El fraude que nunca fue
Desde el inicio de su sexenio, el presidente López Obrador se ha valido de su posición, al frente de la Presidencia de la República, para traer a colación todo el tiempo el supuesto fraude electoral del 2006.
En sus últimas declaraciones, por ejemplo, y hablar sobre las resistencias para aprobar su famoso “Plan B” electoral, AMLO sostuvo que la presidencia del INE fue entregada a Lorenzo Córdova por avalar dicho fraude.
Pero el tabasqueño ha ido incluso más allá. Ha traído al presente conversaciones telefónicas de funcionarios del gobierno de Vicente Fox, que supuestamente admitieron irregularidades en la elección presidencial de ese año.
Ahora bien, las preguntas importantes a responder, frente a esta narrativa, son muchas. ¿De verdad hubo fraude electoral en 2006?. De haber existido, ¿las autoridades electorales de ese entonces lo avalaron?. Si no hubo, ¿por qué la obsesión de AMLO con ese tema?
Primero que nada hay que recordar que tras los resultados del 6 de julio de 2006, López Obrador anunció una serie de actos de resistencia civil, entre ellos la toma de Paseo de la Reforma y de la plancha del Zócalo capitalino, incluso antes de explorar las rutas institucionales.
En su libro “Decisiones difíciles”, el ex presidente Felipe Calderón recuerda que, tras los actos del tabasqueño en la calle, la siguiente exigencia fue el recuento de votos. Sin embargo, sus representantes ante el INE, en ese entonces Cesar Nava y el michoacano Germán Martínez, alertaron la posible anulación de la elección, en función de los precedentes y jurisprudencia del Tribunal Federal Electoral.
De manera atinada, nos platica Calderón en su libro, sus representantes ante el INE recordaron que un recuento injustificado de votos, como ocurrió en la elección a Gobernador del año 2000 en Tabasco, había sido motivo para que el Tribunal Electoral anulara el proceso, lo que a decir del equipo calderonista era el objetivo que perseguía López Obrador.
La jurisprudencia era importante, sí, pero también las viejas prácticas para introducir boletas cruzadas y actas nuevas en los recuentos de votos.
En el proceso subsecuente, la defensa de la elección se hizo ante los Magistrados del Tribunal Electoral, en donde se derribó uno a uno los señalamientos de fraude esgrimidos por el tabasqueño: fraude cibernético, “carrusel”, fraude “hormiga”, etcétera. Y en esa defensa, por cierto, participó el propio Felipe Calderón, a quien dieron la razón en esa instancia ante la falta de pruebas.
La siguiente etapa, más conocida por la opinión pública, fue el recuento de las casillas impugnadas por el PRD, un total de 11 mil 839 casillas en todo el país, correspondientes a 149 distritos.
¿Y cuál fue el resultado de esto?, pues que la diferencia entre el ganador de la elección (Felipe Calderón) y el candidato perdedor (AMLO) se amplió. Finalmente, el 5 septiembre el Tribunal Federal Electoral declaró válida la elección y con ello se cerró, al menos en la vía de las instituciones, el argumento del fraude electoral.
En mi opinión, López Obrador sabe que el fraude del 2006 nunca existió. No aceptó la derrota y no aceptó la decisión de los organismos autónomos, como hoy tampoco lo hace. Pero ahora, desde el púlpito presidencial y con el aforo de la prensa nacional en su tradicional conferencia mañanera, tiene la posibilidad de hablar una y otra vez, de ese fraude inexistente para atacar, denostar y menoscabar la reputación de quien o de lo que quiera.
Recordemos esa máxima de la propaganda atribuida a Göebbles: “una mentira que se repite mil veces, se convierte en verdad”.
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