“Nearshoring”, colapso climático y descrecimiento Segunda Parte
Cualquier desglobalización o tendencia hacia la relocalización industrial, como el nearshoring” (NS), puede ser positiva, si se logra manejarla bien, por la cooperación internacional. Podría implicar un menor consumo global de gas, carbón y petróleo, cierta reducción mundial en el uso del transporte y el consumo de productos y servicios industrializados, y por ello, puede ayudar a mitigar un poco el colapso del clima, el equilibrio ecológico y la diversidad cultural.
Por supuesto, veo con simpatía las tendencias desglobalizadoras, también por lo que entrañan de posible fortalecimiento de la autonomía local y la soberanía nacional de los países del Sur global; del multilateralismo, la desindustrialización y la desoccidentalización global. Por lo que entrañan de reducción de la unipolaridad o centralidad política que ha tenido Estados Unidos desde la caída del Muro de Berlín, entre otros aspectos.
El “nearshoring” (NS) podría significar para México un gran crecimiento en eso que llaman inversiones extranjeras directas (IED), estimadas en unos 50,000 millones de dólares. Se dice que hay más de 400 grandes empresas interesadas en invertir en México.
En su edición del 22 de enero de 2024, El Financiero dice “México se ubicó entre los cuatro países del G-20 que en 2023 vieron crecer la entrada de IED– inversión extranjera directa-, en su caso, a un ritmo de 21 por ciento, a 43,900 millones de dólares, la cifra más alta desde 2013, según datos preliminares de la UNCTAD.
Según estimaciones de enterados en estos asuntos, estas inversiones extranjeras directas podrían elevar el crecimiento económico de México en los próximos años cuando la economía mundial podría tener un pobre desempeño y que, por otro lado, los países que podrían darle mayor dinamismo se encuentran ahora en Asia (China, India, Indonesia y otros)
No obstante, si las cosas siguen igual en México en los próximos años, en los asuntos de la defensa de la riqueza natural y cultural, la llegada a México de cantidades gigantescas de inversiones extranjeras directas (IED) derivadas del proceso de “nearshoring”(NS) podría resultar tanto o más calamitosa que la llegada de las inversiones de este mismo tipo que hemos tenido en los últimos 30 años.
Además: el posible aumento en el crecimiento económico de México, a consecuencia de estas nuevas inversiones extranjeras directas, podría resultar tanto o más calamitoso que el que hemos tenido desde la firma del Tratado de Libre Comercio-TLC-NAFTA, antecesor del actual TMEC.
Podemos atribuir a la pasada globalización (1980-2010), y en particular al Libre Comercio o TLC-NAFTA y a su sucesor el TMEC, la inmensa devastación ecológica, climática y ambiental que ha sufrido México en los últimos 30 años, por las operaciones de empresas multinacionales, mexicanas y extranjeras, en la minería, la agroindustria, la silvícola, la alimentaria, la generación de electricidad, la turística y otras industrias extractivistas, así como, por varias industrias maquiladoras, protegidas por estos tratados.
A consecuencia de las inversiones extranjeras directas (IED) que México recibió en los últimos 30 años, nuestro país ha sufrido daños impagables, irrevocables (infinitos) en su riqueza natural, en su diversidad biológica y cultural, en su Medio Ambiente. Hoy somos mucho más pobres – en un sentido no económico, sino ecológico- de lo que éramos antes de la llegada de este tipo de inversiones: tenemos ahora posiblemente entre una tercera parte o más perdida de la riqueza natural que teníamos hace 40 años.
Ningún ingreso económico podría recuperar lo que hemos perdido como país, por la inmensa destrucción ambiental o ecológica y cultural realizada por empresas multinacionales mexicanas y extranjeras, protegidas por los tratados de Libre Comercio.
Debido a la globalización de finales del siglo pasado y en particular, por la firma del Tratado de Libre Comercio- TLC-NAFTA (1994)-, se ha perdido una buena parte de las reservas de agua en los acuíferos, de minerales e hidro carburos en los suelos y de hidrocarburos mientras se ha elevado radicalmente la contaminación de los suelos del país, por medio de grandes derrames de cianuro, mercurio, ácido sulfúrico, nítrico, y otros químicos mortíferos utilizados en la minería y la industria química.
También, por la contaminación de los suelos de México debida a la dispersión de inmensas cantidades de herbicidas y otras substancias utilizadas en la industria agropecuaria; a la producción de gigantescas cantidades de residuos tóxicos o peligrosos, enormes cantidades de desechos de empaques y embalajes, y residuos sólidos, virtualmente no reutilizables ni reciclables.
Estos derrames, dispersiones y confinamientos de residuos, en el futuro podrían generar daños ecológicos, sociales y económicos al menos diez veces mayores a los que éstos han realizado a esta fecha.
Por la ruina ecológica y cultural en las que nos dejaron estas inversiones extranjeras directas (IED), los niños, los jóvenes de México enfrentan hoy día un futuro impensable.
Para facilitar a la firma del TLC-NAFTA (1994), en 1992 el Estado mexicano introdujo las muy nocivas leyes de Aguas y de la Ley de Minería que han aniquilado cerca de la mitad de la riqueza natural de México y han creado un futuro miserable para las próximas generaciones.
A consecuencia de la nefasta Ley de Aguas aún vigente que exigían las empresas multinacionales, como Suez, Veolia, Coca Cola, Lala, Nestlé y otras, se entregaron en las últimas décadas decenas de miles de concesiones- CONAGUA- para la extracción intensiva del agua de los acuíferos- para el saqueo del agua arquetípica-, provocando de esta manera la gran penuria de agua que empezamos a padecer en la mayor parte del país.
Desde la aprobación de la Ley de Minería, se ha entregado un enorme subsidio a la actividad minera de muy alto impacto ecológico y ambiental- la minería a tajo abierto, con uso intensivo de productos químicos de gran letalidad- otorgándole a esta actividad prioridad en la mayor parte del territorio nacional y otras grandes ventajas legales. México accedió totalmente a las demandas de las empresas multinacionales de la minería, especialmente canadienses.
El gobierno mexicano no sólo ignoró a los movimientos de vecinos de las comunidades afectadas por las operaciones de esta gran minería y los asesinatos de los activistas ambientales que denunciaron estas actividades mineras, también, las investigaciones académicas sobre el inmenso daño socioambiental provocado por estas actividades económicas; adoptó el neoliberalismo más extremo.
“Nearshoring”, colapso climático y descrecimiento Segunda Parte