Tener un plan, ahora cuando parece no ser tiempo de hacer planes
Tener un plan, ahora cuando parece no ser tiempo de hacer planes
Pará mi Padre Ernesto, caído en el véspero de un domingo, hace 63 años.
«Preguntareís: Y dónde están las lilas? / Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba / sus palabras llenándolas / de agujeros y pájaros?
[bctt tweet=»Tener un plan, por si en verdad algún día vuelve a mecerse ese empolvado columpio del parque. » username=»crisolhoy»]
Os voy a contar todo lo que me pasa»…
Pablo Neruda. “Explico algunas cosas”. /
¿Qué hacer,? quizá hacer planes, a pesar de todo, a pesar de la hidra de tantísimas cabezas allí afuera, a pesar de esta soledad luminosa y llena de flagelos que transita en las calles y más allá.
Tener un plan -si es que ahora se puede tener un plan-, llevarlo desde ahora puesto y mañana guiarlo, sacarlo a trabajar y a pasear, cuando otra vez se levante de la arena la ciudad y los que en ella fueron, para que, a la manera del poema de Cesar Vallejo, vengan con nosotros, los que somos y estamos. Tener un plan y anotar sin emborronaduras.
Hacer planes, a pesar de los pesares y aunque para tantos otros todo esto no sea más que un accidente del camino que pronto pasará, y así volver a lo de ayer, por más que hoy más que nunca lo que ha quedado atrás deba ser dejado atrás.
Tener un plan en medio del destapamiento de esta caja de Pandora de donde no acaban de contarse los intubados. Un plan aunque vivamos días y noches como en la entraña de este enrome cuerpo flagelado que es México, lo que ha quedado de aquel imaginario cuerno de la abundancia, de donde a veces parece tan dificil pensar que se podrá rescatar algún verdor, salvo estas solidaridades que a rato nos acogen, que siempre nos esperan, que en tantas palabras y abrazos y besos y gestos y acciones nos han dado los demás. Esa fraternidad que nos ha salvado hasta ahora y que hará falta por siempre jamás para seguir el camino.
Un plan para cuando sea el sol naciente, definitivo, claro, sobre la losa de los paraísos perdidos, del corazón de las tinieblas o el tiempo recobrado. Un plan para hoy, que sea despertar mañana, y para que despierten también las ventanas y las aceras y los escaparates; “ desde donde tras los cristales una sirena de yeso te miraba”…
Hacer un plan para darle otra mirada a este mundo devorador y decaído. Hacer un plan para ir y hablar con la nueva humanidad qué se nos ha dicho vendrá cuanto en el futuro que no existe, arribemos a ese mundo liberado, hoy presa de bichos asesinos, salteadores, banqueros, diputados y senadores, mandamases, mercados y mercaderes, horcas, fusiles, rosas fragantes y espadas rotas, caballos locos, canallas, sicarios, señores de la guerra, sangre de la sangre, patrias de la miseria, padres nuestros, paredes nuestras, desamparo, imploración de los heridos, fe victoriosa. «Aparta de mi ese cáliz».
Hacer un plan, por si en verdad algún día vuelve a mecerse ese empolvado columpio del parque.
**
Carta segunda
Antes fue el mar
la cordillera tras la niebla,
tu casa oceáno adentro
la tarde gris como una perla
como el cabello de tu amada
como ese mar montado sobre un tiempo
de rostros nobles que se fueron.
Estás ahí, en el mar contenido de esa foto
El mar que nos han dicho
está siempre empezando.
Ahí estás, Padre, inmovil
a la mitad del blanco y negro
entre las olas y la arena
como una isla solar, resplandeciente
antigua cual las nubes,
que fueron también, aquella tarde.
Quiero decir;
qué poco queda!
– la cordillera, el alborozo-
del campo de palomas
allá tras de nosotros
Quizá la tarde y sus espumas
y algún barco encallado
Qué poco queda, Padre!
Como una isla solar, resplandeciente.
«Allá tras de nosotros». Carta segunda a mi Padre./ Armando Alonso.(2014)
Publicado en “Hidrocálido”. 25.11.2020