Renovar las ilusiones
Hoy es oportunidad para recrear las ilusiones, o para justificar las desilusiones. Sobran explicaciones respecto la razón y la causa de la apatía política. Tal vez (así lo entiendo, y sólo es una apreciación personal sin más valor o veracidad que eso), sea producto de las sucesivas frustraciones y desencantos. Promesas van y vienen, esperanzas fallidas que, al final, provocan un escepticismo que busca salidas y evasiones (no soluciones).
De ahí la creencia en la magia (abundan los hechos de brujerías y “encantamientos”), la religión, el opio ya sea religioso, electrónico o estupefacientes reales, y la demagogia política o religiosa o laica (medios “informativos”, “redes sociales”), que no son sino fugas, escapes. Esperan en vano el milagro que pueda venir de lo alto o del gobernante que ahora sí “está cerca del pueblo y le va cumplir”. No exagero al decir que mi generación lo ha oído desde 1970 con Echeverría y en cada sucesión sexenal una ilusión que a poco se desvanece. Se reavivó con Fox y con EPN que tienen en común su condición de analfabetas funcionales. Había pensado en antropoides descerebrados, pero me pareció excesivo.
Todos podemos advertir el contraste entre la realidad viva y los discursos oficiales, así como lo que enseñan los libros y las disciplinas sociales, las cuales, con lenguaje técnico y elaborado, formulan “explicaciones” y fantasías para criticar una realidad que no va con ciertos intereses y proponer otra acorde a otros intereses. Cito como ejemplo los teóricos del mercado y la mercantilización de la vida humana. Confirman que la demagogia no se crea ni se destruye sólo se transforma (expresión que utiliza Diego de Alba sin citarme). De la demagogia del nacionalismo revolucionario a la demagogia de la tecnocracia neoliberal y de ésta a la ola neopopulista…
Todas ofrecen de una manera u otra el paraíso (o casi) aquí en la tierra… Y en la mayoría de los casos la gente, “el pueblo sabio”, los desempleados, los excluidos, los proletarios y, por supuesto, clases medias, empresarios y hasta académicos lo creen ávidamente. Y digo mayoría cuando debiera citar una suma de muchas minorías, porque en rigor no existe la mayoría y menos “las mayorías”: en medio de la diversidad y pluralidad prevalece la segmentación, la subdivisión o atomización de ideas y aspiraciones de clase o grupales o individuales.
Y en eso estriba la eficacia de la demagogia y la expansión de las fantasías (enajenación o escisión de la conciencia ante la realidad): hace que cada cual crea lo que quiere creer, lo que supone expresa su aspiración y su interés. Interés legítimo en las más de las veces y luego se demanda como derecho o valor social o humano.
Y los de abajo, los que van al final de la fila y por más que se esfuerzan por salir de ahí y escalar más arriba o más adelante, una y otra vez viven la frustración, el desencanto. La deficiente educación escolar, el maremágnum de informaciones, deformaciones y falsedades, confunden y no aciertan a explicar su realidad ni a veces entender siquiera su existencia. Se estancan en la apatía y el escepticismo o bien, una derivación de éstos. Pero, por no dejar esperan en un escondido y remoto espacio de su cerebro y de su corazón, a ver si ahora sí hay justicia en este mundo. Y si no, pues Dios dirá…