Sangre en el estadio (I)

Sangre en el estadio (I)

lo que pasó en el estadio de Querétaro es una tragedia inexcusable y terrible

Digamos primero lo necesario y lo inevitable, lo que pasó en el estadio de Querétaro es una tragedia inexcusable y terrible. Simplemente no hay forma de justificar las agresiones a los aficionados, más que, todo parece indicar que fue algo premeditado (hay videos de gente de seguridad privada abriendo la puerta para que la barra de Querétaro fuera a atacar a los del Atlas).

Dicho esto, como casi siempre ocurre cuando el futbol escapa de la sección de deportes, nos hemos llenado de una cantidad de juicios, sentencias y «análisis» que repiten insistentemente lugares comunes que no aportan al entendimiento de este tipo de sucesos, y que, por lo tanto, no nos acercan a evitar que este tipo de cosas vuelvan a suceder. Como alguien que le ha dedicado un buen rato a tratar de analizar qué onda con las aficiones en los estadio, voy a hacer una recopilación de estos frecuentes errores, intencionados o no, de interpretación de algo tan complejo como la violencia en los estadios.

No sé que tan necesario sea comenzar diciendo que todo lo que sigue es un esfuerzo por entender un fenómeno social, y que entender no significa nunca justificar. Vaya, nada de lo que estoy por escribir supone que yo avale, consienta o tolere algún tipo de violencia, ni en los estadios, ni fuera de ellos. Supongo que ya es por sí mismo un testamento a los tiempos que corren que tenga que detenerme a hacer esta aclaración.

Dicho esto, comencemos a revisar lo de Querétaro. Aviso también que no soy un reportero ni tengo algún tipo de primicia sobre lo que pasó, como todos, me he informado por lo que las redes han mostrado, así que esto no es una recopilación sobre lo que ocurrió de manera específica. Es un análisis basado no nada más en lo de ayer, sino en años de estudio, personal y por grupos y autores, que han tratado de desentrañar el complejo fenómeno de la violencia en los estadios.

Primero preguntémonos, ¿por qué ocurre la violencia?

Primero preguntémonos, ¿por qué ocurre la violencia? sobre todo el tipo de violencia que se puede observar en los videos, esa violencia abusiva, llena de dolo, francamente de odio, la violencia que niega por completo a la otra persona la categoría de ser humano y lo convierte simplemente en un objeto a ser destruido.

Resumiendo muchos estudios y muchos autores, entre otros personas como Charles Tilly, los hechos de violencia colectiva requieren por lo menos de cuatro integrantes básicos, que deben de estar presentes para que estalle el cóctel de la violencia dolosa de un grupo contra otro, estos son:

a) la construcción de líneas de división entre grupos (el nosotros y el ellos)

b) la presencia de lo que podríamos llamar catalizadores de la acción, que pueden ser desde líderes que arengan a multitudes, hasta el consumo de sustancias que rompen con el estado «normal»

c) un incidente oportunista, que funciona como la chispa, o el pretexto para que la violencia estalle, aún con la violencia premeditada, es necesario un casus belli, vaya, una excusa para poder justificar el ataque directo, esto va desde «me vio feo», hasta «tienen armas de destrucción masiva»

d) la falla o ausencia de elementos disuasorios, o, más llano, que los encargados del orden no estén o volteen para otro lado. Y esto es de la máxima importancia.

Si se fijan, estos cuatro elementos nos valen tanto para el caso del Querétaro como para el fusilamiento en San José de Gracia. De nuevo, esto no significa que ambos tipos de violencia sean lo mismo, solo que los mecanismos que las disparan tienen bases comunes.

Comencemos con las líneas divisorias, el establecimiento de un nosotros y un ellos, o, como les gusta tanto decirle a un sector del país, la famosa polarización. Yo y los míos somos los buenos, los que están allá enfrente son los malos. Esto, como ya se dijo, es una condición necesaria para la violencia, no se puede ejercer la violencia contra alguien que considero mi igual, porque estaría ejerciéndola contra mi mismo, por eso tengo que construirlo en otra categoría, una que le niegue mi mismo estatus: es un esclavo, es un siervo, es un judío, es un comunista, es un niño, es un homosexual, es una mujer, es un atlista. Tengo que apartarlo de mi grupo para que sea válido aplicarle la violencia. De nuevo, esto funciona para el estadio Corregidora y tristemente para el genocidio de Ruanda o cualquier otro lugar. En todos los casos, lo primero es la construcción de líneas divisorias entre seres humanos, justificadas de cualquier manera.

Ahora bien, las líneas son una condición necesaria, pero no suficiente para la violencia, si con eso bastara, estaríamos viendo escenas como la de ayer todas las semanas y, afortunadamente (y esto no significa que menosprecie el horror que se vivió) lo de ayer es la excepción, no la regla – otro paréntesis para indicar que la violencia de ayer fue una violencia dolosa, explícita, no una violencia ritualizada que es la que regularmente se observa, pero me estoy adelantando.

Porque la construcción de líneas es parte de la construcción de nuestra identidad. A grandes (muy grandes) rasgos, los seres humanos nos construimos, esto es, definimos quienes somos con base en tres elementos, a saber:

a)Quién soy yo (identidad)

b) Quién no soy yo (alteridad)

c) Quienes son los demás (otredad)

Pongámoslo en términos futboleros, para no asustarnos innecesariamente con la jerga antropológica. Yo soy Puma, esa es mi identidad futbolera, mi corazón azul y mi piel dorada y siempre te querré. Perdón, me dejé llevar. Al mismo tiempo que sé que soy Puma, mi complemento, mi alteridad es que yo no soy del América. Si alguien llega y me dice que le va a los pumas y al américa, yo no se lo voy a creer, eso no se puede, es como si me dijeran que es vegano y le gustan los T-bones, no va. Y finalmente yo sé quienes son los Pumas en el futbol mexicano y sé que debo esperar de ellos en la liga, que jueguen siempre con garra, que debuten jóvenes y que le ganen al América, todo lo demás ya es extra.

Entonces el planteamiento de líneas es una parte fundamental de nuestra propia construcción como sujetos y no es, por sí sola, el problema principal, todos vivimos cruzados por estas líneas, que definen lo que llamamos nuestra personalidad. Soy una persona de perros o de gatos, de pepsi o de coca, de frío o de calor, de quesadillas con queso o sin queso. Así nos construimos. Los problemas aparecen cuando esa construcción implica la destrucción del otro, pero ahí es donde entran los catalizadores, que son la harina del siguiente costal.

Changos, esto va a estar más largo de lo que pensaba, bueno, tendrá que continuar en la siguiente entrega, no le cambien al canal.

 

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

Darío Zepeda Galván

Sociólogo UAA. Antropólogo UAM Iztapalapa

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