El desencantamiento de los políticos y la política.

El desencantamiento de los políticos y la política.
Este artículo lo escribí hace más de 10 años y considero que aún sigue siendo válido casi en su totalidad.

Vivimos un desencantamiento de los políticos y la política en el doble sentido de la palabra. Primero, porque implica decepción, desilusión. Segundo, porque entraña la pérdida de poderes mágicos o sagrados en que estaba envuelta tal actividad.

Desde que el hombre es hombre, el poder ha estado ligado al encanto como ilusión, esperanza y como relación sagrada o mágica. De la misma forma en la que toda religión supone una separación de lo sagrado con lo profano, esta visión mágico-sagrada en la que el poder suele estar inmerso, también implica una separación del mundo sagrado-poder con el mundo de lo profano-común.

En México esta concepción del sagrado-poder ha tenido expresiones casi místicas en las cuales (al igual que en otros muchos pueblos en donde este proceso se ha presentado) se le atribuían al Presidente poderes sobrenaturales que lo hacían un demiurgo: era el dueño y señor de la riqueza y de la gloria, ya que él podía determinar la fortuna o la ruina no sólo de los individuos, sino de toda la nación, era a él a quien se le atribuía todo el esplendor o la pobreza que se generaba en su sexenio y además, determinaba honras y posiciones sociales de los “ciudadanos-súbditos” que éramos los mexicanos.

Recuérdese que el poder vivía en el secreto, ya que el secreto alimentaba al poder y lo justificaba. Se pensaba que los que estaban en el poder participaban del “secreto” pues ellos sí conocían “los hilos del poder”, estaban enterados de lo que “realmente pasaba” en la nación y conocían los subterfugios (los recursos para sortear dificultades) por no decir los conjuros e instrumentos políticos adecuados para generar bienestar o malestar. Incluso, el secreto que se consideraba necesario e inmanente al poder, se presentaba como el justificativo de la mentira, ya que a ésta se la veía como consecuencia del secreto y por ende, como atribución del poder.  

En la confusión de la mística religiosa con mística política, en México se hizo una integración entre Dios y el Estado, en tal forma que este último se vivió y se vive como “divina providencia” y se le concibe como el encargado y responsable de proveer, dar socorro y fuente de todas las esperanzas.

La religión del poder hacía que en la práctica hubiese separación entre el sagrado-poder y el profano-común. El conjunto de antesalas que había que librar para poder acercarse con cualquiera que ejercía el poder, se vivía como el “purgatorio” necesario para poder comunicar lo profano con lo profano. 

Había una “lejanía” con el poder y sus hombres, que imponía sacralidad y respeto.

Hoy todo esto se ha roto. El acceso al poder ya no se logra por la cercanía con el “gran demiurgo” que era el Presidente de la República, sino que se pretende lograr por medio de una “cercanía virtual” dada por los medios electrónicos, principalmente la TV. El “marketing” es el nuevo instrumento del poder.

Hoy los medios se acercan y preguntan y los políticos están obligados a dar respuesta a todo tipo de interrogantes y así, de tanto verlos en TV y oírlos por radio, se han vuelto tan cotidianos que han perdido toda posible aura sagrada. Se han transformado en personas comunes y corrientes pero, al responder tanta pregunta, sobre todo chismes, no sólo acentúan su carácter profano-común sino que además, suelen decir cosas comunes, vulgares e incluso, una amplia variedad de tonterías.

Ha desaparecido toda la ideología, todo se resuelve en frases cortas, clichés, que no sólo no contienen ideas, sino que evocan una carencia de ellas. Así, el político ha pasado de ser de ser un hombre sagrado, conectado con el secreto, el saber hacer mágico y práctico y ser la encarnación de ideologías fundamentales, para convertirse en un sercomún, que tiene un lenguaje pobre y que se expresa en clichés y estereotipos y que dice muchas tonterías. La política ya no es el lugar del secreto, sino el espacio vital de los mentideros públicos.

Ya despojados de su halo misterioso y sagrado, el grueso de los políticos únicamente revelan su mediocridad. Agréguese el conjunto de escándalos de corrupción en que se han visto envuelto todos los partidos y se comprenderá porqué la clase política y la sociedad política en el actual imaginario colectivo de la sociedad mexicana, se vive como la sociedad del estiércol.

Todo esto es grave y nos lleva a la anomia social. La sociedad requiere de un poder válido y respetado. Tendrá que reformarse profundamente el gobierno-spot y el político-slogan. Necesitamos honradez, ideas, discusión, programas, etc., que revalúan nuestra clase política.”

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Juan Castaingts Teillery

Profesor Investigador UAM-I

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Content is protected !!