Incertidumbre

Incertidumbre

Vivimos en una era de incertidumbre. Esta era tiene raíces profundas, desde la manera en que entendemos el mundo, hasta en procesos que pueden distinguir las prácticas democráticas. Cuando Immanuel Wallerstein, ese gran historiador de la primera globalización a través de la idea del Sistema mundo, escribió que nuestra época está impregnada de incertidumbre, lo refirió sobre todo al cuestionamiento que habían traído consigo las posturas posmodernas sobre la idea de la verdad. De tal manera que en la actualidad persiste la idea de que la ciencia es un discurso más, patrocinado por las grandes corporaciones, por lo que sus alcances se ven ensombrecidos por los intereses que están detrás de la investigación. Más aún, el discurso científico, se nos dice, en realidad está caracterizado por una gran soberbia intelectual y por diferentes sesgos que no se atreven a reconocer sus autores, quedando solamente el mundo de la “posverdad” en donde cada quien tiene su versión, lo cual como consecuencia lleva a la imposibilidad de todo conocimiento.

Si bien es imposible regresar a la idea de la verdad que se tuvo a partir del siglo XIX, en el sentido de que podrían construirse verdades prácticamente absolutas para todo tiempo y lugar (y en cierto sentido sustituir con ello los dogmas de la religión), lo que sí podemos reivindicar frente a esta crítica a la verdad y a la ciencia es la idea de verdades más acotadas a un cierto espacio y tiempo, elaboradas no a partir de la soberbia intelectual sino desde perspectivas más incluyentes. Por ello es importante la crítica al “cientificismo” o “academicismo”, que pretende de manera anacrónica postular leyes universales del conocimiento desde posturas impregnadas de soberbia, para reivindicar sí el trabajo sistemático a favor de posturas más comprensivas e incluyentes de diferentes movimientos sociales e intelectuales que han marcado los últimos años la investigación.

Por ejemplo, en las ciencias sociales históricas es irresponsable no reconocer la perspectiva de género, que va más allá de los determinismos biológicos, o la crítica al etnocentrismo que ha caracterizado buena parte de los paradigmas explicativos de nuestras realidades. De ahí que es necesario reconocer esta incertidumbre como una manera de adentrarnos en nuevass aventuras intelectuales y que nos permita tener una visión más amplia y cercana a las transformaciones tanto históricas como contemporáneas. La incertidumbre en materia de conocimiento ha traído consigo algunos riesgos al conocimiento pero también aportaciones que son fundamentales para una mejor comprensión de nuestro mundo.

Ahora bien, esta era de la incertidumbre también se expresa en otros escenarios. Concretamente, habría que decirlo, la incertidumbre es parte fundamental de todo proceso democrático. Cuando sabemos de antemano quién será el ganador de una elección, es un claro indicio de que predominan más bien vicios autoritarios, como pueden ser la apatía del electorado o el que no exista una clara oposición.

He traído a colación este tema porque me parece que frente a lo que el país enfrenta este 2 de junio el hecho que se incremente la incertidumbre de quién puede ganar, tanto a nivel de la presidencia pero también de las gubernaturas, municipios, diputados y senadores, es una buena señal de que la democracia sigue viva entre los ciudadanos. Cuando se nos dice que ya todo está decidido, que “este arroz ya se coció”, que las elecciones son un simple “trámite”, que la ventaja en las encuestas de los candidatos(as) oficiales es ya definitiva, en realidad se está reproduciendo una vieja idea autoritaria de que no hace falta incluso votar porque el “pueblo” ya eligió. Es decir, se regresa a la vieja idea del “gran elector” frente a la participación ciudadana.

Una de las enseñanzas que nos ha dejado el corto periodo de elecciones democráticas en México, que no tiene más de 25 años como lo comentamos en anteriores artículos, es que se ha incrementado la competitividad de las fuerzas políticas en función de la distancia entre primer y segundo lugar, por ejemplo, en elecciones para gobernadores (Pablo Armando González Ulloa Aguirre, “Alternancia en las elecciones subnacionales en México: ¿síntoma de democratización?”, Estudios políticos, Vol. 40, enero-abril 2017, 47-69). Más aún, podríamos decir que el porcentaje de la alternancia ha sido cada vez mayor en los diferentes niveles de cargos populares, en otras palabras, que la ciudadanía ha sabido cambiar a los gobiernos que no han cumplido con las expectativas del cambio. De ahí la importancia para que exista el “piso parejo” en las elecciones, y se muestre en ellas el sentitir de la ciudadanía.

La lucha porque el proceso electoral no esté viciado y cargado de antemano ha sido una cuestión que ha sido central en las luchas democráticas del país, tema que han olvidado los que se dicen defensores de la “democracia verdadera”. Habrá que recordar que el primero que cuestionó los procedimientos de Morena fue uno de los precandidatos en la elección interna, mostrando incluso cómo la propaganda anticipada y abundante, junto con la intervención de los “siervos de la nación”, habían inclinado el piso hacia la “corcholata” oficial. Por ello el reclamo de Ebrard fue de que no se tenía “piso parejo” no obstante que había advertido desde el inicio de su participación de la necesidad de ello, y de que dicho partido no podía reproducir viejas prácticas autoritarias. Llegó a denunciar con razón la desigualdad en el proceso interno, cuestión que se ha tratado de olvidar. La respuesta fue simple y sencillamente amenazarlo para que no continuara con su disidencia, algo que desafortunadamente ha dejado de lado a uno de los más brillantes políticos de la época contemporánea.

Ya en la precampaña y campaña presidencial la participación ilegal del Presidente como jefe de campaña de su candidata ha sido reconocida incluso por el propio INE, no obstante las pretensiones de su nueva Presidenta de cargar los dados hacia el partido en el poder (se sabe que Flavio Cienfuegos, jefe de la oficina de la presidenta del INE, es el operador de las maniobras de la presidente). Como se ha denunciado en varias ocasiones por la oposición, las últimas reformas en el INE fueron precisamente para evitar en lo posible la intervención del Presidente en turno y de todos los aparatos del gobierno a favor del candidato(a) oficial. Ciertamente no podemos decir que se trate de una “elección de Estado” porque afortunadamente todavía existen instituciones estatales, como el propio INE, el mermado Tribunal electoral, la Suprema Corte, instituciones todas muy debilitadas pero que no han sido totalmente aplastadas, por lo que en esta elección se espera que algunos actores democráticos que existen en su interior den una batalla a favor de la defensa del voto ciudadano. Sobre todo después de que el electorado haya emitido su voto. Porque la duda de quién quiere llevar a cabo un “golpe de estado técnico”, ha sido más elaborada por el propio Presidente, lo que muestra que lamentablemente no reconocerá los resultados adversos. Lamentablemente este tipo de acciones desde la presidencia tratan de que el voto ciudadano no logre expresarse libremente (de que la incertidumbre se traduzca en una certidumbre autoritaria), de ahí la importancia de que los ciudadanos salgan a votar y a defender su derecho.

Todo esto que vemos como los intentos de una “elección de gobierno”, diríamos, como un retroceso en la vida democrática del país, resulta todavía más preocupante dadas las “trampas de la fe” que existen en mujeres y hombres que se pueden considerar informados. La ceguera que ha traído consigo la idea de que una supuesta izquierda está en el poder, concediendo que los mueve una idea justiciera, ha llevado a extremos en la justificación de gobiernos francamente impresentables en los estándares de gobiernos electos. Más aún, habría que agregar que el arribo de diferentes tribus a Morena, incluso desde luego priístas y panistas, no ha sido a favor de las mejores causas justicieras sino simple y llanamente acceder al poder a través de un movimiento que les ha dado cabida a sus ambiciones o sus resentimientos. La batalla por una socialdemocracia dentro de Morena parece que está agotada, sólo quedan los viejos resabios autoritarios.

De manera un tanto sorpresiva, una candidata ciudadana de la oposición ha logrado que estas elecciones sean nuevamente elecciones con una gran incertidumbre. Ciertamente los partidos que la postulan han generado buena parte de los problemas que aquejan al país, pero también habría que decirlo han sido éstas fuerzas políticas, junto con movimientos ciudadanos hay que repetirlo, las que hicieron posible nuestro sistema democrático, frágil, endeble y todavía ciudadano, y que ha permitido avanzar en un tema central de nuestra vida democrática: el cambio de gobierno de manera pacífica a través de las urnas, sobre todo de aquellos gobiernos que han desempeñada mal su gestión. Las viejas consignas de nuestra historia de “muera el mal gobierno” de Hidalgo, o “sufragio efectivo, no reelección” de Madero, se sintetizan en esta posible y simple práctica democrática. Ojalá que puedan ser escuchadas.

Viva pues la incertidumbre alcanzada hasta este momento, y logremos que sean las elecciones las que nos permitan cambiar a los malos gobiernos, sin importar sus colores.

Víctor González
Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

Víctor M. González Esparza

Historiador, académico

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