Entrevista con Omar Cervantes Fraire: La Fazenda de la Esperanza y la lucha contra la drogadicción (I)

Entrevista con Omar Cervantes Fraire: La Fazenda de la Esperanza y la lucha contra la drogadicción (I)

Por la mañana no hacía calor y eso fue una fortuna para viajar al municipio de Rincón de Romos, donde se encuentra la Fazenda de la Esperanza. Un querido amigo me invitó desde hace algunas semanas y, finalmente, fuimos, porque yo tenía mucho interés en conocer algo sobre el trabajo extraordinario de esta institución, la cual ha transformado las trayectorias de vida de jóvenes con problemas de adicción. Al llegar, vi un espacio bien cuidado, con árboles y plantas que me hicieron pensar en una especie de oasis en medio de la aridez de la zona. Hay, además, una construcción modesta, ordenada y limpia en donde vive una docena de personas que de manera voluntaria han decidido pasar meses en ese lugar.

A un lado de una pequeña capilla, que parece ser el corazón del lugar, nos recibió muy amablemente el padre Neftalí, un sacerdote católico joven que trabajó varios años en la Ciudad de los Niños. Mi amigo nos presentó y de inmediato nos entendimos, él sabía de los propósitos de mi visita y fue claro al principio. Me dijo que, para conocer lo que allí se hacía, era mejor que conversara con los jóvenes. Así fue que conocí a Omar Cervantes, quien, con su autorización, ahora transcribo la primera parte de una entrevista intensa y larga que tuvimos en un rincón silencioso y apacible del lugar.

Existen Fazendas de Esperanza en varias partes del mundo, enmarcadas en la Iglesia Católica, comunidades que se consideran espacios en los que se vive el Evangelio en forma radical, lo cual transforma vidas. Se dice que son islas de esperanza para el mundo. Las fazendas acogen personas que desean libremente recuperarse drogas, alcohol y otros tipos de adicciones, en un proceso educativo que dura doce meses. La única condición para el éxito es tener un verdadero deseo personal de dejar las adicciones.

“Recomenzar siempre”
“Recomenzar siempre”

La familia espiritual de Fazenda de la Esperanza nació en Brasil en 1983, a partir de una iniciativa del joven Nelson Giovanelli, quien quería ayudar a un grupo de jóvenes atrapados en la drogadicción. Bajo la guía de su párroco, el sacerdote franciscano Hans Stapel, acogió a seis jóvenes, siendo ayudado por dos voluntarios. La espiritualidad de la Fazenda combina dos corrientes espirituales, el franciscanismo (fundado por San Francisco de Asís) y el focolarismo (fundado por la joven italiana Chiara Lubich). La espiritualidad consiste en poner en práctica la Palabra de Dios y compartir experiencias de vida. Todo enmarcado en una vida de trabajo y convivencia en comunidad. Se trata de un proceso de reeducación y reconducción de la persona hacia los valores fundamentales de la vida, valores del cristianismo, en contraposición a la cultura de autodestrucción fomentado por el mundo de las drogas. Estas experiencias existen en Brasil, México, Guatemala, Colombia, Paraguay, Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay, Alemania, Polonia, Francia, Rusia, Suiza, Portugal, Italia, Angola, Kenia, Mozambique, Sudáfrica y Filipinas, entre otros.

Mi comienzo en el mundo de la droga

Mi nombre es Omar Cervantes Fraire, tengo 24 años, soy originario de la ciudad de Durango y estoy aquí por el uso excesivo de sustancias toxicas: alcohol, mariguana, cocaína, cristal, inhalantes. Conocí los inhalantes a los 12 años de edad; empecé consumiendo inhalantes, en secundaria consumí marihuana y al entrar a la preparatoria conocí lo que es el cristal y posteriormente la cocaína. Consumí estas sustancias, todas al mismo tiempo y en grandes cantidades. En ocasiones era tanto que llegué a quedar desmayado con espuma en la boca en la azotea, en los parques, en las banquetas, sin saber nada de mí. Era tanto el consumo de droga y tanto su efecto, que se peleaban por mi cerebro, por así decirlo, que terminaba en colapso…

¿Por qué comencé con la droga?

Normalmente, cuando uno comienza en este ambiente, primero, lo haces por curiosidad, comienza a haber un interés en ti de ¿qué se sentirá experimentar?, ¿qué sensación te dará la droga? y lo comienzas a hacer de una manera inconsciente. Empecé por curiosidad, por esa sensación de querer sentir algo diferente, pero al momento de que conozco el efecto de las drogas en mi cuerpo, ahora sí, conscientemente, vienen a mí todos esos vacíos de mi infancia, la ausencia de mi padre, de mi madre por el trabajo, el rechazo de mis hermanos, las carencias de amor, de no recibir todos eso regalos, por ejemplo en navidad, cuando tú haces una carta y esperas recibir algo y no te llega, te va creando un vacío o un dolor en el corazón que cuando vas creciendo no te das cuenta, pero sigue estando ahí, sigue estando ahí. Entonces, una vez que comienzas a consumir drogas, te va dando todo ese placer que no tuviste cuando eras chico, comienzas a llenarte esos vacíos que hay en tu corazón, los empiezas a llenar de droga. Yo principalmente usaba los estupefacientes o los inhalantes para evadir mi realidad. Comienzo a crecer, entro a la secundaria, comienza la etapa del enamoramiento, que me gusta esta muchacha, que me gusta aquella, empiezo a querer sobresalir entre mis amigos. La droga también se hace un punto clave en mi escuela porque, en aquel tiempo, cuando tú consumías droga eras de los populares de la escuela, eras de los que “¡ah! él consume, él sabe dónde la venden, él la puede comprar”, y eso te daba un estatus alto donde tus conocidos decían, “busca a Omar, busca a sus amigos, ellos te pueden ayudar”; entonces, hay una euforia en ti por querer encajar en la sociedad, sin darte cuenta de que era algo malo para nosotros, pues manchaba nuestra imagen como adolescentes, manchaba la imagen de nuestros padres, descuida mi aspecto personal.

Mi familia

Vengo de una familia donde mis papás son maestros los dos, mi mamá es psicóloga, mi papá es licenciado en derecho, ambos jubilados de un colegio de bachilleres, en la ciudad de Guadalupe Victoria, Durango, donde ellos viven, son muy reconocidos por el impacto que han hecho como profesores, como seres humanos. Como psicóloga mi mamá ha ayudado a bastante gente. Mi lado de ir con las drogas era por ir en contra de lo que ellos hacían, y mi mamá ayudaba a adictos como yo, ayudaba a gente que tenía escasos recursos, mi papá ayudaba a personas en la escuela, tenía un club de lectura, le gustaba mucho hacer academias de lectura. Yo, por rebeldía, mi imagen era ser la del hijo desastroso. Si mi papá me decía: “no lo hagas”, yo iba y lo hacía. Entonces comienza otra etapa de tu adicción en la que vas en contra de lo que tus papás te dicen. Si tu mamá te dice: “no te juntes con aquél, ni con aquél, ni con aquél”, es lo primero que voy y hago, me junto con todos los que son la oveja negra de la familia de esa comunidad, y comenzamos a ser un desastre ¿no? a robar, a vandalizar la ciudad, a hacer graffiti.

De aquí comienza otro de los estigmas de la sociedad, de que los drogadictos son los locos de la ciudad y son los destroyer, los que comienzan a rayar los camiones, comienzan a quebrar vidrios. Y en mi tiempo era una de las cosas más divertidas… irte en la madrugada, comprar tus aerosoles e ir a vandalizar en los lugares más públicos, como en la presidencia, en lugares comerciales, entonces todo aquello que sentía yo como curiosidad ya era algo que yo necesitaba para seguir haciendo lo que yo hacía. Llega otra etapa de adultez, donde ya comienzo a tener más madurez y comienzo a alejarme de mis amigos… ya no hay esa conexión de que vamos a ir a rayar, vamos a ir a grafitear, que vamos a ir a festejar a tal persona… Te comienzas a hacer una persona solitaria, por el hecho de que la droga que consumíamos, pues tenía un precio muy excesivo…

Lo que aquí he aprendido, a través del padre, a través de las pláticas, es que ya no viene siendo el problema la droga, sino nuestras mañas, las mañas que vamos adquiriendo por las diferentes sustancias, y los problemas con las diferentes personas con las que nos relacionamos. Por ejemplo, el robar es una maña, el mentir, el dejar de lado la responsabilidad, como hijo, como padre, como hombre de la sociedad. Comienza uno a sumergirse en una flojera total, en el ocio total en donde no te importa tu aspecto, si vas a la escuela o no, no le das importancia a ser alguien en la vida. O sea, y eso ahorita es mi punto de vista, uno de las cosas que hace que la gente caiga más en la droga, es cuando ya no hay un motivo en tu vida para seguir adelante, el mundo de las drogas es lo perfecto, eso pasa cuando todavía no tienes una visión clara de lo que quieres en la vida, entonces el mundo de las drogas es lo que tú necesitas.

Cuando estás en el mundo de la droga y tocas fondo

“Trabajo, espiritualidad y convivencia”
“Trabajo, espiritualidad y convivencia”

Ahora la gente te señala porque eres un adicto, la gente te rechaza porque consumes drogas, ahora la gente ya no quiere saber nada de ti. Te critican, te juzgan, te huyen, te tienen miedo. Y una de las cosas que se pierde primero, y que es más difícil de recuperar tanto en la familia como en la sociedad, es la confianza. Tus padres dejan de confiar en ti. Recuerdo que mi madre era de las personas que carga consigo siempre su monedero, pero a raíz de la maña de que me gustó agarrar el dinero ajeno, empezar a robar, pues mi mamá ya no tenía la confianza de cargar ni siquiera un solo peso en su bolsa. Empiezan a desconfiar de ti, te cierran la puerta, empiezan a esconder las cosas de valor, se alejan de ti. Y entras en otra etapa de la adicción, en la que ahora ya no le hayas sentido ni a tu vida ni a seguirte drogando. Y dices: “ahora qué? Entonces, comienza esa pregunta, de ¿y ahora qué voy a hacer? Y es aquí donde estamos ante dos pasos decisivos: o trato de cambiar mi vida, o termino con ella… Lamentablemente, llegué yo al extremo de intento de suicidio, en el que decía: “pues ya no tengo ningún sentido”. Empiezas a estar solo. Y la soledad es un buen lugar para conocerse uno mismo, como cuando está uno aquí en la Fazenda, estamos solos conociéndonos a nosotros mismos, pero en el momento en el que tu conoces la soledad estando en las drogas, es un momento destructivo, porque tenemos un enemigo en la cabeza que nos empieza a reprochar todos los errores que hemos hecho: “no sirves para nada, no sirves para nada, estás solo, tu familia ya no te quiere, tu familia te ha abandonado”.

Si no se encuentra uno la ayuda en otra persona para salir de esa soledad, la soledad lo va a consumir a uno, por eso existen muchos suicidios. Yo tengo infinidad de amigos que se me han ido a causa de sobredosis, a causa de que se han colgado porque no encontraron ese sentido en su vida, y pues no lo ven más allá de solamente vivir todos los días, y deciden terminar con sus vidas. He perdido muy buenas amistades, y yo estuve a punto de terminar con mi vida, tanto con el uso de drogas, como intentando cortarme las venas. Hoy entiendo que si en ese momento no pasó nada, es porque Dios tenía una misión para mí. Es aquí donde entra ese que es mi poder superior, único, que me tiende la mano y me dice: “aquí estoy”. El día que quise suicidarme, que conocí la drogas, el día en que mi familia me rechazó, el día que perdí a mi esposa y a mi hijo, porque los abandoné, los dejé solos, en todos esos momentos difíciles de mi vida, Dios estuvo ahí conmigo, callado y en silencio, nunca me dejó solo, siempre estuvo ahí acompañándome. En las madrugadas en que me salía solo a tratar de conseguir una dosis, ya sin dinero, con noches de desvelo, sin haber comido, exponiéndome a la violencia, a la inseguridad de la ciudad, Dios siempre estuvo conmigo ahí, en todo momento.

Cuando llegué a la Fazenda…

Entonces llego aquí, a este lugar que se llama Fazenda de la Esperanza, y me doy cuenta de que realmente Él estuvo conmigo, y que, como decidí cambiar todo mi sufrimiento, llegué a tocar ese fondo de decir: “ya no tengo familia, ya no tengo trabajo, ya no tengo dinero, ya no tengo amigos, ya no tengo nada”. Esto me hace recordar una frase de una canción de Ricardo Arjona, que dice, que cuando estás en el fondo de los fondos, ya verás que no hay mejor camino que no sea el de subir, porque ya estás en el suelo totalmente, o sea, ni modo que te vayas más pa´bajo, la única oportunidad ahora es ir para arriba. Entonces ese es un punto clave para todas aquellas personas, que están en el mundo de las drogas o que se intentan de salir de este mundo de drogas, tú tienes que tocar un fondo de sufrimiento para poder impulsarte, ahora sí, para arriba. Es más fácil cuando te has devastado completamente, el poder buscar la ayuda, porque cuando uno anda en el ambiente, te hablan de Dios, te hablan de una sobriedad, te hablan de una recuperación, y no quieres saber nada, porque aún no sientes que has tocado ese fondo de sufrimiento, pero cuando llegas completamente a quedarte solo, ahí es cuando dices: “ahora sí ¿qué hago?” Y creo que el hecho de estar aquí es la oportunidad que me di de decir: “bueno, si sigo con vida es porque hay algo más para lo que Dios me está preparando”. Ahorita ya voy para tres meses en esta institución y debo cumplir el año para llegar a ser un hombre nuevo.

Cómo llegué a La Fazenda

Hace cuatro años, cuando yo tuve una recaída, yo asistía a una Iglesia Cristiana en la ciudad de Durango, la cual tiene un centro de rehabilitación. Es una instalación más chica que ésta, pero se vive un proceso en donde te encaminan a ese encuentro con Dios, que es lo único que te va a llevar a la sobriedad, una relación con Dios, y en ese lugar entendí, al igual que aquí, que la plenitud de esta vida no se trata de una religión, no se basa en una religión, si no en una relación, yo puedo estar en una iglesia cristiana, en una iglesia mormona, en una iglesia católica, pero si en cualquiera de esos lugares yo no encuentro esa relación con Dios, a donde quiera que vaya voy a sentir ese vacío, entonces empiezas a encontrar una identidad que es Jesucristo. Antes, la sociedad te identificaba como el drogadicto, como el que robaba, como el que mentía, y hoy que me identifiquen como un hijo de Dios, como un punto de luz, le llamamos aquí en la Fazenda. Si ya fui un punto de tinieblas allá afuera, en donde les di a probar la droga a muchas personas, incluso llegué a vender droga, hoy voy a hacer todo lo contrario, a ser un punto de luz, a ayudar a todas esas personas que necesitan ayuda…

Compartir mis dones

Omar, un hombre nuevo
Omar, un hombre nuevo

En el lugar donde yo estaba comencé a dar clases de pintura, fue el don que Dios me dio a mí, el dibujo y la pintura. Me doy cuenta de que no necesariamente tengo que estar allá para practicar ese don. Si Dios me trajo hasta aquí es porque aquí puedo explotar ese don, y no hay mejor manera de explotarlo que compartirlo con los demás… Está en proceso la creación de los murales propios de la institución, porque cada Fazenda, en todo el mundo, tiene un mural representativo basado en el trípode. El trípode son los pilares fuertes de este proceso: el trabajo, la espiritualidad y la convivencia. Luego, cuando yo llego aquí, me comentan que cada Fazenda tiene una obra de arte donde se expresa lo que es el trabajo, lo que es la convivencia y lo que es la espiritualidad, y yo pregunto: “¿por qué aquí no los han hecho?” y me responden: “porque no ha llegado la persona indicada para hacerlos”. Entonces empiezas a encontrar los propósitos por los que Dios te trae hasta acá. Te preguntas ¿por qué vine de Durango hasta acá? y ¿por qué si hace cuatro años que mi mamá me comentó de este lugar no quise venir, sino hasta hoy? O sea, yo siento que Dios tiene los tiempos claros y perfectos y va haciendo todo a su tiempo.

Mi vocación

A la edad de 19 años me convertí en padre, tengo un hijo de 5 años y una pareja, no estamos casados, pero aquí he aprendido que una de mis vocaciones es el matrimonio, ser un buen padre, ser un buen esposo, y es otro de los propósitos que tengo visualizados al salir de aquí: así como tengo que reafirmar mi integridad como persona, tengo que reafirmar mi integridad en mi familia, porque ahora sí que ya no estoy solo. Después de estar solo en el mundo de las drogas, hoy tengo alguien por quien luchar, que soy yo mismo, después mi hijo y después mi pareja.

Qué hacemos en La Fazenda

El proceso de estar en la Fazenda es de un año, o sea doce meses. Yo voy a cumplir tres meses, a este momento se le llama la triade. A todos los internos que cursan los primeros tres meses nos juntan en una sola casa, y es evidente que es para no mover a los demás, que ya van avanzados en su proceso. Cuando uno llega de la calle sigue pensando en las cosas de la calle, en la droga. Llegas pensando: “¿a poco ya no me voy a volver a drogar? ¿a poco ya no me voy a fumar aquí un cigarrillo? Te das cuenta de que aquí te vas a abstener totalmente de todo, tanto de una relación sexual, como de un cigarrillo, como de tu comida favorita. Aquí realmente dejas todo tu mundo para conocer y entrar a un proceso de construcción, aquí se le llama “el hombre nuevo”. No quiere decir que voy a dejar de ser lo que yo soy, mi esencia como persona se va a mantener, pero Dios quiere que sea un hombre nuevo, que haga actividades nuevas. Por eso lo que es el trabajo, la espiritualidad y la convivencia son los pilares fuertes de este proceso.

El don de saber dibujar
El don de saber dibujar

*Se agradece el apoyo de Yolanda Padilla Rangel y María Guadalupe Contreras Cervantes

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

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