LA HIJA OSCURA / The Lost Daughter
En una playa griega, una mujer llamada Leda (Olivia Colman) observa con infinita tristeza a una mujer y su hija. Los grises fantasmas del pasado pueblan su mente y alma, orillándola a iniciar una inesperada relación con aquella familia y arrancando el tejido de una historia que, cual espejo, refleja el presente y el pasado de una mujer cuya melancolía marca el ritmo y proceso narrativo de esta cinta.
La actriz Maggie Gyllenhaal debuta con mucha fortuna en la dirección con esta película basada en la novela de Elena Ferrante construyendo un drama plomizo cuya vértebra dramática es la impecable actuación de Colman, quien mediante miradas, tenues gestos y sonrisas que esbozan dolor abastecen al relato de amplios matices psicológicos.
Su personaje es el de una académica en literatura comparada que va de vacaciones a Grecia para asolearse en sus mediterráneas playas una vez que sus hijas veinteañeras deciden pasar una temporada con su padre. Procurada por Lyle (Ed Harris), el gerente de las cabañas donde se hospeda, Leda comienza su proceso de extravío cuando conoce a Nina (Dakota Johnson), a su adorable hija Bianca (Robyn Elwell) y el resto de sus acompañantes. El contacto al inicio es áspero, pero gradualmente Leda encontrará en Nina un cauce para reflexionar y explorar su vida anterior cuando vivía en Inglaterra siendo joven mediante flashbacks donde es interpretada con mucho tino por Jessie Buckley.
El retrato de ella mientras cuida a sus hijas entonces infantes realza cierta desorientación emocional por la que atraviesa cuando no encuentra la felicidad con su entonces pareja y su tórrida relación con un ilustre intelectual (Peter Sarsgaard).
La balanza jamás pierde equilibrio al mostrarnos el progreso de Leda como personaje conforme la directora Gyllenhaal desentraña con mucho cuidado los componentes internos que definen a la protagonista como un personaje femenino complejo y rico, siempre actuando con meticulosidad y mostrando a Leda como un ser relativamente frágil capaz de sacar las garras cuando es debido.
Esto dibuja más a un ser humano real que a un arquetipo del marasmo femenino en la edad mediana, sobre todo cuando comienza a relacionarse afectivamente con un joven local (Oliver Jackson-Cohen) que también se involucra carnalmente con Nina y la inexplicable necesidad de Leda por guardar una muñeca propiedad de Bianca.
Los pincelazos simbólicos son clave en este trazo narrativo que Gyllenhaal ha conjurado primorosamente con madurez discursiva, remitiéndonos a los quebradizos seres que pueblan los filmes de Polanski o Bergman en cuanto a sus motivaciones y peculiar andar. “La Hija Oscura” sirve a muchos propósitos: confirmar el inconmensurable talento de Colman, revelarnos aquel que tenía oculto Dakota Johnson después de participar en los vomitivos relatos de erotismo estéril conocidos como “50 Sombras de Grey” y develar el gran entendimiento que tiene Gyllenhaal en su faceta como cineasta de la lingüística fílmica para contar un drama fino y limpio como éste. A ver sin falta.