Primeras impresiones
[bctt tweet=»El PAN canta al viento que tuvieron más votos que Morena, más allá de sus logros en Aguascalientes, pero no dice nada que perdió dos gubernaturas» username=»crisolhoy»]
Junio va a ser un mes de muchos acontecimientos importantes para la vida del país, algunos de ellos ya se han dado. Ahora queremos comentar sobre uno de ellos: las elecciones en seis entidades federativas en dos de las cuales se eligió gobernador del Estado.
Más allá de ganadores y perdedores, en conjunto puedo plantear una primera conclusión, que por si misma es preocupante. Por lo menos por sus declaraciones, las dirigencias partidarias hacen valoraciones maniqueas, alejadas de la realidad, muy a modo de lo que quieren escuchar, no necesariamente expresión de la realidad. La autocrítica sigue estando lejana a ellos.
Fue una elección donde prevaleció el ausentismo en las urnas, lo que demuestra el desinterés de los electores por participar y definir las cosas en sus estados a través del voto, Los partidos y candidatos tampoco hicieron nada para cambiar esta situación, que aparte ya se preveía iba a ocurrir.
Algunos dicen que el triunfador de las elecciones es López Obrador, más que Morena, al interior de ese partido-movimiento ven como ganadores a ambos, porque lograron obtener las dos gubernaturas en disputa y yo le sumaría la mayoría en el Congreso de Quintana Roo. Sin embargo para mi esto es relativo, pues hay lecturas duales o mejor dicho, indicios preocupantes que habrá que atender. Me refiero a lo siguiente: no fueron uniformes los resultados, aún las particularidades de cada entidad; Barbosa ganó con una diferencia menor a la que el mismo adelantaba y tercero, el resultado en Aguascalientes huele más a derrota, aunque hayan ganado Asientos. Esto pone en entredicho la ola provocada por el actual Presidente de la república.
El PAN canta al viento que tuvieron más votos que Morena, más allá de sus logros en Aguascalientes, pero no dice nada que perdió dos gubernaturas muy importantes para ellos: Puebla y Baja California, ésta última con casi treinta años de mantenerse en ese partido y que ahora se perdió con un alto porcentaje diferencial.
El PRI se conforma diciendo (como si de jactara de los críticos), que no se cumplió la predicción de que iban a perder el registro en algunos lugares, como si mantenerlo es suficiente para un partido que fue predominante en casi setenta años.
La dirección perredista se ha mantenido cauta hasta ahora, pero el balance es negativo aún sus 16 triunfos municipales en Durango en alianza con el PAN. Le apostaron mucho a su candidatura pepenada en Baja California con Jaime Martínez Veloz, pero este se derrumbó a menos del diez por ciento de los votos. Refrendan holgadamente Pabellón en Aguascalientes, pero en general siguen en picada.
El resto de los partidos, la chiquillada, siguen manteniéndose en eso, en la marginalidad postrante, con triunfos en algunos lugares, pero dependiendo en gran medida de sus alianzas. Si no fuera así, hubiese sido cuestión de tiempo la pérdida de su registro electoral.
Todos ellos, los de arriba y los de abajo, pareciera que siguen olvidando el descrédito en que han caído por años y que no ha podido revertir: Morena no puede olvidar que esto es lo que prevalece, que la oportunidad recibida el año pasado se debió al hartazgo de la gente, dándole oportunidad para que condujeran realmente el cambio necesario para este país. Pero las cosas no se pueden mantener como en el pasado.
Si un valor saludable y rescatable tuvo las acciones de años de López Obrador (no de su partido), fue actuar a ras de piso, recorrer todo el país y entrar en contacto directo con la población. Los partidos ya no hacen eso, ni los de derecha ni los de izquierda, cuando estos últimos es una de sus características fundamentales.
También se requiere ir a lo que fue el sentimiento de los electores para volcarse a las urnas el año pasado. Al respecto rescato una frase reiterada por Tatiana Clouthier en su libro “Juntos hicimos historia”. Dice: “…la gente necesita volver a creer” (pp. 219-220). Esto definitivamente lo perdieron de vista los partidos políticos en estas campañas intermedias.
Actuaron con la inercia de años atrás, sin la ambición de ganarse realmente a los electores y convencer a aquellos que mejor decidieron no ir a votar, que correspondieron a la mayoría. Así vamos para atrás.