“LOS FABELMAN” (“THE FABELMANS”)
Por muchos años hemos lidiado con un Steven Spielberg que delimita sus historias en dos vías muy marcadas: las evasivas para el gran público y las dramáticas para ver cuántos premios logra enganchar en un pueril afán para que lo designen como un “director serio”.
Con “Los Fabelman” tenemos una nueva senda: la del puro sentimentalismo y curiosamente ésta le ha quedado mejor que las otras porque ahora que el veterano precursor del cine-espectáculo veraniego, sintiendo esos inevitables pasos en la azotea que vienen con la vejez, ha decidido asomarse al interior para producir una historia basada en su juventud sin ser explícitamente autobiográfica sino un sutil roman-á-clef que logra aplicar la experiencia que le han dado los años a un ejercicio alejado de su acostumbrada actividad complaciente para realizar una suerte de autoexamen donde emprende una
serie de cuestionamientos sobre sí mismo y los eventos que lo llevaron a ser el ícono del cine pro consumismo con ligeros pincelazos de requerida honradez narrativa que envisten a la cinta de un aura autoral y, por fin en los últimos 30 años de actividad, de cine auténtico.
Los Fabelman son una familia de Nueva Jersey del año 1952 donde los padres, el ingeniero eléctrico Burt (Paul Dano) y la pianista retirada vuelta ama de casa Mitzi (Michelle Williams) llevan una vida apacible donde él es un hombre gentil, amable (tal vez demasiado) y muy adentrado en su actividad profesional mientras ella irradia cariño, optimismo y libertad.
El núcleo emocional de la historia será la relación que tienen con sus tres hijas y en particular con su el mayor, Samuel (Gabriel LaBelle), éste último protagonista indiscutible cuya vida se verá marcada cuando ve en cines “El Espectáculo Más Grande del Mundo” de Cecil B. DeMille, en particular la escena de un descarrilamiento que impele al jovencito a recrearla una y otra vez con una cámara casera de 8mm.
El tono que marca la película durante el primer acto es puramente familiar, colocando la dinámica de los Fabelman en primer plano tanto a nivel interno como con otros personajes, en particular el mejor amigo del padre, llamado Bennie (Seth Rogen), quien participa de las veladas y comidas familiares casi como un integrante más, así como con la abuela y, posteriormente en una de las mejores escenas de la cinta, con un elocuente pero asertivo pariente que llega de sorpresa llamado Boris (Judd Hirsch) quien le brindará a Sam importantes consejos sobre la vida y el trabajo.
Conforme Sam crece y define su existencia en base a su actividad creativa mediante cámaras escolares filmando a sus amigos en historias cada vez más complejas, termina enfrentándose a un radical cambio cuando la familia debe mudarse a Phoenix cuando su papá consigue una excelente oportunidad de trabajo, situación que aportará enormes conflictos entre ellos al no encontrar ajuste en su nueva ciudad mientras que Mitzi altera su personalidad radicalmente por una razón que Sam descubrirá a través de filmaciones caseras (y que no revelaré para no incurrir en falta de spoiler).
La estructura narrativa recae en la fórmula de la mayoridad conforme vemos cómo Sam evoluciona como ser y personaje mientras que los Fabelman y sus vínculos serán esenciales en el trazo como creativo del futuro cineasta. La película formaliza su compromiso tanto con su creador (Spielberg) como con la audiencia al tratar con respeto a sus personajes y generando una senda madura para ellos aún si en
momentos los componentes dramáticos se perciben algo forzados (el ahogo existencial de la madre requiere mayor nutrimento así como los conflictos internos de Sam porque el ser acosado por bullies en la prepa para luego dar un giro de 180º al respecto no basta para consumar un drama).
Sus bondades por fortuna son varias, incluyendo un óptimo trabajo de todo el reparto (incluyendo la sorpresiva participación del mismísimo David Lynch en el punto final del filme) y los mencionados cuestionamientos que ejecuta Spielberg sobre sí mismo y su actividad como narrador deshilvanando con cuidado los motivos que lo llevaron hasta éste punto mientras exhibe con honestidad su realidad familiar.
“Los Fabelman” no es una gran película pero sí es lo mejorcito que ha realizado Spielberg en muchos años.