¿Qué hacían antes?
Nada les parece bien. A todo le ven peros y de manera pronta (como no lo hicieron antes) muestran sus inconformidades. Me pregunto, dónde estaban antes de diciembre las calificadoras, las mismas que ahora ven con rigurosidad excesiva lo que hace el gobierno mexicano en materia energética o más específicamente en Pemex.
Ahora resulta que no están de acuerdo en el plan de rescate financiero de Pemex, porque según ellos no es suficiente, en tanto lo anunciado, dicen, representa apenas un tercio de lo requerido, por lo que instan a la ayuda de instituciones financieras internacionales.
Qué decían estos críticos ante la corrupción, el robo en descampado (en gran medida literalmente), el esquilmo prevaleciente hasta hace poco, entre otros lastres, que habían colocado a Pemex al borde de la postración aniquilante, como organismo baluarte del México postrevolucionario.
Las calificadoras, como algunas de las entidades “autónomas” creadas por los gobiernos neoliberales del PRIAN (como la Comisión Reguladora de Energía), sólo habían servido para atender los intereses del capital privado y no del fortalecimiento de la paraestatal. Le habían apostado a su quiebra, vendían y promovían la percepción de una presunta ineficiencia, defecto que sólo podía solucionarse con la inversión privada. Para eso impulsaron la llamada reforma energética, fracasada, vendedora de una realidad inexistente.
El nuevo gobierno de López Obrador asumía el mismo con un diagnóstico que al final, resultó modesto para los verdaderos resultados. Una situación mucho más grave de lo que se imaginaba y había detectado. Era cosa de tiempo en que se liquidase en su totalidad a “la gallina de los huevos de oro”, Pero al parecer, las calificadoras nunca vieron esto o se hicieron de la vista gorda, a fin de seguir estando en la misma lógica y visión de los intereses económicos privados que le habían echado el ojo a Pemex.
Las calificadoras con sus opiniones, se suman a aquellos acres críticos de la nueva administración, que apenas que había asumido el cargo del Ejecutivo federal, ya estaban criticando y esperando resultados positivos, olvidando el pasado, como si los lastres fueran responsabilidad del nuevo y las soluciones fueran inmediatas y con idénticos resultados.
Cuando a las claras no es posible avanzar como se quisiera, más en las condiciones deplorables en que se dejaron las instituciones, que como Pemex, quedó maltrecha y saqueada. No son casuales las percepciones que sobre esta empresa tiene actualmente el ciudadano común, muy alejadas de los valores originarios de la misma, sobre todo en tiempos de la expropiación petrolera, cuando los mexicanos la consideraban como suya, cerraron filas en torno a la misma, como defensa de nuestros recursos naturales, pero también la ubicaban como parte de la Nación.
Al respecto, el simbolismo que representó en su momento el rescate de la empresa a partir de la aportación económica y en especie de parte de los mexicanos, definió las posibilidades participativas de los mexicanos, de algo que consideraron suyo y lo sintieron así. Hoy lamentablemente la situación es otra, ya no hay tal arraigo ni sentimiento de que la empresa es suya y sólo administra los recursos naturales, que son de los mexicanos.
El nuevo lema de Pemex (Por el rescate de la soberanía nacional) expresa la aspiración de la administración lopezobradorista en torno a la paraestatal, pero también en cuanto a la defensa de los recursos naturales para y por los mexicanos, en un aspecto central de lo que se viene estructurando en la práctica como lo que realmente es la Cuarta Transformación.
Cuando en días pasados en la Conferencia mañanera del Presidente de la República habla del rescate de Pemex y del monto que hasta ahora se destinaría para ello, lo hacía con recursos no sacados de ninguna otra parte, quizá afectando otros programas (prioritarios o no), sino dineros provenientes de lo que la lucha contra la corrupción, sobre todo a partir del combate al huachicoleo se pudo lograr y conseguir. Tampoco correspondió a endeudamientos, que a lo mejor es lo que hubiesen querido las calificadoras.
Nadie niega que es insuficiente techo financiero para el real rescate de Pemex, pero también se muestra que se implementa las medidas con completa responsabilidad y sin abrir un hoyo grande para tapar otro más chico. Por lo visto esto les importa poco a las calificadoras.
Habría que cuestionar entonces el valor y razón de ser actual de las calificadoras. Nadie duda la necesidad de que la función de valorar el funcionamiento de empresas ligadas al campo de la energía puedan considerarse, sobre todo a partir de parámetros que sirvan para todas, pero otra cosa es la visión con la cual operan, pero sobre todo los intereses que defienden. En el caso de ellas, esto es lo cuestionable.