Qué dejó Miguel Ángel Mancera
Sin pasado partidario ni político Miguel Ángel Mancera fue postulado por la izquierda (entonces el PRD) a la Jefatura de Gobierno capitalino en 2012 y ganó de calle. Obtuvo el 63.5 por ciento de los votos, superando sobradamente los 46.3 y 37.5 puntos porcentuales que, en su momento, obtuvieron respectivamente y Andrés Manuel López Obrador, también ganadores de sus respectivas elecciones.
Quizá aquí privó lo inusual del dicho y predominó lo bueno por conocer, en vez de lo malo por conocido, pues definitivamente no era suficiente su paso sobre todo por la Procuraduría capitalina durante la gestión de su antecesor Marcelo Ebrard para darle tan amplio margen.
Arrancaba su mandato con una cobertura de apoyo prodigiosa. Pero desde un principio empezó a enseñar el cobre, al no diferenciarse del gobierno federal y particularmente del Ejecutivo al lanzarse por aquellos días el llamado Pacto por México, que representaba la sujeción de casi toda la oposición al modelo y proyecto impulsado por el peñismo. No fue timorato, esa fue su apuesta, aunque de entrada haya decepcionado a una buena parte de los electores que lo había apoyado.
Meses después, casi al cumplir un año de su mandato, siguiendo los cánones falsamente democráticos del viejo PRIAN, armó una dudosa y poco transparente consulta que le permitió incrementar más del cien por ciento el precio del boleto del Metro, bajo el argumento de que los capitalinos habían estado de acuerdo en la medida.
Y si se preocupó siempre por mantener puentes tendidos con Los Pinos, no así ocurrió con su antecesor, lo cual se evidenció con claridad en el litigio en torno a la Línea 12 del Metro. Para corroborarlo es simple revisar y volver a leer las noticias sobre la Ciudad de México que circularon por aquellos tiempos.
No sólo eso, si bien no cortó los programas sociales planteados desde los gobiernos anteriores, acotó algunos y no avanzó en esta materia en nada durante toda su gestión. Era normal, no se le podía pedir peras al olmo. Cómo se le podía esperar una gestión de izquierda para un hombre de derecha sin el menor contrapeso por la fuerza partidaria que lo había apoyado y un movimiento social acotado y en reflujo. Sólo habría que ver las iniciativas impulsadas en la Asamblea Legislativa para darse cuenta del programa político que defendió Mancera y el PRD.
No por nada uno de los últimos intentos (afortunadamente fracasado) fue la intentona de privatizar el agua, ello sin olvidar el proyecto del Corredor Chapultepec- Zona Rosa, que afortunadamente pudo ser parado por los habitantes de las colonias aledañas, donde surgió como dirigente Mayela Delgadillo, quien también encabezaría la campaña contra los parquímetros en la Colonia Roma, ambos movimiento que le valdrían para ser impulsada como Constituyente de la Ciudad de México.
Sobre este tema, la Constitución de la Ciudad de México pudo haber sido su logro mayor (de Mancera), aún más que su propuesta para incrementar sustantivamente el salario mínimo, lo cual era correcto, pero en lo primero permitió que el gobierno federal y el peñismo metiera la mano, que emitiera una Convocatoria amañada que dio paso a la composición de un Constituyente poco representativo de la realidad de esta entidad. Aún así el magno documento salió y lo más seguro por esa falta originaria, se vive ahora una serie de recursos interpuestos ante la Corte y litigios en proceso.
Y no pongo en esta canasta otros rubros que si señalan otros, como la inseguridad, el descontrol ambiental o incluso la corrupción (entre otro caso el manejo de recursos para la reconstrucción y auxilio a damnificados después del sismo del 19 de septiembre), pues tienen otros ingredientes más allá de las querencias y buenos deseos de Miguel Ángel Mancera.
Porqué entonces se podría esperar que se mantuviese la aprobación con la cual había llegado a la Jefatura de Gobierno capitalino, cuando él mismo se encargó de hacer disminuir su popularidad con su política errática y poco identificada con la izquierda. Conforme una encuesta del periódico Reforma, para el año pasado, el porcentaje de aceptación había llegado al 32 por ciento y sin pleno conocimiento de su persona en el resto del país.
Con todo esto, quién le pudo haber calentado la cabeza para que concluyera que podría ser aspirante a la candidatura presidencial. Sus propios correligionarios y se supone supeditados a él, como Alejandra Barrales y Héctor Serrano, se encargaron de sacarlo de la jugada, facilitándole el camino al panista Ricardo Anaya.
Se va Mancera de la Jefatura de Gobierno sin pena ni gloria. Plantea su decisión como si fuera una pieza central en la estructura del Frente que encabeza el PAN con el PRD y MC, pero no es así aunque le hayan dado una coordinación general en la campaña y como premio de consolidación por su “disciplina” la posibilidad de una Senaduría.