“LA SIRENITA” (“THE LITTLE MERMAID”): Un remake que nada con fluidez.
Estas iteraciones en acción real que la Disney ha estado manufacturando desde hace algunos años se han polarizado drásticamente a puntos extremos del espectro creativo/escapista, produciendo películas que logran conservar no sólo los puntos fuertes en cuanto a narrativa e iconicidad con respecto a los filmes originales sino que además logran consolidar su propia postura fílmica progresando lo que una cinta animada de hora y media no alcanza a desarrollar como las excelentes “Mulán”(2020), “Cenicienta” (2015) o la más reciente “Peter Pan Y Wendy”, ésta última un osado –y, por ende, poco apreciado o mal leído- intento por decodificar los tropos dramáticos de la obra original en aras de una decodificación psicológica y emocional más compleja y rica. Y por otro lado están todas las demás que o sólo calcan lo ya expuesto (“El Rey León”, “El Libro de la Selva”) o se desbarrancan por su ceguera interpretativa (“Pinocho”, “Dumbo”).
Así, entre un escándalo que se antoja ridículo por el cambio de tono epidérmico de su protagonista (que alguien por favor me señale una sirena real para detectar su color de piel), llega “La Sirenita”, no un intento por adaptar con fidelidad el texto original de Hans Christian Andersen –esto es Disney, después de todo- sino un ejercicio expansivo en cuanto a las motivaciones y contextura interna de sus personajes principales en base a lo vista en el maravilloso filme original de 1989 que pasa con un 7 u 8 en la escala de fidelidad a su fuente animada y con calificación sobresaliente para varias escenas que permiten profundizar en la relación sentimental que surge entre un humano y una sirena y canciones nuevas que excluyen algunos números musicales distintivos de la versión original (adiós al chef Luise y su fijación por los pescados y crustáceos), pero lo mejor es la interpretación de Halle Bailey quien texturiza al personaje con algunas capas extra de autenticidad como un apasionado sentido de la emancipación o ciertos toques pragmáticos a su conducta que la hacen ver más como un ser real que uno presa por una infatuación desbocada.
Ariel (Bailey) es ésta sirenita, la más joven de sus hermanas, que sueña con formar parte del mundo de la superficie idealizando a los humanos y sus costumbres a escondidas de su padre, el solemne y algo rígido Rey Tritón (Javier Bardem), teniendo como confidente al pez Flounder (voz de Jacob Trembley) y siendo vigilada por el cangrejo de acento caribeño Sebastián (voz de Daveed Diggs) quien tratará de que ella permanezca bajo del mar, donde pertenece, hasta que una tormenta hace naufragar el enorme navío que lleva como tripulante al Príncipe Eric (Jonah-Hauer King) , joven atribulado por su falta de pertenencia al reino y también en el contexto familiar, pues s madre la reina antillana (Noma Dumezweni) lo adoptó siendo él un pequeño. Éste punto y no su apariencia física será lo que le permita acceder al corazón de Ariel quien lo rescata y lleva a la playa hasta que recobra el conocimiento.
Él quedará prendado de la misteriosa chica y ella, tras una fuerte discusión con su padre, recurrirá a la bruja marina Ursula (Melissa McCarthy) para que la transforme en humana y estar con su adorado Eric. Pero el trato es de índole faustiano y la joven deberá renunciar a su voz a cambio de extremidades inferiores además de que el príncipe deberá besarla en un lapso de tres días o Ariel pertenecerá a Ursula, por cierto hermana de Tritón lo que hace el intercambio más personal que la película original y por ende más interesante. Todo el desarrollo de la cinta se concentrará en el enamoramiento gradual entre Eric y Ariel con la sabida y jocosa ayuda de Flounder, Sebastián y la ruidosa gaviota Scuttle (voz de Awkwafina) –quien también recibe su propia canción, una muy divertida por cierto- replicando varias escenas de la película animada así como algunos puntos muy bien logrados sobre cómo ella, enmudecida, va conquistando al despistado Eric (una escena donde ella le muestra la verdadera naturaleza de diversos objeto¿ recolectados del maro por él es particularmente efectiva y sincera en su expresividad emocional). La relación adquiere una cualidad orgánica que se sostiene más por la química que se produce entre ambos y no por la necesidad de besarse bajo la consigna del hechizo de Ursula, lo que transforma el acto de conquista en algo más trabajado y romántico.
La situación termina descuadrando un poco en el tercer acto cuando se dan los puntos de conflicto una vez que la bruja marina toma cartas en el asunto así como Tritón y Eric, produciéndose fallas en el ritmo y tono en base a lo que cuidadosamente se iba planteando, pero es un hecho de que “La Sirenita”, si bien no logra el nivel de riqueza narrativa o ahondamiento psicológico y emocional de “Mulán”, llega exitosamente a buen puerto nadando entre las turbulentas aguas de la incredulidad del público, consolidándola como un remake digno, bien trazado y francamente divertido.
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