La disputa por la Nación
Retomó el título de un viejo libro de fines de los setenta del siglo pasado, escrito en aquel entonces por Rolando Cordera y Carlos Tello, para señalar lo que creo que ahora se está dando nuevamente con especial dinamismo y que requiere darle forma y vías de conducción. Entonces era el choque entre dos concepciones de país encontradas en grupos al interior del viejo partido de Estado, el PRI.
En varios comentarios en diversos medios (preferentemente Crisol y Tribuna Comunista), he estado comentando la exacerbación de la derecha y el conservadurismo para desarrollar campañas contra el nuevo gobierno y la Cuarta Transformación y una tibia respuesta de parte del grupo en el gobierno y de la izquierda misma. Es la lucha de clases expresada en estas formas, que podría escalarse a situaciones de mayor encono y confrontación.
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Casi en todas las colaboraciones había concluido que lo que se requería es impulsar la lucha y el combate ideológico, empezando incluso por los sectores de apoyadores coyunturales, como se pueden considerar a los treinta millones de electores que sufragaron por la opción que encabeza López Obrador en julio del 2018, para después desplegar una estrategia de concientización a la clase media, casi siempre dúctil a ser ganada por la derecha, que de alguna manera se ha dejado libre, sin atender.
Esto hay que llevarlo a cabo, sin duda, pero no dejarlo como único elemento. Se requiere un recurso político que pueda poner en el centro la disputa por la nación; la definición de la correlación de fuerzas con predominancia de aquella que dé certeza en la continuidad del proyecto de cambio y transformación real en el país, llámese como se llame, para el Presidente de la República sería la Cuarta Transformación.
La conclusión de este proceso (a realizarse en corto tiempo y con un par de años a lo sumo), pudiese ser un nuevo pacto federal, político y social, que soporte con estabilidad y gobernabilidad la vida de la República por lo menos lo que resta de la presente centuria. No es una cuestión menor, pero si es posible llevarla a cabo, a sabiendas que no pasa por la mentalidad de López Obrador, tampoco se vislumbra que haya voluntad política para hacerlo.
Éste habla reiteradamente de cambio, incluso de régimen político, pero como va hasta ahora en su administración, no lo demuestra ni deja entrever por lo menos en rasgos. No es suficiente mostrar un estilo propio y distinto al del PRIAN de gobernar. Se requiere algo más de buenos deseos, para que las instituciones sean diferentes a las del tiempo de sus antecesores.
Todo esto se puede hacer a partir de una iniciativa que ya en anteriores ocasiones hemos manejado como alternativa, pero ahora la reitero y diría que se remagnifica por las condiciones que se están dando en el país, me refiero a un Congreso Constituyente. La experiencia al respecto dada en la Ciudad de México hace ya casi tres años, demuestra que si se puede.
Como ya lo hemos dicho implicaría llamar a este esfuerzo a todas las fuerzas políticas e ideológicas representativas en el país; que estén de acuerdo en la búsqueda pacífica del camino a seguir, lo que implica sentar las bases normativas para el México de los siguientes decenios. No es un borrón y cuenta nueva, pues hay una base heredada de las anteriores Constituciones que es conveniente mantener en tanto aún son vigentes, pero también por otro lado, considerar las nuevas circunstancias locales pero en congruencia con un mundo globalizado, para poder determinar los nuevos elementos.
Hay tres sectores adversos a la propuesta: primero, la derecha y el conservadurismo, que simplemente le apuesta a que fracase el gobierno de AMLO y las cosas, sin más vuelvan al pasado cuando ellos gobernaron. Segundo, el gobierno actual, que piensa que la transformación vendrá sola, aplicando las políticas y programas sociales, pero desvinculado del pueblo en general y tercero, los sectores desculturizados, que son presa fácil para entender la situación y hacia dónde ir.
No estamos en una situación sencilla ni fácil. La derecha está tendida en el despliegue de su estrategia, la parte más belicosa de ella incluso pretende quitar de su puesto a López Obrador antes del 30 de noviembre, dicen. Otros le apuestan a voltear a los mexicanos a sus posiciones y por lo menos derrotarlo electoralmente. ¿Por qué debemos entonces esperar que las cosas sucedan, tenemos que actuar en consecuencia, pero también sentar las bases para la continuidad de un proyecto que apenas inicia. De ahí la propuesta antes mencionada, lo que no excluye contrarrestar las ideas golpistas y el regreso al pasado, que ya supimos solamente a quién benefició.
No olvidemos, ¡Es la disputa por la Nación!