Hume. (2) Egoísmo, origen de la justicia
Al explicar política y ética como juicios de valor manipulables, Hume concluye que “hay, en primer lugar, la deducción o razón en sentido estricto; en segundo término, el descubrimiento de relaciones empíricas o causales; y en tercer lugar la descripción de un valor, como bondad justicia o utilidad”. Con ello elimina desde su base la pretensión racional del derecho natural. Incluso los valores sociales son convenciones referidas a la utilidad o a aspiraciones humanas, llegando a creer que existan regularidades en la naturaleza o la sociedad, que suponen sean leyes naturales o sociales. Todo ello es, según Hume, cuestión psicológica o un hábito. Pero, en contraste, también subraya el vínculo entre moral, deber y obligación. Hacer lo bueno [cualquier cosa que signifique “lo bueno”] es lo que se debe hacer (Robert Hill. Historia de la filosofía política).
Hume postula que ni el deber ser ni principios filosóficos son base de la filosofía política, ya que ésta es eminentemente ciencia empírica. Advierte que “las medidas políticas tienen muchas consecuencias que no pueden ser previstas; hay que guiarse por la experiencia; se debe aprender de los errores, experimentando su inconveniencia cuando se presenta. El tiempo no sólo consolida las instituciones políticas; también las perfecciona” (Hill)
Afirma, asimismo, que solamente en sociedad el hombre encuentra la satisfacción de sus necesidades naturales, además de las que engendra la comunidad. El punto de partida es la familia. De ahí el ser humano aprendió las ventajas de la sociedad y las capacidades para vivir en ella («Of the Original Contract»).
Rechaza la tesis del contrato social, ya que el poder político no se adquiere por el consentimiento, sino por la violencia de la conquista o la usurpación. Si bien, aduce, pudo existir un momento o circunstancia por la cual se dio el “abandono voluntario de la libertad natural y el sometimiento a ser gobernados por el bien de la paz y el orden. Y a eso podría llamársele ‘contrato original’” (Hill)
Además, existen otros factores: la tensión entre egoísmo y generosidad, que mueve al cálculo del beneficio. A los cuales se añaden la escasez y la inestabilidad de los bienes externos que impulsan la conflictividad para adquirir, poseer y acaparar. La solución, según Hume, es un “artificio de la razón”, por el cual todos acuerdan respetar el patrimonio de los demás. Es decir, defensa de la propiedad, prohibición del robo y castigo. Lo cual requiere gobierno y leyes.
Si reflexiona sobre lo que podría mejorar esta o aquella forma de organización social, lo hace exclusivamente desde el análisis de las ventajas y la utilidad que podrían reportar determinadas medidas [como adecuación de leyes, rigidez o flexibilidad de normas, en función de intereses de clase]. (Filosofía de Hume. www.webdianoia.com)
Para Hume las ideas de justicia e injusticia se basan en los conceptos de propiedad, derecho y obligaciones. Y la regla fundamental es, precisamente la seguridad de las posesiones. Las “disparidades” en la propiedad [desigualdad] y las necesidades llevan a la discordia y la disputa, que la justicia resuelve mediante la disposición de que la propiedad solamente se transfiere por consentimiento. Esto es, “el motivo original para la institución de la justicia es el egoísmo”. (Hill)
Es evidente, afirma, que si el gobierno fuera totalmente inútil nunca hubiera tenido lugar; y que el único fundamento del deber de obediencia a la autoridad pública es la ventaja que procura a la sociedad paz y orden. (Hume. Investigación sobre los principios de la moral).
De esta manera, el gobierno responde a este “sentimiento natural” del egoísmo, para impedir la violencia y la anarquía que derivarían de la lucha entre individuos sin sujeción a la ley. La obediencia al gobierno significa, entonces, aceptar el mal menor del control y la satisfacción de las pasiones por la ley, bajo el supuesto de que “todo hombre es un bellaco” que sólo sigue su propio interés. (Hill)
Propone una forma original de gobierno mixto: aristocracia (senado) que se equilibra con la asamblea a popular. Aquella aporta “sabiduría” y ésta impide el riesgo de la opresión y la corrupción, y obliga a la honradez de la aristocracia. A la vez, el senado frena tendencia de la democracia [el pueblo] a la revuelta [a rebelarse ante la injusticia]. Empero, la asamblea “debe ser elegida en elecciones frecuentes por un electorado de propietarios”, en lo cual sigue a Locke.
Puesto que la libertad es “la perfección de la sociedad civil”, defiende la tolerancia religiosa a fin de “proteger al Estado de la intrusión eclesiástica y los disturbios religiosos”. Si bien debe haber unión del poder civil y del eclesiástico, éste ha de estar supeditado a aquél.
En su teoría del utilitarismo, Hume declaró que lo útil es el criterio de la moral. En filosofía de la religión se limitó a admitir que las causas del orden en el universo poseen cierta analogía con la razón, pero rechazó toda doctrina teológica y filosófica acerca de Dios. Al evocar la experiencia histórica, afirmó que la religión ejerce una influencia nociva sobre la moralidad y la vida cívica.
El escepticismo de Hume fundamentaba teóricamente la comprensión utilitaria e intelectual del mundo de la burguesía. El agnosticismo de Hume ejerció notable influencia sobre el idealismo moderno y constituyó una de las principales fuentes ideológicas del neopositivismo. (Diccionario filosófico marxista)
Cabe atribuir a Hume, aunque repudiaba el deísmo, “el establecimiento de una teoría laica y naturalista del entendimiento humano, la moralidad y la política. Al efectuarlo así, reconocía la influencia de dos figuras que dominaron la vida intelectual del siglo XVIII: Isaac Newton en las ciencias y Locke en la epistemología y las ciencias humanas”. (Mario Hernández Sánchez-Barba. Escritos impíos y antirreligiosos)