actuante y solidaria, lejana, por lo menos en los tiempos de esta otra guerra, del pestilente clima de polarización que nos está convirtiendo cada vez más en un conglomerado de seres crispados lanzando dagas verbales a todo aquel que sientan enemigo, embebidos en la “incalculable capacidad de estupidez” que les puede despertar el uso de las redes sociales, para recordar a Umberto Eco.

 

El camino de la información veraz, eficiente,  ha venido fallando desde el gobierno federal pero desde los gobiernos estatales no ha sido tan diferente la tónica de los mensajes y la notoria insuficiencia de las decisiones. Sin embargo, aquí y ahora son esas las instituciones con que contamos y desde ellas es que como sociedad debemos actuar. 

De ayer a hoy los ciudadanos necesitamos de las instituciones pero, y es ahora más que nunca cuando debemos hacerlas nuestro instrumento, en tanto autoridad y poder, para enderezar y combatir a este monstruo destazador de vidas y cuerpos. Por una vez, seamos una sociedad de verdad, poderosa, organizada, inteligente, comunitaria. Resistamos y ayudemos a resistir a aquellos que menos recursos, que menos defensa tienen para enfentar la maldita embestida del virus. Por ellos y por nosotros, es hora de hacernos escuchar más fuerte, más claro y más convincentemente que nunca. Pasar de una sociedad organizada para la mucha discusión y la poca acción comunitaria a una que sepa en verdad trabajar armónica y productivamente para lidiar con los problemas que de alguna manera nos son y nos seguirán siendo comunes, porque nadie puede hoy por hoy proclamarse a salvo.

Es hora de hacer el esfuerzo más grande por trascender la explosiva polarización en que vivimos y llevar adelante un decidido empeño por coincidir en lo escencial, el rescate de una vida comunitaria en donde caminemos hacia la igualdad y donde dentro de sus naturales  diferencias sepamos convivir y entendernos, dignificarnos, volver a caminar otra vez, haciendo camino.

 

LOS NIÑOS

Las noticias sobre el coronavirus son desalentadoras para personas de todas las edades, pero los padres pueden ofrecer perspectiva a los menores.  Ya se sabe que toda situación nueva despierta miedo y angustia, pero sabemos además que una buena comunicación puede mitigarlos

Debemos aliviar sus miedos siendo realistas, explicándoles el mundo tal cual es, pero también que es posible aún tener confianza en un mejor futuro para ellos, y que ello está en las manos de todos nosotros.

Hacerlos concientes que aparte de virus, bacterias y otras enfermedad que existen de por si en la naturaleza, el cambo climático está contribuyendo a empeorar la salud del planeta, y hablar sobre las responsabilidades que tenemos frente a ello. Hablarles de humanidad y solidaridad, concientizarlos, educarlos en la paz, la fraternidad, la igualdad, la libertad.

La esperanza no será nada si no es la razonada esperanza, y hay que merecerla.

    * Publicado en Hidrocálido /   01.04.2020

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

Armando Alonso de Alba

Poeta y periodista hidrocálido.

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