“DOCTOR STRANGE Y EL MULTIVERSO DE LA LOCURA” (“DOCTOR STRANGE AND THE MULTIVERSE OF MADNESS”) Tantos universos y ninguna historia.
“¿Acaso la Marvel tiene todavía un plan?” Un servidor se preguntaba esto cada 7 u 8 minutos después del primer acto en este caleidoscopio argumental cuando su guion, escrito por Michael Waldron (“Loki”), soltaba tiros hacia todas direcciones acumulando un mazacote argumental que no daba forma a una historia sino a un conglomerado de situaciones que se ven atadas a una soga narrativa muy endeble al focalizar sus intenciones en darle su fan service a la audiencia con apariciones y referencias a otros personajes y elementos derivados de los cómics sin que alguien se preocupe por coherencia dramática o siquiera los personajes, entidades propulsadas por motivaciones ínfimas e incluso mediocres que no logran justificar algún tipo de discurso. Un título como “El Doctor Strange y El Multiverso de la Locura” sugiere que todo vale y puede ser posible en este contexto, y eso no debería ser problema siempre y cuando exista una argamasa temática y dramática que fundamente este despapaye pero la mente maestra de Marvel Kevin Feige (quien ya se ve entronizado en pantalla al referirse a esta película como una producción suya), el director Sam Raimi y el ya mencionado Waldron trabajaron este proyecto como una de las series del estudio para el Disney+ pero con todos sus episodios juntos en forzado amasiato, sofocando su potencial y declarando a la cinta como un engrane más en lo que, repito, me parece un plan poco definido (por lo menos las anteriores condujeron a un enfrentamiento con Thanos) y no tanto como cine.
Lo curioso es que el filme tiene un trazo argumental relativamente simple, lo malo es que se le cuelgan tantos adornos como árbol navideño que desluce lo que parecía una buena idea: Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) se topa con una chica de ascendencia hispana llamada América Chavez (Xóchitl Gómez) cuando es perseguida por un monstruo lovecraftiano. Una vez derrotada la criatura le revela que posee el don de viajar por el Multiverso donde ha conocido a muchas versiones del Dr. Strange (no todas halagüeñas) y que es perseguida por lo que cree es un demonio. Éste resulta ser Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), alias la Bruja Escarlata, quien se ha sumido en la desesperación al perder a los hijos que ella misma se fabricó mediante sus habilidades mágicas (¿O mutantes? Aquí se pierde uno un poco al no tratar con precisión los orígenes del personaje según el cómic –donde es una mutante, hija de Magneto- o lo que sucede en las películas) y busca a la chica para apropiarse de su poder y escapar a una realidad donde pueda estar con ellos ayudándose de un libro maligno denominado “Darkhold”. Para detenerla, Strange rompe una vez más el continuo espacio tiempo buscando su tomo antitético llamado El Libro de los Vishanti, fuente de extremo poder para los Hechiceros Supremos y necesario para detener a Wanda, pues Strange no es rival para ella. En el inter veremos varias versiones multiversales de Nueva York y conoceremos a los Iluminati, cónclave superheróica conformada por, entre otros, el Barón Mordo (Chiwetel Ejiofor), otrora enemigo de Strange, el Profesor Xavier (Patrick Stewart), la Capitana Marvel (Lashana Lynch), la Capitana Carter (Hayley Atwell) y Reed Richards (John Krasinski), alias el “Señor Fantástico” de Los Cuatro Ídem.
Todos los arcos dramáticos se reducen a nimios conflictos de intereses (Strange quisiera estar de nuevo con el amor perdido de su vida, interpretado por Rachel McAdams, y ayudar a América, ésta quiere encontrar a sus madres a quienes mandó volando a otro universo el día que descubrió sus poderes y Wanda sólo quiere estar con sus hijos), complicándose todo innecesariamente mediante diatribas pomposas, chistoretes bien pesados ( ¿Desde cuándo el Dr. Strange es un cómico frustrado que basa sus comentarios en cinismo y sangronadas?) y pausas emocionales que suplican por nuestros suspiros. Con tanta magia de por medio, la película jamás logra conjurar una sola emoción real, una risa de verdad que no sea producto de la obviedad o alguna escena fresca y convincente que sorprenda no porque un personaje inesperado surja de la nada, sino por su innovativa u honestidad. Y cuando creímos que por tratarse de un filme dirigido por Sam Raimi tal vez brotarían encuadres o ritmo dinámicos que rompan con el rígido estilo de una película de la Marvel nos encontramos con un bordaje de encargo que no nos deja ver cualquiera de los rasgos plásticos y narrativos que distinguen al otrora iconoclasta director de “El Despertar del Diablo” (1981) o siquiera “Darkman: El Rostro de la Venganza” (1990), como si, esperanzado, pusiera en las manos de este excelente grupo de actores una historia y personajes de cartulina para que éstos luzcan mejor de lo que son gracias a su talento. Tal vez haya un universo paralelo donde “El Doctor Strange Y El Multiverso de la Locura” sea una cinta más acabada, inteligente y resoluta que ésta, pero por desgracia aquí nos quedamos con éste deslavado y poco original producto.
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