TECNOLOGÍA AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD
[bctt tweet=»Iban a visitarlo y ‘platicar’ con él, si a señas y gritos se le pudiera llamar plática, porque hacía años que nuestro personaje estaba más sordo que una tapia,» username=»crisolhoy»]
La gente que pasaba por la Notaría no daba crédito; jamás en los años que llevaba instalada ahí la oficina del Notario más antiguo de la ciudad, se había visto tal despliegue de ambulancias y la camioneta de Servicios Periciales, que daban a entender que, fuera lo que fuera que estuviera pasando, había al menos una persona fallecida. Tres ambulancias de distintas corporaciones, todas ellas privadas, y un vehículo de la funeraria más famosa y exclusiva de la ciudad, que sin duda habría hecho el viaje inútilmente, pues todo parecía indicar que el o la cliente, tendría que visitar primero las oficinas forenses.
Todo había comenzado 5 días antes, cuando Don Terencio Valdespino y Coz había fallecido repentinamente en su lujosa mansión. Don Tere, como era popularmente llamado por el común de la gente, era un tipo agradable con la comunidad, pero poco afecto a sus familiares, quienes llevaban años esperando este acontecimiento para tomar posesión de la fortuna del magnate, que según cálculos muy conservadores, pasaba los mil millones de dólares. Don Tere gustaba de amenazar a sus futuros herederos a la menor provocación, conque no le temblaría la mano para desheredar a todo aquel que no mereciera ser mencionado en su testamento, “al cabo –decía–, siempre habrá quien necesite de estos ‘centavos’”
Era sabido que gracias a Don Terencio, se mantenían a flote más de alguna Institución de asistencia social, y ni qué decir de las fiestas de diferentes parroquias, que festejaban con todo esplendor a sus Patronos, con cargo al personaje de marras. Y, claro, esto no era del gusto de sus parientes que veían como “su tacaño tío”, tiraba a manos llenas “su dinero”. Bueno; el que ellos creían su dinero porque ya contaban con él, y no veían la hora en que el viejo estirara la pata, como suele decir el vulgo.
Iban a visitarlo y ‘platicar’ con él, si a señas y gritos se le pudiera llamar plática, porque hacía años que nuestro personaje estaba más sordo que una tapia, y vaya que cuando se habla de sordera, las tapias llevan siempre la delantera. No querían que ninguno de los demás herederos les ganase la competencia, pero todos veían con absoluta incredulidad y desesperación que la salud del tío era de hierro; ni un catarro acudía en auxilio de la codicia de los parientes. Pero para un corazón de 89 años, detenerse de pronto no le cuesta ningún trabajo, y fue así como Don Terencio Valdespino y Coz, había dejado este mundo cinco días antes.
Según lo dispuesto por él, se veló una noche, es decir, pasó una noche solo en la sala principal de su residencia, pues a nadie le pareció buena idea desvelarse para estar al lado de quien, de todos modos, ya no podía ir a ninguna parte.
Al día siguiente fue sepultado en la capilla familiar, y como pese a tratar de impedirlo alegando ‘privacidad’ y ‘respeto a su dolor’, había algunas personas no familiares, principalmente los notables de la ciudad, todos los parientes se deshacían en llantos y gemidos, a cual más desgarradores librando una estudiada competencia entre ellos; no faltó la “señorita” que hasta un desmayo por demás histriónico escenificó.
Y según lo dispuesto por el finado, todos los que sentían ya bien llenos sus bolsillos, al quinto día de su defunción se dieron cita en punto de las 10:00 horas en el despacho del Notario del personaje fallecido, para la lectura del testamento.
Apenas iniciada tal lectura, se hizo necesario llamar a la Cruz Roja, a los paramédicos, y hasta dar aviso a las autoridades que la prima Eduviges había muerto de un síncope, y todos los demás parientes sufrían de distintos malestares que iban desde los desmayos, hasta los arranques de histeria y dos de ellos eran atendidos en estos momentos por sendos descalabros en la cabeza ocasionados por fuertes topetazos en la pared.
Las primeras líneas del testamento, en voz del notario decían:
“Queridos familiares:
Antes que nada quiero comunicarles algo que por olvido no les había comentado; desde hace 2 años me hice colocar un aparato para la sordera que funcionaba de maravilla. Pude oír con absoluta claridad todo cuanto me decían en sus visitas…”
Y aquí fue donde comenzaron los malestares de la familia.