El monarca demoníaco
[bctt tweet=»El sol dejó de ser Apolo y se transformó en una bola de hidrógeno , la luz dejó de representar al logos y se transformó en colores y percepciones, los mitos murieron» username=»crisolhoy»]
El arte envejeció y está enfermo de un cáncer terminal
Pocas palabras se pueden decir sobre la vida, los antiguos griegos escribieron casi todo lo que se tenía que escribir, inventaron nuestra lengua; nuestros conceptos, nuestra alma occidental.
Sobre la vida pareciera no se puede decir una sola palabra mejor que los antiguos, sin embrago la ingente mayoría va pensando que el lenguaje que hablan lo inventaron ellos, que la historia no importa.
El arte envejeció y está enfermo de un cáncer terminal; el día que el arte supo de su enfermedad, su descendiente el alma decidió quitarse la vida de un disparo en el corazón .
La poesía es una dama hermosa pero pálida, moribunda de anemia. La filosofía dejo de importar en el aquí y en el ahora, el hedonismo diluyó la profundidad, las técnicas científicas redujeron la verdad al conocimiento objetivo de una realidad nunca alcanzada desde Kant.
Sin alma, sin dioses, sin héroes, sin Odiseo, sin Aquiles, sin tragedias como las de Sófocles, sin 300 Espartanos, sin Atenas; sin gente que actúe por motivos distintos al dinero, sin virtudes, sin Sócrates, Platón, Aristóteles, sin Epicuro, sin valores, sin cosmovisiones.
El sol dejó de ser Apolo y se transformó en una bola de hidrógeno , la luz dejó de representar al logos y se transformó en colores y percepciones, los mitos murieron, la inmortalidad sólo existía en el cosmos pero en mi alma había muerto, vivir por siempre resultaba un tormento pensarlo, nadie creía que esto que llamamos realidad pudiera ser divino.
Seguían sucediendo guerras, genocidios, masacres. La realidad era igual de inmunda y desigual, la humanidad era multitudinaria y estaba repleta de esclavos. Dios se había equivocado, había tenido una pesadilla, la mejor teoría que he leído era que Dios era suicida; como el alma del hombre tardo moderno. Sobre mi vida extraviada pareciera no puedo escribir más que versos tristes, cartas desesperadas, el desgarrador intento de imaginar que hablando y escribiendo sobre lo cotidiano encontraré a mi extraviada alma.
Hoy caminaba afuera de una Iglesia vacía y cerrada con una puerta de cristal. Una mujer delirante balbuceaba a su Dios, le pedía misericordia y clemencia. Y yo que creo que Dios hace tiempo nos abandonó; me dio por recordar de la manera más afligida al Cristo del madero reclamándole a su padre su atroz abandonó. Y entristecí, enmudecí; parecía caminaba en medio de un campo inerte, parecía está tierra era gobernada por un monarca tirano y cruel, por el mismo demonio.