El “Siglo de las luces” o La Ilustración (2)
La Ilustración es “un corpus literario y debe buscarse en el espíritu de la Enciclopedia” (Testoni). Recrea el mito del buen salvaje y la supuesta condición feliz del estado de naturaleza, prescindiendo “de situaciones concretas de los pueblos”. Su retórica tuvo una función social e histórica divisoria, ya que sin pretenderlo abre el camino a nuevas construcciones y reformas sociales. “Es significativo el hecho de que la revolución que nace de ese clima sea una revolución burguesa, y que la Declaración de los Derechos del Hombre redactada por la Asamblea Constituyente de 1789 sea una expresión del individualismo y de los intereses de la burguesía”. (Testoni)
En el siglo 18, el desarrollo de las ideas políticas [igual a lo largo de la historia, en todas las sociedades] “está estrechamente vinculado a la evolución económica y social en su conjunto”. (Touchard). Fue la consolidación ideológica e intelectual de la burguesía, la cual, dominante en la economía, proyecta su apropiación del poder político. Como diría Barnave (1) “una nueva distribución de la riqueza acarrea una nueva distribución del poder”. (Citado por Jean Jaurés, 1859-1914, en Historia socialista).
Esa realidad fue la condición histórica en la cual se expande el siglo de las luces. De una parte, la influencia de las ideas francesas en toda Europa incuba las revoluciones con las cuales concluye ese siglo: 1789 en Francia (que de tiempo atrás, además de los excesos del absolutismo real, cargaba con una crisis fiscal y financiera, que agravó pobreza y desigualdad) y 1776 la Revolución americana. Repercute en el siglo 19 en la ideología y valores que incubaron las revoluciones de independencia en América Ibérica. Factor decisivo en ese extenso proceso, indica Touchard, es “la organización de la propaganda”: “la difusión de las ideas políticas se organiza, poco a poco, con precisión y eficacia crecientes; los centros de reflexión y los órganos de difusión y propaganda se multiplican … las gacetas, las enciclopedias, los cafés, los salones, las sociedades secretas y especialmente el de la francmasonería”.
Con el fundamento de la razón y las ciencias naturales, circula cantidad de obras que comparten la nueva filosofía, principalmente La Enciclopedia. Figuran, entre muchas otras, Catecismo universal (1798) de Jean-Francois Saint-Lambert (1716-1803), quien expuso “el conocimiento de las verdades útiles para nuestra felicidad”. Elementos de la moral universal o catecismo de la naturaleza (1776), de Paul Henri Thiry Barón de Holbach (1723-1789). Con ello adquieren nueva y vigorosa acepción ideas ancestrales, renovadas por la ciencia, “sobre todo por sus aplicaciones prácticas” (La Enciclopedia). Crean una nueva idea de los seres humanos, lo social y el pueblo [en sentido peyorativo, sólo considerado como “la parte más numerosa y necesaria”, deja de ser siervo para convertirse en asalariado barato], así como los conceptos jurídico-políticos de nación y lo nacional.
La razón como cimiento de la verdad, la felicidad y el progreso “ineluctable e indivisible”, aplicada a las leyes civiles y políticas, emparejando el desarrollo material con el intelectual y moral. Consecuente con esa visión materialista, se consolida el concepto de utilidad: “la propiedad o la tendencia a preservarse de algún mal o procurar algún bien. Lo que está conforme con la utilidad o el interés del individuo es lo que tiende a aumentar la suma total de su bienestar” (Jeremy Bentham 1748-1832. Deontología o ciencia de la moral). Así se confunde moral e interés clasista y subordina la política a la economía, es decir, “una concepción utilitaria de la política”, lo cual es compartido por burguesía, enciclopedistas, fisiócratas y partidarios del despotismo ilustrado.
Voltaire en “Letras inglesas” señaló “el comercio que ha enriquecido a los ciudadanos de Inglaterra [no a todos ni a la mayoría, por supuesto], ha contribuido a hacerlos libres, y esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del Estado”, citado por Touchard quien lo explica: “define el ideal de una clase. Plantea en términos precisos las cuatro ecuaciones que constituyen para la burguesía europea [occidental], el ciclo del progreso: comercio, factor de riqueza; riqueza, factor de libertad; la libertad favorece el comercio; el comercio favorece la grandeza del Estado”.
Montesquieu (El espíritu de las leyes) y Rousseau (El contrato social) son dos autores “al margen de la ideología dominante”, ya que “no pertenecen a esa burguesía nueva cuyo ideal político se expresa ampliamente en la filosofía de las luces” (Touchard).
En la actualidad, desde la segunda mitad del siglo 20, el Iluminismo asume el pensamiento “en continuo progreso y como una apertura a la praxis concreta del hombre”. Esto es, la razón entendida como “conjunto de instrumentos conceptuales operativos”. Abriga el ideal [no siempre justificado en la experiencia histórica concreta] de la posibilidad del perfeccionamiento humano realizado en este mundo [no en el sobrenatural] por parte de los hombres [sin interferencia divina], sujeto a “un acto de elección y someterse a una evaluación crítica”. El Iluminismo se convirtió así en “filosofía de la ciencia y deja en suspenso el juicio sobre todo lo que no se explica con el criterio del cálculo y de la utilidad”. (Testoni)
La crítica contemporánea a los extremos del Iluminismo explica que “los iluministas pagan la adquisición de su dominio de la naturaleza con el precio de la alienación respecto de la naturaleza misma”. (Testoni). Los detentadores del poder económico global han privatizado y mercantilizado conocimiento, cultura y arte. Utilizan la ciencia en cuanto genera tecnologías para sobreexplotar la naturaleza y el trabajo.
(1) Antoine Barnave, 1761-1793. Integrante de la Asamblea Constituyente (1789-1792). Teórico de la revolución y partidario del liberalismo político burgués. Por sus vínculos con la aristocracia fue ejecutado en la guillotina.