¿Quién regresa al pasado?
Sólo los tontos creen en ese cuento. Sólo los ignorantes se van con la finta. Durante prácticamente toda la campaña electoral, los candidatos del PAN y del PRI han reiterado en sus discursos que, su adversario Andrés Manuel López Obrador con sus propuestas pretende volver al pasado y que ellos ven al futuro. Alguno de ellos incluso pretendió ser más preciso, señalando que el tabasqueño quería llevar al país a los años setenta del siglo pasado.
La derecha engaña a los electores, con medias verdades siempre intentan envolver a la gente para imbuirle versiones que no son espejo de la realidad, sabiendo que la gente asocia su mala situación al pasado, además de que disocian lo anterior con quienes realmente son los responsables directos de la debacle, es decir, los gobernantes de esos tiempos y de ahora, los mismos que lanzan la piedra y esconden la mano.
Hablan del pasado en México como si ellos no fueran responsables de la situación actual, que es consecuencia de los tiempos idos. Sustentan sus afirmaciones en el planteamiento de López Obrador de que, asumiendo la Primera Magistratura, revertiría las llamadas reformas estructurales. Defienden éstas como si fueran la panacea y sus efectos hubiesen llevado al país a un estado de equidad, igualdad y mayor justicia social, lo cual es enteramente falso.
Su presente y presunto cambio implica darle continuidad al modelo impulsado en los últimos sexenios, apegado al capitalismo salvaje, al neoliberalismo depredador que hemos venido padeciendo desde principios de los ochenta, cuando gobernaba Miguel de la Madrid Hurtado. Desde entonces los sucesivos gobiernos del PRI y del PAN han seguido a rajatabla las políticas y directrices del Consenso de Washington y de los principales consorcios financieros internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Con ello sólo defienden a ese uno por ciento que detenta el poder económico y se han aprovechado de la explotación de la mayoría de los mexicanos.
Su pregonado cambio implica más de lo mismo, el escenario que ha hundido en la miseria a la mayoría de los mexicanos, reiteran su dicho para que la gente se lo crea, creen que ésta no tiene memoria. No entienden que dar continuidad a su proyecto es seguir ir hundiéndonos más. Y el hartazgo de la gente es precisamente contra esto. Por ello me parece cínico y desvergonzado que José Antonio Meade afirme que México le debe mucho al PRI. Es como decir que las cosas en nuestro país no están tan mal, como algunos lo quieren ver, como lo ha reiterado Enrique Peña Nieto.
Que casualidad que la mayoría de los emprendedores de este país mantienen una postura diferente a la cúpula económica. Qué casualidad que aquellos grandes empresarios como mineros representados por Larrea o los dueños de Vasconia, Herdez, Coopel, Lala, entre otros, estén presionando a sus empleados para que no voten por López Obrador.
Los electores que han volteado su interés a esos decires, poniendo atención hacia lo que representa López Obrador, decidiendo votar por él, una buena parte no es estrictamente porque coincidan a plenitud en lo que propone el candidato del frente Juntos haremos historia. Es algo más elemental y sencillo. Conocen sobradamente como ha gobernado el PRI y el PAN, han padecido los efectos del mal gobierno, confrontado los resultados con su propia situación, concluyendo que por la vía del PRI y el PAN, no ven que vayan a avanzar en condiciones mínimas para vivir con decoro.
Esperan que con una alternativa distinta por lo menos haya esperanza. Afirman que el PRI y el PAN ya tuvieron su oportunidad y no la aprovecharon. La derecha demostró sobradamente que la democracia y la lucha por igualdad y progreso para la gente, es pura pieza retórica. Han comprobado que los supuestos beneficios de las llamadas reformas estructurales, que tanto ha pregonado Peña Nieto y sus palafreneros, no ha llegado a los bolsillos de la mayoría de los mexicanos.
Asimismo, la gente está harta de la demagogia, por ello no crecen en sus preferencias electorales, aún su campaña esquizofrénica, de fomento del miedo y la reiteración de la mentira. Los mexicanos saben muy bien donde está el futuro y este no está con el PRI y el PAN, con José Antonio Meade o Ricardo Anaya.