Libros de texto cardenistas: ¿adoctrinamiento o concientización?

Libros de texto cardenistas: ¿adoctrinamiento o concientización?

“La historia es un incesante volver a empezar”.

Tucídides (460 ac – 396 ac)

.“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.

Aldous Huxley (1894-1963).

Hoy, la publicación y distribución de los libros de texto de la Nueva Escuela Mexicana sigue en debate, por lo general, mal enfocado y con mucha desinformación. Las viejas consignas de los grupos conservadores y ultraderecha se repiten, a ellos no les hace falta leer los libros para opinar y salir a la calle a protestar; si lo dicen sus líderes políticos y morales, ya es más que suficiente. Sus consignas son de escándalo, estridentes, ¿será cierto que los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen? En tiempos electorales, además, la educación de niñas y niños no es prioridad.

Atento a lo dicho y escrito por detractores y defensores, recordé la disputa y conflicto suscitado en torno a la educación socialista, que impulsó el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río entre 1934 y 1940. Entonces, hubo férrea oposición, al grado de que grupos cristeros que habían combatido al gobierno entre 1926 y 1929, volvieron a levantarse, ahora hostigando, asesinando y cortando orejas a las y los profesores cardenistas en varias localidades del país. De este periodo histórico ya se ha escrito profesionalmente, y de estas aportaciones me baso para escribir este artículo.

Mi propósito es compartir un breve análisis sobre contenidos de los libros de texto que en aquellos años se publicaron y distribuyeron; pero antes caracterizo algunos rasgos del cardenismo y de la educación socialista, en el contexto de una reflexión más amplia sobre el lugar que algunos gobiernos le dan a la educación en momentos históricos de cambio.

Revoluciones, cardenismo y creación del “hombre nuevo”

Las revoluciones sociopolíticas del siglo XX tuvieron como propósito principal derrocar al gobierno del “viejo régimen” para después cambiar las estructuras económicas y sociales. Con este ambicioso objetivo, los líderes revolucionarios vieron en la educación y la cultura los mecanismos idóneos para legitimar y fortalecer a los nuevos grupos en el poder y para formar a las nuevas generaciones que hicieran posible instrumentar los planes del gobierno. Así ocurrió en México, la primera revolución del siglo XX, luego en la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), China y Vietnam hasta llegar a la revolución cubana en los años sesenta.

Los gobiernos revolucionarios diseñaron proyectos educativos ambiciosos, tales como alfabetizar a la gran mayoría de la población, que había sido marginada por los gobiernos anteriores, así como formar técnicos y profesionistas que contribuyeran a mejorar la nueva economía de los países y las condiciones de la población.

La revolución mexicana fue un movimiento social y político relevante, expresado en la movilización popular, particularmente agraria y campesina, que demandó mejores condiciones de vida y/o quiso volver al pasado (revuelta) para recuperar sus tierras. La revolución fue campesina, popular y nacionalista, dice el historiador Alan Knight, quien recupera la vieja tesis de Frank Tannenbaum de 1929, al señalar que el movimiento campesino fue uno de los principales rasgos de la Revolución y el elemento distintivo que definió su carácter agrario y popular, abriendo espacios de participación libertaria.

Al final, los resultados de este movimiento revolucionario no fueron los deseados, porque no hubo un cambio económico radical. Algunas mejoras se fueron dando con el tiempo, como la creación de instituciones, la pacificación del país y, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, el reparto de tierras, la organización de los trabajadores y, entre otras, la vinculación de su programa educativo con un proyecto de nación que trastocó la vida social y política del país. La importancia del nacionalismo revolucionario no quedó en el discurso y muestra de ello fue la expropiación petrolera.

Durante este sexenio se repartieron más tierras que en los anteriores años de gobiernos revolucionarios. En el campo se organizó a los agricultores y en la ciudad se apoyó a los obreros y a su lucha por mejores condiciones laborales. El indigenismo fue otra característica del cardenismo, que, si bien ya existía, en este periodo se avanzó y fortificó una cultura a su favor. Sin llegar a tomar medidas como las de Plutarco Elías Calles, el gobierno continuó delimitando el poder eclesiástico en diferentes ámbitos de la vida pública. Esto no significó llevar a México al socialismo, más bien estas medidas -dicen algunos críticos- fortalecieron el capitalismo, llevando mejoras para la población.

La educación socialista

Previo a la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de la República, los legisladores cambiaron el contenido del artículo 3° de la Constitución política para darle el carácter de socialista a la educación, quedando de la siguiente manera: “Artículo 3o. La educación será socialista y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social”.

El gobierno y grupos organizados de la sociedad vieron en la educación un medio de gran potencialidad creadora y formativa, y en la escuela el medio idóneo para forjar la cultura nacional, cambiar estructuras injustas, civilizar y difundir símbolos comunes entre todos los mexicanos. La escuela de la revolución mexicana “debía formar al hombre nuevo, sano, moral y diligente que el desarrollo del país y su propio proyecto hegemónico requería”. Este objetivo, bien lo han señalado Mary Kay Vaughan y Susana Quintanilla, venía desde la creación de la SEP, en 1921, con José Vasconcelos a la cabeza, y la escuela de la acción impulsada en los siguientes años; también abrevó de las experiencias anarquistas, la Escuela Racionalista, el marxismo y de lo que se venía haciendo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que, incluso, llamó la atención a José Vasconcelos, según lo señaló en sus escritos.

Por todo esto, se puede decir que hubo un radicalismo educativo en México, aunque tuvo respuestas regionales diversas. En La Laguna (que abarca partes de Durango y Coahuila), por ejemplo, tal como lo analizó Candelaria Valdés, la educación socialista estuvo muy cercana a la reforma agraria y su reparto de tierras, pero en otros estados, como en Aguascalientes, hubo protestas que se expresaron en manifestaciones callejeras, en no enviar a las y los niños a las escuelas, en renuncias de docentes a su trabajo, en hostigamiento a las y profesoras que sí permanecieron en las escuelas y, entre otras acciones, en el asesinato de un par de profesores por parte de una gavilla de católicos armados.

En Aguascalientes, como en otros estados, la oposición disminuyó y los maestros, con el apoyo de otras personas del gobierno y de organizaciones sociales, pudieron implementar la reforma educativa, enseñando con los nuevos libros de texto; creando talleres y huertos escolares; alfabetizando a los adultos; vinculando a los profesores con los campesinos en el reparto y cultivo de tierras; asesorando a obreros en sus demandas; creando ligas feministas de mujeres; realizando campañas antialcohólicas, de higiene y de reforestación; impulsando la educación física, el deporte y las artes; favoreciendo los servicios de salud… Bien se ha dicho ahora que durante aquellos años posrevolucionarios las y los maestros eran unos “todólogos”, quienes, con su trabajo, crearon la “época de oro del magisterio mexicano”.

En educación media y superior, el gobierno cardenista apoyó la creación de escuelas técnicas y, para fortalecer la industrialización y la modernización de la economía del país, creó el Instituto Politécnico Nacional en 1936, ante una universidad que no se comprometía con las causas populares ni con los propósitos del gobierno federal.

La reforma educativa en primaria, además de ser continuación de las medidas que tomaron las anteriores administraciones, era resultado de un genuino movimiento que se fue gestando en una población deseosa de mejorar sus condiciones de vida. Para ello se fortaleció una relación entre el gobierno cardenista y grupos y organizaciones de la sociedad, con logros y defectos, que ahora destacados historiadores han identificado. Ciertamente, hubo mejoras sociales, pero también convivieron los males del presidencialismo, el corporativismo y el clientelismo.

Los libros de texto

Los contenidos de los libros de texto de la educación socialista formaron parte de un proyecto de nación que se radicalizó en la posrevolución y que fue encabezado por el general y presidente Lázaro Cárdenas. Como en otros proyectos gubernamentales, la reforma educativa tuvo una carga ideológica explícita, la cual puso en el centro del quehacer gubernamental programas que beneficiaron a las clases y grupos populares, desde un gran plan nacionalista y de modernización del país.

En este sentido, los libros de texto fueron un instrumento que apoyó un proyecto educativo, pero más que socialista, fue “cardenista”; es decir, vinculado a estas reformas que beneficiaron a un sector de la población históricamente marginado y explotado. Sí hubo “adoctrinamiento”, en el sentido de inculcar ideas socialistas en las escuelas; pero también procesos de concientización en niños y adultos, con el propósito de que asumieran un papel protagónico en su vida, en su comunidad y en el mejoramiento de su país.

Los libros de texto, como se sabe, son una herramienta intelectual y educativa de gran apoyo para estudiantes y docentes en el proceso complejo de la enseñanza y el aprendizaje en las escuelas de educación básica. Y son, además, como lo ha señalado Eugenia Roldán, un medio entre la niñez y el Estado que ha buscado formar una nueva ciudadanía, acorde a un proyecto específico de nación. Es a través de ellos como se fortalecen o crean nuevas identidades y como se inculcan concepciones del mundo que los grupos en el poder desean, a partir de una estructura de leyes e instituciones de Estado. De allí su pesada carga que provoca polémica.

Durante el cardenismo circularon libros que ya antes se distribuían (“El Sembrador”, “Chiquillo”, “Adelante”, “Infancia”, “Fermín”), pero para este periodo se publicaron los libros “Simiente”, que se distribuyeron gratuitamente a las y los niños campesinos y “Libros de la Serie SEP”, para los del medio urbano. Como ya los han investigado Elvia Montes de Oca y Yolanda González, los contenidos tenían que ver con el agrarismo, el movimiento obrero, el antifanatismo y, según Eduardo Weiss, con la lucha de clases, que los diferenciaba de los anteriores. En ellos se inculcaban valores de solidaridad, democracia y justicia, entre otros. A manera de ejemplo, a continuación, se presentan algunas lecciones y se resaltan los propósitos formativos que se pretendían inculcar.

En el libro de 2° grado de “Simiente”, al referirse a Emiliano Zapata, se hacía referencia a que la tierra era para todos y que no debían existir ni capataces ni amos. En ese mismo texto hay un cuento de un gallo que tenía sometido a todo el gallinero hasta que gallos y gallinas se organizaron y lo quitaron.

En el libro de 3° de la “Serie SEP” se inculcaban valores de justicia social. Hay un tema titulado “Cuando se trabaja cantando”, en el que se menciona que las fábricas sólo pueden dejar de ser cárceles si los trabajadores luchan por sus derechos. Aquí está muy presente la visión de la organización de los obreros para luchar por mejores condiciones laborales y para unirse a un movimiento político dirigido por el presidente y su partido. En otras páginas se analizan los casos de huelgas y esquiroles.

Ejemplos de las lecciones en las que se inculcaban valores de democracias y solidaridad, estaban: “Caminos”, que termina con la consigna: ”¡Que sirvan los caminos para estrechar las manos de los pueblos!”, “Cananea”, “Hermano negro”, “Campo y ciudad”, “Hoz y martillo”, “Cooperación”, “Huelga de trabajadores”, “Camarada soldado”…

En otras lecciones se emprendía una lucha en contra del fanatismo, el alcoholismo y los juegos de azar, males sociales que impedían que los objetivos civilizatorios llegaran a cristalizarse. Hasta el ocio creador era cuestionado. Por ejemplo, en una lección se leía: “Luis Sosa es magnífico tocador de guitarra (…), lo malo es que por tocar la guitarra desatiende el trabajo”. Era sobresaliente el énfasis que se ponía al trabajo y a la productividad.

Desde el primer año se hacía referencia a una familia unida y trabajadora: el papá de Memo, personaje de un cuento, era campesino que por las tardes llegaba fatigado de su trabajo, pero era feliz; la abuela también trabajaba a pesar de sus años; los animales trabajaban y tenían derecho a la comida; hasta los animales menores eran laboriosos “y -rezaba la moraleja- son ejemplo a seguir por los humanos”. La recompensa no era la salvación del alma, sino el beneficio personal y colectivo.

La lucha contra el fanatismo, las explicaciones metafísicas y el poder clerical era otro rasgo de los contenidos de los libros. Una lección señalaba que Benito Juárez había sido “enemigo de los conservadores, quienes deseaban que la nación siguiera siendo explotada y sumida en la ignorancia del clero”. Se decía también que durante el porfiriato el pueblo estaba mal porque era ignorante y porque el fanatismo religioso lo tenía en condiciones de esclavitud. En este contexto, rezar para que lloviera no era lo mejor, sino que había que asumir posturas racionales y científicas.

Nota final

Los libros de texto, en suma, respondían -y responden ahora- a un proyecto educativo amplio y éste a un proyecto de nación que impulsa un gobierno en un determinado momento. En el caso que nos ocupa, los libros de texto fueron reflejo del cardenismo, pero también de lo que querían o no querían los diferentes grupos de la sociedad. La “política educativa” no era, ni es ahora, un proceso lineal que va de arriba hacia abajo, sino el resultado de las negociaciones, aprobación, resistencia y oposición de los actores sociales y educativos involucrados.

A pesar de sus contradicciones, errores y males, la reforma educativa cardenista -y, por ende, sus libros de texto- combatió la ignorancia, la inequidad y la injusticia. Su objetivo general era contribuir a mejorar las condiciones de la población en un país que había padecido años de guerra y aspiraba a tener un mejor futuro. Y sí, de aquellos años, ecos cardenistas todavía se escuchan, hoy.

La educación cardenista en Aguascalientes

*Un análisis de la educación socialista en Aguascalientes puede verse en Camacho, Salvador; Controversia educativa: entre la ideología y la fe, CONACULTA, México, 1992.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

Salvador Camacho Sandoval

Licenciado en Educación por la UAA, Maestro en Ciencias, con especialidad en Educación, por el Departamento de Investigación del Centro de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional y Doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Illinois en Chicago; es autor y coautor de varios libros, entre ellos: Controversia educativa: entre la ideología y la fe; Historias Latinoamericanas. Reflexiones desde la otra América; La modernización educativa en México; Educación y alternancia política; La vuelta a Aguascalientes en 80 textos; Vaivenes de Utopía. Historia de la educación en Aguascalientes en el siglo XX; Antenas vivas. Conversaciones con artistas de Aguascalientes, y Bugambilias. 100 años de cultura y arte en Aguascalientes. Es Premio John Nuveen en Chicago y Premio Aguascalientes en Humanidades en 2008. Fue profesor invitado en la Universidad Autónoma de Zacatecas (1999-2010) e investigador en la Universidad de Barcelona, España. Trabajó tres años como Director de Educación Media y Superior en el Instituto de Educación de Aguascalientes y es articulista de temas sobre educación, historia, cultura y política. Actualmente trabaja en la UAA y es Presidente de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación.

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